Gao Zhuang lleva meses negándose a pagar su hipoteca, una protesta desesperada contra el promotor inmobiliario chino al que reprocha los interminables retrasos en la entrega del apartamento que compró años atrás para su hijo.
Es una de las muchas víctimas de la crisis inmobiliaria china, que está arruinando la vida de muchos compradores y se está convirtiendo en un asunto peliagudo para el gobierno.
Este peón de obra de 49 años, de la provincia central de Henan, compró un apartamento en la capital regional Zhengzhou por 1,2 millones de yuanes (170.000 dólares) en 2019.
El apartamento debía ser entregado al cabo de dos años, dice Gao Zhuang.
Invirtió gran parte de sus ahorros en la vivienda con la esperanza de mejorar las perspectivas matrimoniales de su hijo y permitir a su familia dejar atrás sus pobres orígenes rurales.
Pero el promotor anunció repetidos retrasos hasta que, a finales del año anterior, las obras virtualmente quedaron paralizadas.
"El principal impacto ha sido en mi hijo", dice Gao, que pidió cambiar su nombre para evitar represalias. "¿Cómo puede casarse sin su propia casa?".
El caso de Gao es muy común.
Una ola de boicots hipotecarios se expandió a nivel nacional hace un año, mientras los endeudados promotores inmobiliarios sufrían para conseguir fondos y terminar las casas que habían vendido de antemano, una práctica habitual en China.
Los problemas endémicos en este sector se hicieron evidentes en 2020, cuando el gobierno intentó poner coto al endeudamiento excesivo y la especulación.
Sin acceso al flujo de dinero fácil que había alimentado el 'boom' inmobiliario en las últimas décadas, muchas empresas empezaron a ahogarse en las deudas.
La desaceleración económica se agravó por las restricciones sanitarias anticovid, el desplome de la demanda y la baja confianza de los consumidores.
Recientemente, Pekín introdujo algunas medidas para remediar el entuerto.
Pero si bien algunas propiedades se terminaron, muchos compradores como Gao siguen esperando y otras disputas han aparecido por la calidad de la construcción o las indemnizaciones por el retraso.
"Culpo al gobierno"
La crisis inmobiliaria ocupó grandes titulares especialmente por el gigante Evergrande, que estuvo al filo de la quiebra antes de anunciar un gran acuerdo de reestructuración.
Pero la pequeña firma regional responsable del apartamento de Gao, Henan Jin'en Real Estate, no cotiza en bolsa, con lo que su situación financiera es más difícil de averiguar.
La empresa no respondió a los pedidos de comentario de la AFP.
Los propietarios descontentos aseguran que los casi cien apartamentos por terminar y los acabados de mala calidad evidencian las dificultades de la compañía.
El equipo de AFP que visitó el lugar en junio vio albañilería exterior que se caía, agujeros en las paredes interiores, cableados sueltos y puertas de emergencia sin fijar.
Un puñado de trabajadores cavaba zanjas y colocaba bloques de hormigón en los alrededores del edificio. Desde dentro de algunas casas emergía el ruido de taladros.
Algunos compradores afirman que la empresa contrató un mínimo de obreros para justificar el rescate gubernamental del que hablan los rumores.
Un propietario dijo que las autoridades locales son incapaces de garantizar la culminación del proyecto y que "la gente ordinaria se lleva lo peor".
- Le puede interesar: Entre $4.150 y $4.350 cerraría este año la cotización del dólar
"No culpo al promotor, culpo al gobierno", dice este hombre de mediana edad. "Alguna gente aquí todavía cree en nuestro gobierno, pero creo que son quienes menos se merecen nuestra fe", agrega.
"No hay nada que pueda hacer"
Gao contó a la AFP que dejó de pagar su hipoteca mensual de 5.000 yuanes (700 dólares) en enero, al igual que otros del complejo residencial.
Nunca logró obtener una indemnización por los retrasos por parte del promotor.
"Su actitud ha sido: 'Si no le gusta, demándenos'", describe Gao. "Pero saben que en China es muy raro que personas como nosotras puedan pagar un juicio", añade.
En el caso de otros afectados, la furia inicial ha dado paso a la impotencia. "No sirve de nada enfadarse, porque no hay nada que pueda hacer", afirma Wang (seudónimo), de 24 años.
El joven, que trabaja como operador de tiendas en línea, compró una casa en la adinerada ciudad de Ningbo (este) por 690.000 yuanes en 2021. Las obras se paralizaron ese mismo año.
Cuando visitó el lugar, la AFP pudo ver fachadas rodeando montículos de tierra volcada, con tuberías y vehículos oxidados aparcados caóticamente entre los escombros.
Una decena de trabajadores vagaban entre losas de piedra y árboles volteados a la espera de ser plantados, con las raíces secándose al sol en pleno junio.
Wang dijo que "no confiaba" en la última promesa de que la propiedad estaría terminada a finales de agosto.
"Después de esto, nunca compraré una casa que no esté terminada", aseguró.
Presiones y amenazas
Los dirigentes chinos han recortado recientemente los tipos hipotecarios, reducido drásticamente la burocracia y ofrecido más préstamos a los promotores, en un intento de reforzar el sector.
Pero los analistas advierten que el gobierno del presidente Xi Jinping tiene poco margen de maniobra y podría enfrentarse a nuevas amenazas a medida que el endeudamiento se extiende a los promotores estatales y a las ciudades más grandes.
El pronóstico para el sector "parece funesto", indicó una nota del banco japonés Nomura publicada en junio.
Para Pekín, que da prioridad a la estabilidad social por encima de todo, la cuestión es cada vez más delicada.
En los últimos meses las autoridades de varias regiones han reprimido las quejas de los ciudadanos por las viviendas inacabadas, según participantes en el boicot hipotecario contactados por la AFP.
Tanto Gao como Wang afirmaron que funcionarios locales los contactaron para disuadirles de presentar quejas al gobierno o hablar con medios de comunicación.
Otros compradores aseguraron haber recibido llamadas de la policía y temen que las autoridades vigilan sus grupos privados en las redes sociales.
"No hay nada que pueda decir al respecto", dijo a la AFP un administrador de un grupo inicialmente receptivo, antes de romper bruscamente el contacto.
"El Estado controla esto de forma demasiado estricta en estos momentos", justificó.
La vivienda rodante
La casa de Twiggy He dispone de menos de 10 metros cuadrados. Eso sí, la puede estacionar frente a su oficina y con su cocina abierta, su bañera y su piano eléctrico es la envidia de sus compañeros.
Con esta furgoneta amarilla reacondicionada, bautizada "YOLO" ("You only live once": "Solo vives una vez" en inglés), He necesita solo dos minutos para ir de su cama a su escritorio en una empresa de comercio en línea.
Además, le permite ahorrarse miles de yuanes al mes en Shenzhen, el centro tecnológico de China y una de las ciudades más caras del país.
La mujer de 28 años forma parte del creciente número de jóvenes urbanos en China que, tras comprobar los desorbitados precios de la vivienda, buscan una alternativa.
"Encuentro que vivir en una casa rodante es muy liberador", dice a la AFP He, quien se mudó hace apenas cuatro meses a este nuevo hogar.
"No me genera ninguna ansiedad respecto a comprar una casa, ni me hace sentir que necesito asentarme (...) Puede que incluso me mude a una nueva ciudad en unos años", asegura.
Sus gastos mensuales vinculados a la vivienda cayeron de 2.500 yuanes (350 dólares) cuando alquilaba un apartamento, a 600 yuanes (unos 83 dólares), dado que el precio del estacionamiento es solo de 20 yuanes diarios (menos de 0,30 dólares).