VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Agosto de 2011

Conrado de paja

“Al régimen no le quedó otra opción que echarle el guante”  


HACE  dos meses, los militares colombianos, que al parecer saben mucho más que cualquiera sobre lo que pasa en Venezuela, les habrían transmitido a los mandos venezolanos el lugar exacto en el que se encontraba Julián Conrado, el músico que compone las gloriosas marchas militares de las Farc.
Tal como sucedió con Alberto Martínez, director de la agencia guerrillera de noticias, al régimen venezolano no le quedó otra opción que echarle el guante y ponerlo tras las rejas.


No haberlo hecho hubiese sido un gravísimo error estratégico que habría desenmascarado a un gobierno que, obligado por la presión internacional a dar ciertas muestras de cooperación en la lucha contra el terrorismo, sacrifica a algunos de sus aliados y simpatizantes para garantizarse de tal modo un beneficio superior, es decir, la propagación sin traumatismos de su proyecto revolucionario.


Ya en prisión, Conrado empezó a desarrollar el libreto que, a diferencia de Alberto Martínez, habría de ponerlo a salvo de la Justicia colombiana.


En efecto, hace pocos días, cuando viajó a La Habana para darle curso al tratamiento médico que le dejó sin pelo, el comandante Chávez dijo que, por compasión (autocompasión, podría decirse), le gustaría concederles la libertad a algunos presos políticos de su país.
Pero, consciente del alcance de sus palabras, el Jefe de Estado se apresuró a aclarar que sólo se trataba de una sugerencia pues nadie como él para “respetar la independencia entre las ramas del poder público” ya que lejos estaba de “ser un dictador”.


Lo cierto es que, pocas horas después, y de manera milagrosa, varios presos políticos fueron excarcelados -al menos parcialmente-, y a Julián Conrado se le iluminaron los ojos de la dicha pues no se le hubiera ocurrido mejor alternativa para lograr el asilo que apelar a problemas de salud (en todo caso insignificantes frente a los que, de verdad, tuvo que padecer su rehén, el mayor Julián Ernesto Guevara).


Dicho y hecho, ahora el canciller Maduro ha dicho que, como Venezuela no es una dictadura, al Ministerio Público le corresponde evaluar la condición médica del guerrillero, y que, finalmente, será el Poder Judicial el que decida la suerte de Conrado.


Por supuesto, toda la red continental -tanto gubernamental como no gubernamental- de apoyo a las Farc se ha activado y llueven como dardos las presiones y cordiales sugerencias para que, por ningún motivo, se repita el caso de Alberto Martínez, director de Anncol.
En conclusión, para las Farc sería muy difícil de asimilar un nuevo sacrificio revolucionario, un ejemplo más de fratricidio socialista. Y a la inversa, supongo -sin ironía- que, para Colombia, el asilo de Conrado en Venezuela sería una amarguísima derrota.