VÍCTOR CORCOBA HERRERO* | El Nuevo Siglo
Miércoles, 12 de Diciembre de 2012

El peligroso terreno de las desigualdades

 

El  mundo se mueve en un peligroso terreno de desigualdades, que empiezan por indignarnos y acaban por desesperarnos. Fruto de estas diferencias entre personas, en su mayoría gestadas injustamente, son la multitud de movimientos sociales que invaden todos los países.

En la actualidad nuestro mundo sigue prestando oídos sordos a los que más sufren. La desigualdad, en lugar de achicarse, crece cada día, impidiendo a sectores enteros desarrollarse. Ante estos hechos, la realidad debe imponerse, y han de modificarse estilos de vida, conductas adquiridas en buena medida desde la manipulación. Las riquezas debemos distribuirlas más equitativamente. No se trata de dejar en la miseria a personas, se deben brindar oportunidades en igualdad de mérito y capacidad para todos los ciudadanos.

La marea popular, que se toma las plazas en diversos países del mundo, es la expresión de lucha de los excluidos contra una clase dominante que ni les escucha, y que cuando dice escucharles, les engaña. Por desgracia, muchos ciudadanos solo pueden soñar en sobrevivir día a día, mientras otras personas derrochan lo que otros no tienen. Todas estas contradicciones y situaciones paradójicas son síntomas de falta de humanidad hasta en la misma cúspide del poder.

Para superar esta exclusión que activa tantas desigualdades en un mundo global hay que modificar estructuras de gobierno, planear planes de igualdad, valorizar la voz de los excluidos, y revitalizar una política redistributiva de recursos sustentada por el pilar de la justicia social.

Habrá muchas brechas que cerrar, pero también muchos caminos que abrir. Esto exige un claro compromiso redistributivo respecto de las producciones del desarrollo y un mayor equilibrio en el reparto. La llave de esta igualdad requiere un pleno empleo, y un empleo decente, acompañado por una política social que complemente las posibles deficiencias en determinados sectores que pueden ocasionar discordancias. Claro que es posible esta vocación igualitaria, siempre y cuando proyectemos otro tipo de vida más solidaria y honesta, que difunda las ganancias entre toda la sociedad. En este sentido, hace bien la Unión Europea en trazar planes de acción para luchar con más cohesión y fuerza contra la evasión y el fraude fiscal.

Ciertamente, los recursos abundan en el mundo. Lo que sucede es que están desigual e injustamente tratados; y esto se debe, entre otras cuestiones, a la existencia de una globalizada camarilla de devoradores, proclives a unas finanzas sin transparencia alguna, con gran secretismo operativo, y que facilitan el blanqueo de capitales, la evasión y el fraude. Indudablemente, el pobre no conoce de estos paraísos fiscales porque nada tiene que aportar a ellos. Hasta ahora, los líderes del mundo, no han sido capaces de llevar prosperidad a diversos rincones del planeta, y, por ende, tampoco de reducir las tremendas desigualdades entre ricos y pobres.

En definitiva, para desterrar la desigualdad entre mundos dentro de un mismo planeta, se requiere romper con el origen y con la transmisión de ese nacimiento. Se trata de superar todo tipo de exclusiones y de reafirmar el valor del ser humano, como persona superior a todas las cosas. Cada uno de nosotros, desde esta diversidad de culturas hoy globalizadas, tenemos que luchar por esa igualdad perdida a causa de tantas discriminaciones consentidas. Ha llegado, pues, el momento de tomar las riendas ciudadanas, de que la luz llegue a todos los moradores del planeta, con la misma pasión que en todas las tierras el sol sale al amanecer, de que a pesar de tantas adversidades todos seamos salvados por una vida digna.

corcoba@telefonica.net

*Escritor