¿Alguien se acuerda de la economía…? | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Febrero de 2023

* Confusión entre cambio e inestabilidad

* Lo que va de la desaceleración a la recesión

 

 

No se sabe a ciencia cierta cuál sea la razón, pero la verdad es que el gobierno parece estar más interesado en generar todo tipo de inestabilidades en lugar de enfocarse en lo que, a todas luces, requiere de la mayor cantidad de estabilidad posible: la economía colombiana.

Porque, mientras el país se debate entre las marchas proclamadas en un marco evidentemente demagógico o las incidencias de unas consignas de paz sin los mojones pertinentes y bajo todo tipo de actos contradictorios y lesivos, afectando en materia grave los fundamentos más elementales de la seguridad, las señales de la picada económica ya se han dejado entrever en los primeros resultados de enero.

De hecho, parecería como si la economía, que es el principal bien público del país, es decir, de todos los colombianos, tuviera una prioridad de quinto escalafón.

Ciertamente, en su momento se hizo énfasis en una reforma tributaria (que por lo demás todavía está pendiente de al menos catorce demandas), pero ello por supuesto no es la variable única dentro del desempeño macroeconómico del país. A decir verdad, con las nuevas cargas tributarias se pudo haber cuadrado caja fiscal, no obstante, a nadie escapa que, con las proyecciones en torno de tan solo un punto de crecimiento económico (en una caída vertiginosa frente a lo que venía), las finanzas públicas auguran menores recaudos a los eventualmente calculados, además frente a una deuda externa de mayores repercusiones. De allí también que sea palmario el apretón en las empresas, no solo por el duro decrecimiento vaticinado, sino en paralelo por otros componentes que siguen profundizando las turbulencias por las que pasa la economía. Además, turbulencias que en general afectan, en su conjunto, a todos los colombianos: inflación, volatilidad del dólar, desinversión en los hidrocarburos, encarecimiento desorbitado del crédito, incremento de la cartera morosa, escalada en los precios de los alimentos y combustibles…

Ya en la pasada edición dominical de este diario, como en algún otro medio, se hizo el análisis pormenorizado de las anteriores variables que permiten avizorar que desde el comienzo de año comenzó a perfilarse el calamitoso escenario descrito. No es bueno, desde luego, que esto ocurra. Ni tampoco es dable tratar de generar fatalismos ante un tema de tan delicado espectro. Pero tampoco podría taparse el sol con las manos so pena de encontrarse con sorpresas muy de lamentar. Incluso, de antemano los registros de diciembre señalaban el camino de la desaceleración económica. Ahora la preocupación es, naturalmente, que pudiera pasarse de la desaceleración a la recesión.        

Ayer una encuesta de Datexco y la W señaló, precisamente, que existe una desaprobación del 53 por ciento contra una aprobación del 36 por ciento frente a la manera como se maneja el país desde la Casa de Nariño (con índices muy desfavorables sobre ciertas iniciativas gubernamentales). Probablemente eso pueda corresponder, según se ha visto en otros sondeos, a que al menos todavía los colombianos no entienden muy bien el estilo de gobierno. Sin embargo, puede ser también que desde las altas esferas se esté confundiendo el cambio con el fomento de la inestabilidad o que ello se quiera a propósito. En ese sentido, importaría más la forma que el fondo, ante todo dando la sensación de un movimiento de vértigo, a como dé lugar, sobre los diferentes temas de la agenda en vez de llegar a acuerdos eficaces a los que podría llegarse previamente, inclusive con sectores diferentes del oficialismo.

Caso concreto el de la reforma a la salud (para no hablar de la transición energética), sometida a un debate de nunca acabar, sin siquiera tener el texto redactado por anticipado que pudiera sentar las bases de una discusión pública seria y llegar, una vez presentado al Congreso, a una plataforma de modificaciones necesaria. Porque nadie discutiría, justamente, que se requiere mayor énfasis en la prevención y la atención primaria, como un mejor cubrimiento de las zonas periféricas, lo cual habría podido generar un consenso antes del mareante ir y venir de las últimas semanas.

Bastaría ver, por ejemplo, como apenas la tasa de cambio bajó a la franja de los 4.550 pesos por dólar, hace un par de semanas, el gobierno proclamó una victoria, pero de inmediato se dedicó a generar un ambiente político enervado y zigzagueante que en buena parte ayudó a renovar el espiral. Y que mantiene pronósticos muy inciertos en medio del vaivén de nunca acabar.

Es probable, asimismo, que Colombia pudiera resultar atractiva para la inversión extranjera prevista para Perú o Ecuador (incluso Chile) y que, vista la crisis de estos países, encontrara un mejor ámbito aquí. Pero, claro, si no se intenta una mínima estabilidad de cara a mantener la economía, y por el contrario se asiste al tumulto y la vocinglería como única formulación viable, pues el precio a pagar será la nulidad.

Preservar la economía es el mayor dictamen popular… dejar eso de lado siempre terminará pasando factura.