Gran reto tiene la Comisión del Esclarecimiento de la Verdad de un conflicto de más de 50 años, que dejó heridas que continúan latentes en quienes lo padecimos y en aquellos que lo presenciaron, horrorizados por la crueldad, frialdad y deshumanización de sus actores.
El padre De Roux ha dicho que desea “comprender la verdad histórica” y por ello debe “conocer el terreno de los acontecimientos, tener acceso a las personas que lo vivieron y conocer razones por las que actuaron”. De manera que se puso en la tarea de recopilar toda la información sobre el conflicto que vivió Colombia desde el año 1953.
El debate está candente, pues en la reconstrucción histórica de la verdad no todo quedará descubierto como muchos desearíamos. Los expedientes de los operativos de inteligencia militar deben manejarse con la reserva que merecen, sin sacrificar la verdad en casos específicos de crímenes de lesa humanidad, ni exponer la seguridad del país. Colombia sigue confrontando amenazas criminales internas y una situación de inestabilidad en la región. La verdad de las Farc está compartimentada y sólo escuchando los fragmentos de todos se podrá reconstruir. Muchos de los paramilitares están por fuera del país y quedamos a expensas de la voluntad de los civiles que deseen contribuir con el proceso.
Si aceptamos que la verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, debemos entender que aunque los hechos no cambian, las interpretaciones varían, dependiendo de quienes los vivieron y del contexto en qué lo hicieron, por consiguiente cada uno de nosotros tenemos nuestra verdad. Me pregunto ¿La sociedad colombiana está lo suficientemente madura para valorar y tolerar la verdad de los otros?
Hago un llamado a tomar conciencia de las experiencias internacionales. Miremos el caso de Irlanda del Norte. Después de 20 años de la firma del Acuerdo de Belfast o de viernes Santo, que terminó el conflicto armado interno que por tres décadas libraron los republicanos (católicos) y los unionistas (protestantes), y derribaron muchos de los muros que los separaban, la sociedad sigue dividida. Aún no se ponen de acuerdo en el nombre del pacto de paz firmado, mucho menos en quien contará la verdad, se mantienen divididos por muros invisibles de desconfianza.
La Comisión del Esclarecimiento de la Verdad en Colombia deberá acotar el tiempo del conflicto a evaluar y concentrarse en los casos más relevantes, con el fin de determinar las causas estructurales del conflicto y cumplir, en tres años, con el compromiso de esclarecer los patrones de la violencia en el país. Y la sociedad colombiana en su conjunto debe estar dispuesta a aportar en el proceso y bajar nuestras expectativas individuales frente a la verdad.
El padre Francisco De Roux sabrá responder a las expectativas de todos, actuando con la mesura y sabiduría que el momento histórico de Colombia requiere, de manera que cada uno de nosotros valoremos el proceso de esclarecimiento de la verdad, para crear condiciones de convivencia y unión entre los colombianos y sentar las bases de la no repetición.
*Magíster en Ciencias Políticas