Realmente es muy difícil identificar cual es el eje argumentativo, alrededor del cual Trump desarrolla su estrategia de gobierno y de relaciones internacionales. Es posible incluso que no exista la referida estrategia y que, tal y como se evidencia desde la campaña presidencial de 2016, el gobierno en particular y las instituciones en general, se manejen a golpe de twitter. Es decir, que se maneje toda esta trama y urdimbre, de por sí ya enredada, a golpe de hormonazos.
Difícil saberlo en verdad. Lo último que está ocurriendo ahora a inicios de marzo de 2019, es que Trump multiplica los pleitos con países clave o bien hasta hace poco, aliados confiables. No sólo es la terquedad del conflicto comercial con China. Ahora amenaza con crear otros frentes, en relación con los nexos comerciales con India y Turquía. Eso se agrega al abandono de tropas en Siria. Se trata en general de cómo Estados Unidos -sumido en un estilo errático de conducción- se retira, no desea liderar el actual proceso de globalización.
Entretanto, China afianza su poder y su presencia en el mundo. Ya no sólo es la potencia que le daría al mundo un 14 % del total de exportaciones. Su tamaño de economía es considerable, cuando se atiende al indicador del total de producción anual, es decir del producto interno bruto. Es importante aquí subrayar que en última instancia, es precisamente el poder económico el que puede llegar a hacer sostenible el poderío militar, la estabilidad social y el margen de maniobra política en el mundo.
Al respecto, esta capacidad total de producción le convierte en un actor clave en la economía mundial, tanto de manera individual, como en coordinación con el grupo BRICS, que conforma China junto a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica. El tamaño de la producción china está rivalizando con el de Estados Unidos y la capacidad de producción de la Unión Europea.
Un anuncio del Fondo Monetario Internacional, de hace ya tres años, puntualizaba que -con base en el cifras que incluían el factor de poder paritario de compra- China quedaba con un producto interno bruto (PIB) de 17.8 trillones, millones de millones de dólares, (16.4 por ciento de la producción del mundo) mientras Estados Unidos quedaba con un 17.4 trillones (16.2 por ciento del PIB global).
Obviamente en el indicador de producto interno bruto per cápita, cuando se toma en cuenta la población, China tiene un coeficiente debilitado, frente a Washington y Bruselas. Claro que sí. En China la población es de casi 1,450 millones de personas, superando al total combinado de Estados Unidos y Europa. Sin embargo el liderazgo chino está imponiendo presencia en África, en Latinoamérica, en la Cuenca del Pacífico, área esta última que lidera notablemente, ante el aislamiento de Trump.
En términos financieros, China ha creado mecanismos que impactan esas esferas y su relación con los circuitos de las economías real (la relacionada con la producción de bienes, servicios y empleo). China ha establecido flexibles vínculos operativos entre las bolsas de valores de Shanghái y Hong Kong.
Esto se realiza mediante el programa denominado “Stock Connect” y permite a inversionistas, especialmente internacionales, realizar transacciones de compra-venta de más de 500 tipos de acciones categoría A en China. No hay que olvidar tampoco que la potencia oriental tiene actualmente casi la mitad de todas las reservas mundiales en dólares. Una situación que era impensable tan sólo hace 12 años, cuando a Japón le pertenecía ese distintivo en el ámbito mundial.
Las autoridades chinas no han sido reticentes en manifestar que el movimiento de coordinación bursátil de estas dos importantes bolsas de valores, es parte estratégica del posicionamiento del país en los circuitos financieros mundiales. Una finalidad que ya estaba contemplada en el XII Plan Quinquenal de la República China 2011-2015.
De conformidad con lo que reporta el investigador Ariel Rodríguez, desde la Universidad Autónoma de México, el Director General de la Bolsa de Hong Kong, Charles Li, indicó desde noviembre pasado, que “con este proyecto vamos a allanar el camino para una mayor apertura de los mercados de capital. También creemos que podría proporcionar una base para hacer de Hong Kong un centro financiero mundial con acrecentada influencia en el mundo”.
La ampliación y flexibilidad de los nuevos mecanismos con los que operarán las bolsas de Shanghái y de Hong Kong se pone de manifiesto cuando se reconoce que desde 2002 hasta 2012, las transacciones financieras sólo se podían realizar con otros países con los cuales China tuviese firmados acuerdos bilaterales. Esa no es la situación actual.
Por otra parte, las autoridades de supervisión financiera de Beijing anunciaron la creación de un mecanismo de mayor flexibilidad, cobertura y profundización en los intercambios bursátiles, denominado: “Programa Chino de Inversores Institucionales Extranjeros” (RQFII, por sus siglas en inglés).
Las repercusiones de tener estos mecanismos de mayor flexibilidad y extensión en la cobertura de operaciones financieras no se hicieron esperar. Fuentes oficiales del Ministerio de Finanzas Británico, específicamente el Ministro George Osborne, señaló a fines de 2013, que Londres se constituía en la primera plaza financiera del yuan, la moneda china, localizada en países occidentales. Los inversores chinos han llegado a manejar en una sola jornada, hasta 80 mil millones de dólares.
La cobertura de operaciones basadas en el yuan en Europa, la han completado incorporaciones de otras importantes plazas bursátiles, tales como Alemania y Francia. Además, los intercambios han ido penetrando los ricos mercados petroleros y los de otros países desarrollados. Los mecanismos del RQFII ya han sido adoptados en Canadá y Qatar, y mantienen transacciones por montos entre 30 mil y 50 mil millones de dólares. A fines de 2018, la cuantía conjunta de los países en donde estas medidas funcionan está llegando a cerca de 720 mil millones de dólares.
Este posicionamiento financiero sirve también para conformar un mayor clima de confianza en la economía china. En todo caso, las autoridades económicas desde Beijing han continuado con una política sustentada en dos esferas complementarias. Por una parte el estímulo monetario y por otra parte el manejo de la deuda tanto pública como privada. Esto lo ha anunciado explícitamente el Presidente chino Xi Jinping.
China ahora, más que depender de los circuitos externos para la mejora de su posicionamiento mundial, se lanza a desarrollar las demandas internas y con ello mejorar los niveles de calidad de vida de su población. Quizá en Washington el gobierno se haya ya, percatado de eso.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.