CIEN exitosos libros ha escrito el académico Antonio Cacua Prada. Con motivo de sus 90 años de edad, en los amplios salones del Club El Nogal tuvo lugar un coctel – almuerzo al cual asistimos amigos, académicos de varias instituciones del país.
Recordamos la hermosa sentencia del Menéndez y Pelayo: “Ahí os entrego el más bello idioma del mundo. Haz que mientras lo usas y disfrutas, si no podéis enriquecerla y mejorarla, por lo menos que no se maltrata y deteriora”. Tal vida, tal lenguaje; allí donde veáis un lenguaje corrompido, podéis afirmar que las costumbres están igualmente pervertidas.
El hombre primero vivió en las cavernas. Después de muchos miles de años, inventó la palabra. Y esto lo diferenció de las bestias salvajes. Aristóteles considera la voz, como una facultad natural y la palabra como una invención convencional.
Una Academia es una acumulación de saberes. Piensa y hace pensar, crea ciencia y la transmite. La reunión en el club El Nogal fue memorable. Entre algunos valores recuerdo al Obispo de Fontibón, monseñor Juan Vicente Córdoba, eminente teólogo. El P. Diego Jaramillo quien ha defendido, dirigido y ensanchado la gigantesca obra del P. García Herreros “Minuto de Dios”. El P. Eudista Camilo Bernal, el Historiador P. Toro.
Hubo derroche de humor, erudición, cultura y sobre todo preocupación por el momento que vive Colombia en esta época preelectoral. Con la ayuda de Dios todo saldrá bien. El exministro Carlos Rodado Noriega, dinámico director de la Academia de la Lengua, catedrático Juan Carlos Vergara y Eduardo Durán expresidente de la Academia Colombiana de Historia. Como es apenas natural hubo una orgía de excelentes chispazos, relato de anécdotas maravillosas y metáforas de impacto.
De Luis López de Mesa se afirmó que para él era más grave un “Ijo sin hache que un hijo sin padre conocido”. Otro explicó: al escuchar un parlamentario sorprendió a su adversario por la gran elocuencia con que defendía un proyecto de ley, pidió la palabra y afirmó: su magnífica argumentación me ha hecho cambiar de opinión “pero no de voto”.
A veces se critica el ocio por esterilizante e improductivo. Pero es el fecundo descanso el que permite recuperar energía para trabajar con más intensidad y brillo. Sin el ocio acompañado del estímulo gastronómico, fracasaría la cadena infinita de cocinas provocativas y apetitosas. El ocio auspicia el diálogo enriquecer, creativo, innovador. El ocio razonable permite leer con ansiedad y provecho los libros que constata pasión escriben los intelectuales del universo mundo.
Antonio Cacua ha sido prolífico, por una razón: cada que lo visita la muerte, lo encuentra iniciando un libro. Desvía el camino y exclama, mejor, en otra ocasión me lo llevo.