Perspectivas: Dora Castellanos, versos a Hiroshima | El Nuevo Siglo
Nacida en Bogotá, se dice que esta escritora nació en 1924, según su cédula. Pero en realidad Dora cuenta con 101 años, en los que aún recuerda sus obras más sentidas.
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Sábado, 2 de Abril de 2022
Redacción Cultura

“Ay, Hiroshima, amado mío. Cómo me duele entre los ojos”. Son palabras que  pertenecen a los versos que apenas puede recordar, a sus 101 años, Dora Castellanos, una de las figuras más icónicas de la poesía en Colombia, de su obra en homenaje a las víctimas de la bomba atómica que afectó esta zona de Japón hace casi 77 años.

Activista social y política, periodista y poetisa, Castellanos nació en Bogotá y aunque su cédula indique que han transcurrido 98 años de su vida, en realidad ya cumplió más de un siglo, en el que sus versos no solo han enamorado a su país natal, sino que también han recorrido diferentes escenarios diplomáticos y educativos internacionales.

“Vino dulce”

Su gusto por el mundo de las letras románticas no apareció de repente en su vida, sino que ya venía inmerso en su sangre, pues en su familia, mayormente proveniente de Venezuela, se destaca Carlos Echavarría, un general del Ejército de ese país a quien le apasionaba declamar poesía.

A sus ocho años empezó a brotar esta facilidad de escribir, con un inocente y sencillo poema que le dedicó a su mamá. “Era completamente chistosa, porque no era poesía, sino que eran solamente unas palabras consonantes”, recordó con gracia Castellanos, en entrevista con EL NUEVO SIGLO.

“Vino dulce de mora hecho por Dora”, era lo que decía esa corta dedicación. “Tenía ánimo de versificadora desde ese entonces”, comentó la escritora.

La asignatura de literatura, en su primera formación, fue clave para continuar forjando esa habilidad de rimar y expresar entre versos que tenía, desde entonces, aquella niña curiosa de las letras. En especial, bajo la mentoría de su maestro Víctor Mallarino, quien la guio por la investigación de la poesía.

“Nos entregó la poesía en monedas, haciéndolo agradable. En esa clase aprendí qué era un cuarteto o un terceto y comencé a investigar sobre qué era un poema que se llamara un soneto”.

Dora prefiere no ponerle nombre a la inspiración que la impulsó a tomar el camino de la poesía, pues para ella “estas no son cosas que uno decide, son cosas que le llegan a la persona. Dios me dio el privilegio de tenerlas, así como los pintores. A ellos nadie les enseñaba, todos pintaron a su manera y ahí están los mejores cuadros por todos los museos del mundo”.

Desde entonces asegura que no ha parado de escribir, reuniendo cerca de 500 poemas hasta la fecha y unos 20 libros que no sobrepasan los 30 poemas. Entre este acervo, se destaca su primer libro, “Clamor”, con el que a pesar de sus dificultades económicas y logísticas para que saliera a la luz, en 1948, a sus 16 años, al fin mostró al público colombiano sus pensamientos en prosa.

“La experiencia de publicar mi primer libro fue muy bella, porque así como se pone uno un vestido nuevo, me puse feliz de tener en mis manos un libro hecho con poemas de mi puño y letra”.

Versos hasta Hiroshima

A lo largo de su trayectoria, Castellanos se destacó por sus actividades sociopolíticas, pues entró desde muy joven a trabajar en la Contraloría General de la República. Así mismo, fue agregada cultural en la Embajada de Colombia en Venezuela desde 1975.

Actividades que combinaba muy bien con la escritura y que visibilizaron su nombre en diferentes países, como en China, donde Dora visitó Taiwán para presentar algunas lecturas en universidades y en el Ministerio de Relaciones Exteriores.


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En Japón, en especial, su nombre es recordado por “Hiroshima, amor mío”, aquella obra destacada que traducida a este idioma relata cómo la poesía trasciende fronteras y une a las naciones.

Dora escribió este sentido poema para hacer un homenaje a los caídos por la bomba atómica que el 6 de agosto de 1945 el ejército de Estados Unidos lanzó sobre la ciudad japonesa, y que después también se detonó en Nagasaki. Un ataque que dejó más de 200 mil muertos debido a la radiación, y algunas décadas después sumarían 400 mil los afectados por las secuelas que dejó en la salud, según cifras de la ONU.

Ante este panorama y para retratar en sus versos de forma fiel el desastre que dejó la guerra, la poetisa decidió viajar a Hiroshima y así conectarse con la realidad que vivía en ese instante la ciudad japonesa.

Sin embargo, la escritora cuenta que “no había nada roto, nada quebrado y la vía estaba en las mejores condiciones, de manera que no fue eso lo que me inspiró para escribir”. Fueron sus consecuencias y el acto de guerra lo que la llevó a crear este poema.

Hoy en día, sobre piedra y mármol, en el cementerio Memorial Park de Hiroshima, se pueden encontrar algunos de los versos inscritos de esta obra que describe el cataclismo de la guerra.

“Lo que la vida me enseñó, no estaba escrito en parte alguna. Ni vi la mano que rompió sus siete sellos a la luna. Negro caballo del abismo, el hongo negro de Hiroshima, saltó a los cielos aquel monstruo con sus guadañas asesinas”, se puede leer en el poema.

Un primer paso para las mujeres

Por sus dotes en la escritura y su reconocida trayectoria, luego de 100 años de su creación, la Academia Colombiana de las Lenguas convirtió a Dora Castellanos, en 1978, en la primera mujer elegida como miembro correspondiente.

Un acontecimiento que describe la poetisa como “un paso importante para las mujeres en mi época y ese primer paso lo di yo. Me parecía una verdadera maravilla que yo fuera una embajadora de las letras. Estoy allí desde ese entonces, no me he separado, el nombramiento es de por vida y solamente lo reemplazan a uno cuando la muerte se lo lleva”, señaló.

Pese al pasar de los años, la poesía sigue siendo parte de la vida de Dora, ya que anuncia que entre sus planes está publicar su último libro “De paso por la vida”, para el cual sigue ahorrando, poniendo su esperanza en que pueda salir a la luz. “Quiero que todo el mundo lo vea y lo conozca. Pero no tengo ahora los recursos. Por eso tengo que ahorrar cosas, casi inútiles, guardando en una alcancía. Publicar un libro cuesta bastante”.

Hoy por hoy, Castellanos ya no se esfuerza por escribir un verso más y lamenta que la poesía de hoy haya perdido su significado. “La poesía perdió su forma y su belleza porque ahora a cualquier cosa escrita de cualquier manera la llaman poema”.