El Chicamocha probó a los ruteros | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Agosto de 2015

A las 6:30 am cuando los jóvenes integrantes de la Ruta BBVA abordaron los buses que los llevarían a su destino diario, el sol radiante y el cielo azul presagiaba la calurosa jornada que se avecinaba. Ese día, la segunda marcha de la ruta en Colombia marcaba la agenda y las previsiones apuntaban que la temperatura iba a ser un factor primordial en las posibilidades de los 177 ruteros, los 30 periodistas y el grupo de monitores y personal médico para terminar la marcha que estaba programada desde la vereda Villa Nueva hasta el municipio de Jordán, Santander y desde allí a Mesa de los Santos.

 

A las 8:00 en punto comenzó a moverse el grupo. Tras “llanear” un poco, el imponente Cañón del Chicamocha se abrió a los pies de los expedicionarios que desde allí comenzaron un descenso casi en vertical, que por más de 4 horas y media los llevó hasta la orilla del río que lleva el mismo nombre y luego de bordearlo, a Jordán Sube, un pequeño pueblo conformado por la plaza principal y algunas casas en donde viven los casi 100 habitantes que tiene este municipio.

 

“Mucho cuidado con las piedras, mucho cuidado con los pasos que dan, moderen el agua y ojo que en el camino pueden haber fósiles de más de 4 millones de años de antigüedad que es la edad que tiene este formación rocosa”, indicaba Jesús Luna, jefe de Campamentos a través de su megáfono, mientras la temperatura comenzaba a subir.

 

La llegada al valle del Chicamocha, mostró el panorama: algunos periodistas presentaban síntomas de insolación y muchos de los niños ya no tenían agua. El avistamiento de un arroyo por los marchantes que iban a la delantera alertó a todos, y dio una luz de esperanza a un desfalleciente grupo que marchaba cerrando filas.

 

Más que un arroyo, lo que había era un pequeño nacimiento de agua cuya coloración no daba mucha confianza para beberla aunque sí a todos les provocó mojar sus gorros y sombreros, sus camisas y cuanta ropa llevaran, eso les sirvió para alcanzar a terminar ese primer tramo y entrar a la plaza de Jordán en donde los esperaban con viandas conformadas por frutas, bebidas, carne y papas, entre otras.

 

A las 12:20 cuando los ruteros llegaron a este pintoresco municipio, los termómetros marcaban 42 grados centígrados, bajo esa canícula almorzaron pegados a las paredes tratando de buscar un poco de sombra y añorando una pequeña pila que lanzaba choros de agua pero cuya apariencia tampoco fue suficiente para lograr que se metieran.

 

Al momento de iniciar la segunda marcha que los llevaría desde los 400 metros hasta los 1.200 de Mesa de los Santos, comenzaron las deserciones. Periodistas y  algunos expedicionarios optaron por los carros para llegar a la próxima cita en la población en donde el teleférico del Chicamocha tiene una estación.

 

Al final, más de 130 ruteros lograron su cometido. Llegaron cansados, deshidratados pero sobre todo muy felices por haber realizado una hazaña. Irina, una niña madrileña que tuvo problemas en el ascenso, “pues tuvo un ataque de ansiedad y perdí la noción del tiempo”, solo pedía un teléfono para llamar a su padres en España, alguien le dijo, “para qué los vas a preocupar contándoles que tuviste problemas” y ella respondió: “No lo que quiero es contarles que fui capaz de bajar y subir esta montaña”.

 

El lunes próximo, cuando la ruta llegue a Bogotá, el Cerro de Monserrate, cerrará las marchas de esta versión de la ruta en Colombia. No será mucha la distancia, pero si el desnivel y la altura en la que está, pondrá un nuevo ingrediente a esta aventura que se acerca a su recta final.