“Inteligencia militar y sabiduría indígena, claves en rescate de niños" | El Nuevo Siglo
Daniel Coronell narra en 218 páginas la travesía que vivieron cuatro niños perdidos en las selvas del Guaviare. / Foto: Catalina Olaya
Viernes, 1 de Diciembre de 2023
Redacción Cultura

POR YANIS FLORIÁN

Daniel Coronell decidió escribir la historia de los niños perdidos en el Amazona por una necesidad personal, sin imaginar que el relato movería las fibras humanas. Algunos integrantes de su familia estaban pasando por un mal momento y eso lo llenaba de angustia. Casi no dormía. Esas horas de desvelo las ocupó en investigar y escribir sobre lo que ocurría en mayo de este año y que tuvo a toda Colombia en vilo.

 

Poco a poco fue hilando versiones y tratando de ocupar su mente. La investigación la realizó junto con Ignacio Gómez y Carlos Cárdenas, sus colegas y amigos. Inicialmente iba a ser una crónica de principio a fin, pero después se decidieron por 15 crónicas, ya que se trataba de varias líneas de investigación.

En entrevista con EL NUEVO SIGLO, Coronell habló de cómo fue el proceso para encontrar a los menores y cómo logró plasmar en más de 218 páginas la increíble historia de los niños indígenas que sobrevivieron 40 días en el Amazonas.

EL NUEVO SIGLO: De esta historia se ha hablado mucho, ¿qué aporta este libro que no conozcan los colombianos?

DANIEL CORONELL: Pienso que aporta la posibilidad de integrar al menos tres mundos: el de los indígenas, el de la aviación y el mundo del ‘viaje’ o la ayahuasca (o yagé), conocido universalmente como fuente de exploración para la cura de diferentes dolencias humanas. Aunque esto para nosotros sigue siendo magia, es investigado por científicos de universidades tan serias como Johns Hopkins, en Estados Unidos. Creo que es un mundo que ya lleva unos años explorándose, pero que en unas décadas va a ser claro para la ciencia.

ENS: ¿Qué fue lo que más le sorprendió de esta historia?

DC: Me desconcertó una cosa y es la conexión que existe para los sabedores indígenas entre el mundo espiritual y el mundo físico. En un momento el chamán, es decir, el mayor Rubio, quien es el que señala el lugar donde están los niños, dice que despertó del trance ya con el lugar claro de la ubicación de ellos; pensaba que ya había despertado, pero no fue así. Se encontraba frente a un duende que tenía los niños y éste le dice que él es el único que quiere a los niños y que lo dejen tranquilo, Pero el chamán sigue pidiéndole que le entregara a los niños. Entonces el duende le responde que se los va a entregar, pero que se atenga a las consecuencias. Todo eso de acuerdo con la narración de Rubio. En ese momento el duende lo agarra con una sola mano de su garganta y lo levanta del piso y cuando él siente que ya va a morir por asfixia, lo tira contra un árbol de espaldas, se desliza por la corteza del árbol, cae entre el fango y ahí despierta en el mundo real. Al día siguiente cuando van a buscar a los niños, él dice que se encontró con el mismo árbol, que vio la huella física de su cuerpo, al igual como había caído en la visión. Eso me pareció particularmente interesante.

ENS: ¿Cómo entender que una operación con una amplia inteligencia militar y sabiduría indígena se haya tardado tanto tiempo en encontrar a los niños?

DC: Por una razón, porque la integración del viaje de los curanderos solo llegó cuando el mayor Rubio habló con la directora del Instituto Colombiano  de Bienestar Familiar. Ahí pasó una situación muy rara, porque después de la falsa alarma de que los habían encontrado, la directora del Bienestar Familiar se va al puesto de mando unificado en Villavicencio y allí estaba el tío abuelo de los niños y él le dice que es necesario integrar la sabiduría indígena. Entonces mandan a traer al mayor Rubio, quien hizo la preparación del yagé y dijo: ‘Estoy dispuesto a dar mi vida por los niños’. Cuando eran las 6:00 de la tarde él se tomó el brebaje y ahí y tuvo la visión con la que se supo la ubicación de los niños. Ahí de alguna manera los militares entendieron ese mundo mágico y los indígenas también habían entendido el valor de los militares, porque ellos venían de una relación muy conflictiva y ese día 40 se habían logrado unos niveles de comunicación. A los niños los encontraron gracias a los indígenas, pero también gracias a los militares. Creo que gracias a los conocimientos y sabidurías de ambas partes se logra finalmente no sólo encontrar a los niños, sino rescatarlos a tiempo. Eso fue clave. Hay un capítulo que quizás valga la pena volver a leer, que se llama ‘El vuelo del ángel’, que es muy especial porque creo que en la narrativa se siente la tensión entre las dos culturas.

ENS: ¿La versión en torno a que los niños se escondieron para no regresar con su padre, hoy en día judicializado, tuvo algo de veracidad?

DC: Por lo que han dicho los abuelos maternos, los niños en algún momento se escondían y, según el abuelo Narciso Mucutuy, era porque no querían que les dieran ‘juete’. La abuela dijo: "Yo les pregunté si habían oído el mensaje que les mandé en español y en el idioma de ellos desde los helicópteros y Leslie me dijo que sí, pero que se escondían por miedo".

ENS: Se dijo mucho sobre un aprovechamiento mediático por parte del Gobierno Nacional, la oposición o actores armados indígenas, ¿qué tan cierto fue eso?

DC: Digamos que se mezcla el altruismo con el crédito, incluso por la codicia, por el dinero: Hasta algunos indígenas que con tanto desprendimiento y generosidad buscaron a los niños, ahora quieren beneficiarse de la historia o quieren recibir dinero y claro ahora como entra el mundo cinematográfico, entonces ellos piensan que se lo merecen y quizás sí, pero a raíz de todo esto lo que hay es una lección grande: que Colombia fue capaz de unirse con un propósito común y, lo más importante, que aparecieron los niños a pesar de tantos problemas políticos y sociales. No hubo ningún colombiano que no celebrara y que no sintiera una sonrisa y un alivio muy grande de ver a estos niños.

ENS: ¿Qué mensaje le deja esta historia a un país con una realidad tan crítica y caótica?

DC: Un país con un propósito. Sin desconocer nuestras diferencias, podemos buscar y llegar a causas nobles y buenas para todos.