El debate electoral para las próximas elecciones presidenciales será una gran oportunidad para que los colombianos decidan el rumbo que debe tomar el país en estos tiempos difíciles por los que atravesamos.
De acuerdo con el artículo 103 de la Constitución colombiana, “son mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía: el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato”.
A partir de la ley 1475 de 2011 se abrió la posibilidad de que la ciudadanía, partidos y movimientos políticos con personería jurídica puedan promover el voto en blanco teniendo derecho a que el Estado financie sus campañas mediante reposición de votos si se obtiene la votación necesaria, así como la posibilidad de acceso a medios de comunicación.
Muchos colombianos eufóricos proclaman que su voto será en blanco, ellos quieren expresar democráticamente su rechazo a los abusadores del poder, a la dictadura de la corrupción, a la mermelada. El país va hacia los abismos fatídicos de la destrucción.
Si el voto en blanco llegare a obtener el 50 por ciento más uno de los votos válidos se podrá convocar a una nueva contienda electoral con nuevos candidatos, tratándose de las elecciones presidenciales o para alcaldes. Sería la forma más efectiva para protestar contra las maquinarias y clases políticas dominantes.
¿Podemos decir entonces, que aplicando estas normas constitucionales, aseguraríamos la purificación de nuestro Estado de Derecho, ya que tendríamos la ocasión extraordinaria de repetir la elección con nuevos candidatos?
Ahora, ¿quiénes serían esos candidatos para una nueva elección? ¿Serán unos ángeles celestiales con diferentes maquinarias?
Preguntémonos mejor, ¿qué pasaría si el voto en blanco no obtuviese la mayoría, si sólo llegase a un 40 por ciento minoritario?
Facilitaría que candidatos indeseables lleguen al poder sin ninguna oposición, pues el número de votos en blanco obtenidos, trescientos mil hipotéticamente, son los que le harían falta al candidato honesto, que en últimas era nuestro preferido.
En la práctica nunca será posible una mayoría de votos en blanco, salvo en las regiones con candidatos locales, donde se dé un número de habitantes menor a quinientos mil. En Colombia abundan los vendedores y compradores de votos, vieja cultura que atropella la dignidad de los colombianos. Ya lo advierte jocosamente una súplica: “Señor envía una lluvia de tamales antes de las elecciones, para que los hambrientos no vendan su voto…”
Teddy Goff, quien fue un estratega digital de las campañas de Barak Obama y de Hillary Clinton, afirmó que en la última elección en Estados Unidos, Trump salió a decir que “Hillary debía estar en la cárcel, mientras que ella decía: este es mi plan para la economía”.
Lo primero resultó más divertido para la gente, frente a las propuestas serias de Hillary. Tedddy Goff concluye “es una pena que una cultura tenga ventaja sobre la otra, pero creo que eso va a seguir pasando por un buen tiempo”.