“La guerra nunca es de un solo color y nunca es homogénea, son muchos grises y muchas perspectivas y vivimos en eso, en la normalidad, en la gente volviendo a tratar de restablecer su vida con los restaurantes abiertos, con las mujeres tratando de verse bonitas, con las parejas tratando de hacer sus relaciones, con los teatros y cines operando, a pesar de que suenen las alarmas. Y luego nos encontramos con esa realidad cada vez más dura del frente de batalla, entonces es una vida muy compleja, llena de ambigüedades, llena de contradicciones”. Estas son las palabras de Catalina Gómez Ángel, una de las pocas corresponsales de guerra colombianas, quien ha cubierto conflictos y movimientos sociales en diferentes países del Oriente Medio, incluidos Siria, Palestina, Irak, Egipto, Líbano, Turquía, Afganistán e Irán, donde reside en la actualidad.
Y agrega: “Cada uno quiere seguir sobreviviendo y cada cual lo intenta y cada acto es un acto de valentía, un acto de resistencia, pero realmente a todos los alcanza, porque mueren personas cercanas, porque quedan personas heridas cerca de sus casas, porque nadie está exento de que le caiga un misil o la parte de un misil cuando lo destruye una defensa antiaérea, entonces la guerra tarde o temprano tristemente termina por alcanzarte”, sentencia Gómez.
Valentía
En este ir y venir de Catalina, viviendo siempre en riesgo y tratando de mantenerse a salvo y poder llevar al mundo de manera fiel su visión de las realidades que afronta día a día, ella cuenta cómo es esa vida: “Debo cargar con mi chaleco, el casco, un kit de primeros auxilios que cada vez es más grande. Tengo que llevar todos los elementos de comunicación, cámaras, equipos, todo full carga y llevar además baterías, por si no hay electricidad. Últimamente cargamos con un generador eléctrico, una especie de powerbank y algo para protegerme si baja la temperatura”, narra la corresponsal, quien se encuentra en Colombia a propósito del Festival Gabo 2024, donde dictó un taller sobre cómo cubrir los conflictos internacionales.
¿Y qué pasa con el agua y la comida? “Debo decir que son muy pocas veces en mi vida en las que no teníamos qué comer; fue una vez en Siria, porque no habíamos llevado lo suficiente. Generalmente he tenido comida, incluso en Ucrania, en los momentos más difíciles, en el Donbás, donde los supermercados estaban un poco desabastecidos, siempre encontrábamos cositas que comer. Obviamente con toda la logística había que ordenar a las 12 del día para que en el único restaurante que estaba abierto te tuvieran preparada la comida a las 7 de la noche; si no pedías a las 12 del día, te quedabas sin comer, pero entonces siempre había algún jamón o algún queso, lo que había en ese momento en el supermercado y con un pan te podías hacer un sándwich o algo”, comenta Gómez.
En un mundo en donde la guerra parece absorberse cada vez más rápidamente y los frentes de batalla parecen multiplicarse, la guerra de Gaza se torna de un modo distinto. Las imágenes de la desolación y la destrucción cambian la perspectiva de ver la guerra, y aunque Catalina no ha ido a Gaza durante esta última confrontación, ella estuvo en la guerra de 2014 y dice que esa guerra era un juego de niños al lado de la que se vive allí actualmente.
“En esta guerra en Gaza no han dejado entrar a ningún periodista extranjero, esa es la realidad. Bueno, solamente una logró entrar, porque se encontró con una ONG de los Emiratos Árabes. Yo solamente estuve en Gaza en 2014, la última gran guerra antes de esta que no tiene nada que ver, parecía un juego de niños comparada con esta y aun para mí ha sido de todas las guerras que he cubierto, y llevo más de una década cubriendo en Siria, en Irak, en Afganistán, ahora en Ucrania para mí ha sido la más dura de cubrir, la que más me impactó, la que más me dejó afectada psicológica y mentalmente.
Para ella, su trabajo es fundamental y pese a que debe pasar momentos complicados por su seguridad o por lo que debe vivir en medio de las batallas, el dolor de las personas o la destrucción, destaca la necesidad de hacerlo y añora incluso que no haya más personas como ella que puedan cubrir también las guerras y los conflictos que se viven en el mundo. Para esta mujer, nacida en Pereira, Colombia es una tierra que se añora en la distancia, las personas que ha encontrado en esos países en donde ha estado, la han hecho sentir en casa.
“Uno siempre se encuentra con personas muy acogedoras, muy bonitas, la gente siempre te agradece estar ahí en su país contando su historia y contando su guerra, la gente siempre es muy agradecida y sobre todo cuando sabe que uno es latinoamericano y colombiano, lo agradecen enormemente. No extraño mucho realmente mi tierra, pero cuando estoy aquí, obviamente la disfruto y la siento enormemente y me llenan de energía y me llegan al corazón”.
Catalina Gómez, en 100 palabras
Trabaja en Oriente Medio como corresponsal desde 2007. Ha realizado maestrías en Relaciones internacionales y Comunicación (Universidad Complutense, 2002) y Creación Literaria (Escuela Contemporánea de Humanidades de Madrid, 2003). Después de trabajar en varios medios colombianos se trasladó a Irán, desde donde ha cubierto conflictos y movimientos sociales en diferentes países de la región incluido Siria, Palestina, Irak, Egipto, Líbano, Turquía, Afganistán e Irán, donde en la actualidad es una de las pocas periodistas occidentales acreditadas.
Es autora de "Tras los muros" (2017) y coautora del libro "Balas para todas: Seis mujeres periodistas en Oriente Medio y el Magreb" (2021).
Gómez Ángel fue ganadora del Premio Simón Bolívar en 2017 por su cubrimiento de la batalla de Mosul, en Iraq, e hizo parte del equipo que produjo "La lucha contra el Estado Islámico" para Fusion, ganador del Scripps Howard Ward en 2017. Ha sido reconocida en dos ocasiones como la mejor corresponsal de Colombia por el Círculo de Periodistas de Bogotá.