La sola desnutrición en los trabajadores produce un estado de abulia que disminuye su capacidad productiva y aumenta el número de accidentes de trabajo. A esto agregan a otros, que parte de lo invertido en educación se desperdicia, ya que las personas desnutridas no pueden sacar pleno rendimiento de su capacidad intelectual. Esto equivale a un camión cargado de muchas toneladas y se le suministra gasolina con agua. Todo perturba y la catástrofe es inevitable.
Los grupos de población mal alimentados dan señales de rencor y constituyen focos muy peligrosos de agitación para causar disturbios, a la menor provocación.
No olvidemos esta verdad que el anarquista internacional y lugareño que sobra, y explota constantemente para bien de sus designios, todo ser desempleado, tarado, desnutrido, hambreado, humillado, con necesidades apremiantes actuales, despreciado y frustrado, está permanentemente en tranco de preagresividad, de ferocidad. Que ese hombre no puede pensar con la lógica de los bien alimentados, los privilegiados, es ya un extraño al grupo, un alineado, un criminal potencial.
Y no se cree tontamente, que son indispensables todos los factores enumerados, para crear la capacidad criminógena, con la sola desnutrición sería suficiente, como lo proclaman los neurólogos, los fisiólogos del sistema nervioso y los especialistas en nutrición cuando repiten a los cuatro vientos: “Dime cómo comes y te diré como piensas, cómo sientes y cómo actúas”.
Los investigadores sociales hablan de un 30% y hasta un 40% de pobres vergonzantes y multitudes amontonados en los tugurios y cordones de miseria; recordemos algunos mendigos, expresidiarios, vagabundos, maleantes, carteristas, informales, saltimbanquis, personas que se lucran con el comercio ilegal, las prostitutas. Lo dicho antes se agrava, en forma clara, por los millones de gentes expulsadas del sector rural por el terrorismo, las invasiones a las zonas mineras y la delincuencia organizada.
No se puede desconocer la incontrolable explosión demográfica, que multiplica la miseria cada vez más.
En la desocupación hay que tener en cuenta el aumento insólito de los ociosos por el cierre de más de dos millones de pequeñas empresas por la pandemia, la guerra rusa – ucraniana y la inflación mundial y local.
El subproletariado de las sociedades modernas de la saturación demográfica es un fenómeno actual de estos días.
El trabajo en la época contemporánea se reduce velozmente, ya que la máquina y la automatización han desplazado a las personas. Hasta hace poco lavar un carro se hacía en media o una hora artesanal y primitivamente. Hoy una poderosa máquina lavacarros hace la mejor de las limpiezas en 10 minutos o menos.
La mano electrónica no se fatiga, no cobra horas extras, no hace huelgas, paros y protestas.
Este es el doloroso precio de la sociedad digital. El cerebro artificial, los robots acaparan de tal manera el trabajo del hombre que las huelgas y protestas de los obreros ingleses en Londres fue por la pérdida de sus empleos ante la automatización y ejecución mecánica de sus tareas laborales.