La Inteligencia Artificial (IA) “no es una bola mágica, y, además, sí o sí necesita la intervención humana”, dice el escritor español Jorge Gonzalvo, en la última edición de la Feria del Libro de Guadalajara, en México, donde en medio de la multitud le pide a ChatGPT consejos para presentarse y que los lea con la voz del fallecido novelista argentino Julio Cortázar.
Expectante, la audiencia escucha cómo la famosa interfaz de inteligencia artificial generativa suelta tips a la manera de “Instrucciones para llorar”, el cuento de Cortázar (1914-1984) que ofrece un método para desgranar lágrimas.
Le sugiere, entre otras cosas, respirar profundamente tres veces para controlar los nervios, provocando risas y fascinación entre el vasto público que asiste a la conferencia de Gonzalvo sobre la manera que usa la IA en sus talleres de escritura.
Atrapavientos, la asociación de fomento a la literatura que dirige este gestor cultural de 51 años, propone a sus alumnos escribir historias surgidas de la imaginación, para luego pedirle a ChatGPT que genere un relato con parámetros similares y compararlos.
También los desafía a diferenciar textos creados por una máquina y una persona. Su objetivo es incentivar destrezas narrativas, dice el autor a la AFP que: “En el caso de la creación literaria, gana por goleada la persona. Los textos más creativos y originales son los que escriben los «chavale»”.
Mediante estos ejercicios, además, Gonzalvo demuestra que herramientas como ChatGPT suelen equivocarse, lo que a su juicio debería obligar a la gente a profundizar en su materia y generar pensamiento crítico. “Es como las ‘fake news’ (noticias falsas), no voy a creer todo lo que me dice”, apunta el escritor, favorable a un uso estrictamente educativo de este tipo de herramientas.
“No estamos hablando del ámbito profesional o el ámbito comercial. Está muy claro que la inteligencia artificial tiene que ser regulada”, señala.
Propiedad intelectual
Más allá de la parte educativa y lúdica del robot conversacional, Gonzalvo y otros actores del mundo del libro reconocen que hay inquietud en la industria por esta clase de aplicaciones.
El director de la Feria del Libro de Fráncfort, Juergen Boos, reconocía en octubre pasado preocupaciones por la propiedad intelectual de los contenidos o la falta de pago por los textos que alimentan los sistemas de la IA.
Los actores de esta industria muestran “un profundo sentimiento de inseguridad”.
Se preguntan “qué ocurre con la propiedad intelectual de los autores, a quién pertenecen realmente los nuevos contenidos, cómo integrarlos en las cadenas de valor”, explica. Además, existe un debate sobre el uso de estas herramientas para generar contenido nuevo con fines comerciales.
Por ejemplo, el francés Thierry Murat utilizó una aplicación llamada Midjourney para generar un cómic totalmente dibujado por inteligencia artificial, una iniciativa que varias editoriales rechazaron publicar y que difundió por su cuenta tras conseguir fondos.
Este programa y herramientas similares se basan en el trabajo de dibujantes o ilustradores sin ofrecerles una compensación.
Amazon, por su parte, pide a los usuarios de su plataforma KDP, que permite a los autores publicarse a sí mismos, decir si utilizaron contenido generado por IA, ya sean textos, imágenes o traducciones.
Facilitar tareas
Sin embargo, el argentino Daniel Benchimol cree que la IA tiene el potencial de ayudar a la industria, principalmente haciendo más eficientes algunos procesos en la producción y comercialización de libros.
Benchimol, quien encabeza una empresa que asesora a las editoriales en la transformación digital, afirma que estos sistemas pueden, por ejemplo, ayudar a los editores a revisar la gran cantidad de manuscritos que les llegan.
“Pueden evaluar rápidamente si ese texto está bien escrito, si produce un contenido inédito y original (...) y sugerirle a un editor humano que lo revise”, explica Benchimol a la AFP.
Al ser sistemas principalmente basados en estadística, “pueden hacer cálculos y evaluar si un texto podría llegar a ser un ‘best seller’ o no”, añade.
Benchimol cree también que la IA permitirá ampliar el universo de idiomas a los que puede llegar una obra o permitir a las empresas apostar más por los audiolibros, que suelen tener costos más altos. Pero, igualmente, reconoce que algunos trabajadores de la industria, como los traductores y correctores de estilo, pueden verse afectados.
“Hay una discusión profunda que tiene que ver con la propiedad intelectual, es una legislación sobre la cual todo el sector funciona (...). Por lo menos requiere una revisión profunda y completa que incluya la utilización de estas herramientas”, asegura.
Como muchos otros sectores, el mundo del libro está en ebullición ante la revolución tecnológica que suponen programas de inteligencia artificial como ChatGPT.
Sin inspiración
Las máquinas carecen todavía de inspiración para escribir novelas, asegura el autor británico Salman Rushdie después de leer un texto corto generado “con su estilo” por un programa.
“Quien haya leído 300 palabras de mi puño reconocerá inmediatamente que es imposible que eso sea mío”, agregó el escritor, poco preocupado “por el momento”.
El rendimiento de la IA en ficción “no es todavía muy bueno”, argumentó Jennifer Becker, autora y universitaria alemana.
“No veo todavía el momento en que confiemos el trabajo de escritura a la IA de forma totalmente autónoma”, estimó.
En cambio, “el potencial es grande para usarla en colaboración”, como una asistencia a la escritura, apuntó.
Para las novelas románticas, que se basan en modelos narrativos estereotipados y con una producción masiva, la IA ofrece oportunidades, incluso “un cierto alivio” para quienes ya no deberán ocuparse de este tipo de contenido, bromeó Juergen Boss.
No obstante, como la IA generativa se sirve de miles de millones de textos para entrenar sus algoritmos y crear el contenido, esto puede provocar contenciosos legales.
¿Quién es el autor?
Una de las principales incógnitas es saber quién dispone de los derechos de autor del contenido generado por la IA.
En la plataforma KDP de Amazon, dedicada a la autoedición, ya pululan libros generados enteramente por la IA, observan los especialistas. Algunos incluso aparecen entre los más vendidos.
KDP pide ahora a los autores declarar en la web si sus obras han sido generadas por máquinas (tanto los textos, como las imágenes o las traducciones).
En septiembre, varios escritores, como George R.R. Martin, de la saga Juego de tronos, o el rey de la novela de suspense John Grisham, denunciaron en Estados Unidos a la empresa californiana OpenAI, a la que acusan de usar sus obras para crear ChatGPT sin respetar sus derechos de autor.