Hay viejos oligarcas bien tratados y compatriotas en tiempo presente tildados de serlo, calificativo que no corresponde. Oportuno recordar que después de la Independencia poseedores de bienes los incrementaron, consiguieron títulos considerables de tierra, otros que les adjudicaran fincas, hubo expropiaciones de inmuebles de españoles, repartición inequitativa de los mismos, los soldados poco recibieron.
Antiguos adversarios del movimiento emancipador, que no conocieron un campo de batalla, se colaron en la constituyente de Villa del Rosario de Cúcuta impidieron la aprobación de las disposiciones del Libertador Simón Bolívar para acabar con la esclavitud y en defensa de los indígenas, que don Antonio Nariño fuera vicepresidente, apoyaron al general Francisco de Paula Santander. De la distribución él se benefició alegando que carecía de sueldo digno para el desempeño de su cargo, se le adjudicó por decreto como recompensa por sus servicios la hacienda de Hato-Grande en Sopó y la casa en el centro de Bogotá que pertenecía a un emigrante realista de apellido Córdova.
Esa oligarquía criolla contribuyó a la configuración de latifundios, al acaparamiento de ejidos, tuvo la concesión de extensas zonas geográficas, todavía algunos descendientes de receptores de esos privilegios los usufructúan. Sin dejar de enaltecer la gesta heroica registro lo anterior porque en materia de oligarquías hay mucha tela que cortar, los viejos oligarcas perdieron poder, los de clubes exclusivos poca importancia política tiene y no lo son compatriotas que, sin incursionar en el crimen, han creado capital, empleo, cumplido con sus obligaciones tributarias.
Desconozco si el epíteto se relaciona con los mafiosos de los últimos decenios quienes infiltraron las instituciones, cuando está de moda enaltecer a la delincuencia, catalogar de oligarcas a dirigentes cultos que no amasaron fortunas y se dedicaron a la actividad pública. Vienen a mi memoria nombres de ilustres colombianos cuyas vidas transcurrieron en permanente contacto con el pueblo - sacrificados algunos por la violencia fratricida- que merecen admiración y elogio.
El presidente Gustavo Petro respecto de proyectos de reforma a consideración del Congreso, pide que los acoja la oligarquía. Oportuno precisar a qué y quiénes se refiere, no son oligarcas personas de estratos cuatro, cinco y seis egresados de universidades de calidad, ni funcionarios de sectores público y privado con salarios aceptables que laboran en empresas productivas porque hayan comprado automóvil y vivienda o estén en vía de adquirirla.
Enfrentar clases sociales es dividir a la Nación, dificulta la consecución de la Paz. Una sociedad justa e igualitaria se relaciona con grandes propósitos, la participación conjunta, el compromiso de elevar el nivel de vida de los pobres. A pesar de diferencias de fondo y de forma se requiere la unidad nacional para superar problemas agobiantes. El mal empleo de la palabra oligarca confunde y afecta, el tema trasciende la semántica, como se usa afecta el concepto de cambio, la educación, idoneidad y cultura corresponde valorarla por fuera de expresiones equivocas. ¡Qué barbaridad! Estaba suponiendo que el dueño protestatario de la tienda de la esquina es oligarca.