Si bien en los toros se bota el sombrero, en el fútbol se baila cumbia, se persignan o se celebra a rabiar, en el ciclismo se ondean las banderas, en el golf hay que quitarse el saco, porque el dueño de esta prenda no es otro que Tiger Woods.
Durante los últimos cinco años “Tiger”, que se vio forzado a alejarse del deporte activo, por diferencias con su mujer, por fumar marihuana y por una vieja lesión que le aquejó, ahora regresó a los campos como el más grande de todos los golfistas del mundo. El “moreno” de 1,85 de estatura, de una sonrisa siempre amable, volvió a reflejarla durante el pasado fin de semana, para decirle a sus colegas que abrieran paso, porque había llegado el rey de reyes de este deporte.
Un rápido recuento de lo que ha logrado este hombre que aumentó en 8.5 millones de tele espectadores que seguían atentos a sus espectaculares remates en el green con el pot, 80 triunfos, cuatro masters de augusta, tres US Open, tres British Open y cuatro PGA Championship.
En la temporada 2017-18, Woods, que en diciembre cumplirá 43 años, ha regresado para quedarse, diciéndole al mundo que aún tiene mucho que dar en el más bello y ecológico de los deportes. El verde de sus campos y el contacto con la naturaleza hace que este juego -para muchos llamado el deporte de los de tercera edad- se convierta en una de las disciplinas que mayor número de telespectadores tiene, gracias a este hombre que se desintoxicó, salió del mundo de las drogas y ahora está metido de cabeza de donde nunca debió salir.
Así pues, que los señores Johnson, Rose, Koepka, Thomas y Mollinari abran paso, que llegó el gigante, y viene por los sacos y trofeos que durante los últimos cinco años le han guardado.
Sigo siendo admirador e hincha, así sea “marihuanero”, del mejor de todos, Tiger Woods.