“Gabo fundó una realidad literaria que se esparció por todos lados” | El Nuevo Siglo
En una mañana de octubre de 1982 el autor de “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quien le escriba” y “El otoño del patriarca”, puso en alto su nombre el cual desde ese año lectores en el mundo reconocen hasta los días más actuales.
Foto archivo Fundación Gabo
Jueves, 24 de Febrero de 2022
Redacción Cultura

En una mañana de 1982 las gaitas a ritmo de cumbia y vallenato sonaban en el corazón de Estocolmo para celebrar una gran victoria para la literatura en la historia del país, pues la Academia sueca había llamado al hoy desaparecido escritor Gabriel García Márquez para anunciarle que el Premio Nobel de Literatura sería para este maestro del realismo mágico.

A partir de aquel inicio de los años 80, el nombre de Gabo es reconocido a nivel mundial. Un hito para Colombia que se conmemora este 2022, con el aniversario número 40 de este reconocimiento.

En sintonía con esta fecha, EL NUEVO SIGLO consultó a Cristo Figueroa Sánchez, director del departamento de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana, sobre este momento histórico, su influencia en el país y la obra de García Márquez.

EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo describiría la etapa por la que pasaba Gabo y su obra en el instante en que recibió el Nobel de Literatura?

CRISTO FIGUEROA: En buena medida García Márquez era considerado en ese instante como una figura del “boom” latinoamericano y del realismo mágico. Él estaba en plena etapa de madurez porque en ese momento de los 80 ya estaba “Cien años de soledad”, “El otoño del patriarca”, “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira” y “El coronel no tiene quien le escriba”, entre otras grandes novelas.

Hasta ese momento él ya había transitado por los caminos que lo condujeron a crear un mundo mítico que contiene símbolos de toda América Latina y que al mismo tiempo es autónomo y ese es el Macondo de García Márquez. Ya tenía a Macondo y más allá de él porque Macondo se perfila del todo en “Cien años de soledad” pero venía anunciado por obras anteriores, así como en la Comala de Juan Rulfo.

En el momento en que recibió el Nobel ya estaba en su madurez creativa. Gabo había fundado una realidad literaria que se esparció por todos lados y que representó a Colombia y América Latina; y una serie de elementos de la condición humana que persisten hoy y que por eso es que le gusta tanto García Márquez a tanta gente en cualquier geografía en el mundo. Hasta en China tuvo éxito.

ENS: ¿Cuáles fueron esos elementos de la obra de García Márquez que conquistaron al jurado del Nobel?

CF: Creo que no solamente fue por Macondo, sino que a él lo premiaron por toda la resonancia de su obra. Ahí entraría una producción mucho más experimental, que es “El otoño del patriarca”; es decir, “Cien años de soledad” es la narración que cancela un ciclo, pero “El otoño del patriarca”, que son casi 10 años después, es una novela que él venía gestando desde mucho antes.

Esta novela es el experimento del lenguaje y de esa manera él se acercó más a un tema que le preocupaba muchísimo, el cual se lo había dicho a Vargas Llosa un tiempo antes de que estuviesen en esa discordia, y era sobre el animal mitológico de América Latina, ese poderoso, la alegoría del poder que nos ha azotado de mil maneras desde los caudillos del siglo XIX y después en la dictadura. En esa novela creó un modelo, un arquetipo del dictador que es caribeño, pero que también es latinoamericano. Entonces creo que premiaron toda una construcción y una riqueza del lenguaje.



ENS: Cuando el escritor obtiene este prestigioso reconocimiento, ¿qué pasa en el país?

CF: En el año 82 estábamos en un momento político severo. El Nobel, políticamente hablando, fue desnudar los resortes de todos los poderes y de todos los mitos que teníamos en América Latina y en Colombia. El Nobel en los años 80 aparece como en un frenón de violencia. 

Que Gabo recibiera el Nobel a mucha gente le encantó porque hizo honor a ese macro relato de Macondo, de los “Cien años de soledad” con la que culminan 100 años de historia y con el que culmina todo el afán político que tuvo en “La hojarasca”, en “La mala hora” y “El coronel no tiene quien le escriba”.

Creo que la mayoría del público ama “Cien años de soledad” porque nos representa, condensa una historia, tiene referentes que a todos, mayores o menores de edad, nos interesan o nos afectan.

La gente quiere y alaba más al García Márquez cuentista y relator. Gabo fue el constructor de un lenguaje que nos hace ver por dentro, que no solo relata cosas, sino que crea, que anota en los depósitos de ese lenguaje popular oral, carnavalizado de las periferias.

ENS: ¿Ganar este reconocimiento de la academia sueca siempre estuvo en el imaginario de Gabo?

CF: Creo que él se impresiona, como lo hizo con el éxito de “Cien años”, cuando lo llaman esa mañana y le cuentan que ganó el Nobel. Todo escritor de alguna manera espera eso porque es un referente de resonancia mundial. Y Gabo sabía que estaba haciendo una obra poderosa, siempre supo cuál era su geografía literaria y la fue afinando día a día. Lo obtuvo mucho antes que Vargas Llosa, después de eso es que viene el Nobel de Octavio Paz, entonces la verdad es que sí, fue algo llamativo.  

Creo que durante su vida reconoció que estaba construyendo un mundo y que algún día iba a ser reconocido.

ESN: ¿Cree que en algún momento tendremos otro colombiano que alcance el Nobel de Literatura?

CF: Hay muchas obras que se están fraguando en Colombia, tanto en poesía como en narrativa. Tenemos una buena producción narrativa ya consolidada de los autores que vinieron después de García Márquez. Pero seguramente todavía hace falta que tengan más resonancia universal, traducciones y más reconocimiento, más allá de la frontera.

Aquí hay filones maravillosos de una narrativa que ya no es Macondo, es otro mundo. Creo que tenemos escritores de 70 y 80 años que ya han consolidado una gran obra. Pero entonces faltaría un reconocimiento mayor o una resonancia de obras totales, completas, que abran y cierren ciclos. Aun así, creo que sí tenemos madera, hay todavía autores que de pronto tienen resonancia latinoamericana y faltaría que llegasen a más lados porque creo que no solamente es la recepción que incluyen los criterios, sino también la opinión de muchos lectores, cómo se va volviendo el punto de referencia en muchas partes del mundo.

En Colombia hay grandes obras que se están puliendo todavía y que hay que esperar que se traduzcan. Pienso que en la medida en que resonemos más, la recepción se amplíe más allá de la academia, de las universidades prestigiosas, de los centros de cultura puntuales de acá, que el libro se vuelva propiedad de muchos lectores y procedencias y se sientan apelados por eso y les enseñe a querer, a ver más, sería el camino para que obtengamos otro Nobel.