El mundo comienza a marchar sobre el 5G. Una apuesta que parece de ciencia ficción, pero que seguramente será superada por el 6G, 7G, 8G y así hasta un infinito de nuevos desarrollos que asombran. El 5G llega como la tecnología que facilitará conexiones de ultrabanda ancha, conexiones de realidad aumentada, el internet de las cosas, vehículos autónomos, aplicaciones de misión crítica que permitirán hasta dirigir cirugías en forma remota, por mencionar solo algunos de los avances. Pero aun hay un largo camino por recorrer.
Ese desarrollo tecnológico, como todos, tiene una dimensión económica y social: impulsar políticas de mejor calidad de vida y reducción de los niveles de pobreza.
Los países que pretenden la competitividad como motor de progreso, ven en la tecnología la mejor autopista posible para el desarrollo. Por eso se embarcan con responsabilidad y visión de futuro en la carrera por adoptar las herramientas de última generación.
Subirse a la quinta generación tecnológica implica asumir retos. En el caso de Colombia, la tarea es auun más compleja. Hay muchos usuarios caminando lentamente en el 2G -cerca de 14 millones de usuarios-, cuando el resto, corren a toda marcha por la autopista 4G. El Gobierno y los proveedores de telecomunicaciones deben hacer grandes esfuerzos para conectar, en los próximos cuatro, a otros 13 millones de colombianos.
Otro gran obstáculo es la falta de una política clara para desplegar infraestructura. Hoy los operadores de telecomunicaciones no lo pueden hacer a la velocidad que el desafío lo requiere. Todo por cuenta de limitaciones en el uso del suelo, dispuestas en los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) y en decretos que no están ajustados a las mejores prácticas propuestas por autoridades como la CRC, MinTIC y la ANE.
Por ejemplo, 647 municipios expidieron normas que siguen los lineamientos nacionales para instalar infraestructura, pero de ellos por lo menos 30 mantuvieron restricciones. A nivel territorial no hay una verdadera conciencia de cómo las tecnologías avanzadas y la conectividad son sinónimo de progreso.
Si queremos tener un 4G a su máxima potencia y asomarnos lentamente al 5G, se requiere la instalación por todo el país de pequeñas celdas conectadas cada 2,25 metros.
La política pública del Gobierno deberá enfocarse en lograr un balance adecuado entre inversión y efectividad. Buscando siempre generar los incentivos correctos para que los recursos y esfuerzos se concentren donde más beneficios sociales generen.
No parecería sensato apostarle recursos ahora al 5G, sin haber conectados a los colombianos en 4G. Hay que dar un paso la vez.
Debemos eliminar los cuellos de botella que impiden que se realicen las inversiones en 4G a un ritmo más acelerado, y luego, la industria podrá abordar en forma responsable planes de expansión en 5G.
Hoy no tenemos las vías para que el 5G se haga realidad. Este avance parece más a la medida de países desarrollados, que están en fases tempranas de introducción.
Por ejemplo, la tecnología 5G que se ha lanzado en ambiente de prueba en varias ciudades de Estados Unidos como Chicago y Minneapolis, Atlanta, Dallas-Fort Worth, Houston y Kansas City, y AT&T en Los Ángeles, Orlando y San Francisco, aun no está lista para un despliegue nacional y requiere utilizar permanentemente la tecnología 4G para estabilizar el servicio.