“NADA ESTÁ predestinado, a veces solo hay una oportunidad, pero ellos tuvieron dos”, esta frase muy bien encaja en la desgarradora historia de “La Sociedad de la Nieve”, una crónica basada en hechos reales, que desde su estreno ha sido comentada, aplaudida, galardonada e inspiradora.
Dirigida por el productor español Juan Antonio Bayona, la historia muestra la capacidad y la gesta de un grupo de jóvenes uruguayos, entre los que estaba el equipo de rugby Old Christians, sobrevivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, en la cordillera de los Andes en 1972.
Es una de las grandes historias de superación, por ello, lidera el ranking de las diez películas más vistas en Netflix a nivel mundial, extendiendo su éxito en América, Europa, África, Asia y Oceanía, ubicándose en el puesto número 1 en 40 países y alcanzando los 22,9 millones de vistas.
Sin mencionar que fue elegida por la Academia de Cine Español para representar a ese país en los Oscar 2024, donde peleará por la estatuilla de Mejor película internacional.
Oscuro escape
La película lleva de vuelta a los años 70, un momento donde predominaban las luchas por las causas sociales y la inquietud de la ciudadanía por los descontentos de la dictadura cívico- militar que, para su entonces, tenía sumido a Uruguay en una crisis económica y un deterioro social. Dicha situación llevó a un grupo de jóvenes a emprender un viaje con la misión de ir a jugar rugby a Chile y así desprenderse un poco de la realidad tan oscura que pasaba su país.
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El equipo de rugby que se puede conocer en la puesta en escena es real y muchos de los jugadores siguen vivos en la actualidad. Realmente, sí, se estrellaron en los Andes y vivieron una odisea que muestra la resiliencia humana, con autenticidad y un realismo escalofriante, con emoción, pero sin sensacionalismo.
“En 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado para llevar a un equipo de rugby a Chile, se estrella en un glaciar en el corazón de los Andes. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobrevivieron al accidente. Atrapados en uno de los entornos más inaccesibles y hostiles del planeta, se ven obligados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida”, indica Netflix.
Bayona cuenta la historia desde la perspectiva de los sobrevivientes, mostrando sus mayores retos y desafíos, lo que les pasaba por la cabeza y lo que tuvieron que hacer para mantenerse con vida, y el resultado es conmovedor, brutal, trágico, y, al mismo tiempo, inspirador.
La tragedia
El vuelo no sería largo y las emociones estaban por los cielos, sin embargo, algo pasa en el camino, el avión sufrió un accidente y se estrelló en las montañas, dejando a decenas de muertos y a unos cuantos sobrevivientes atrapados en una zona que no es exactamente compatible con la vida, donde debían lidiar con el dolor, el frío, el hambre y el miedo para sobrevivir.
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya ocurrió el viernes 13 de octubre de 1972, cuando el Fairchild FH-227D, un vuelo chárter que el día anterior había partido de Montevideo (Uruguay) a Santiago (Chile), se estrelló en la cordillera de los Andes.
Mientras el avión cruzaba los Andes, las nubes cubrían las montañas. Los pilotos creyeron erróneamente que la aeronave había sobrevolado Curicó (Chile), donde viraría al norte para iniciar su descenso al Aeropuerto Los Cerrillos de la capital chilena. No se dieron cuenta de que las lecturas de los instrumentos indicaban que todavía estaba a entre 60 y 70 km de Curicó.
Por lo tanto, una turbulencia severa sacudía el avión a medida que descendía. Una fuerte corriente hizo descender el aparato súbitamente varios cientos de metros para salir por debajo de las nubes. Al principio los jugadores de rugby bromeaban sobre la turbulencia, pero callaron cuando vieron que el avión volaba demasiado cerca de la montaña. Probablemente, en ese momento los pilotos vieron la cresta negra que se elevaba delante de ellos bloqueándoles el paso.
Los relatos de testigos y las pruebas halladas en el lugar del accidente indicaron que el avión había impactado contra la montaña entre dos y tres veces. El piloto aplicó la máxima potencia en un intento de ganar altitud, pero el cono de cola del fuselaje golpeó la cresta de 4.200 m (13.800 pies) de altura. La siguiente colisión separó el ala derecha del fuselaje que fue arrojada hacia atrás con tal fuerza que arrancó el estabilizador vertical. Cuando se separó el cono de cola, se llevó consigo la parte trasera del fuselaje, incluidas dos filas de asientos de pasajeros, la cocina, la bodega de equipaje, el estabilizador vertical y los estabilizadores horizontales, dejando un gran agujero en la parte trasera del fuselaje. Junto con la sección de cola, tres pasajeros, el navegante y el auxiliar de vuelo cayeron al vacío.
Y es a partir de ese momento donde comienza la gran travesía de supervivencia al extremo. Durante la primera noche murieron cinco de los sobrevivientes. En los días siguientes, murieron 12 más, quedando unos enterrados por una avalancha que se asomó en los días posteriores. En total, fueron 72 días en los que las 16 víctimas pasaron por situaciones extremas, cuando les tocó pasar por uno de los momentos más difíciles; se quedaron sin comida y tuvieron que recurrir a algo que les causó conflictos morales y muchas dudas.