No estaría mal decir que, al final, la evaluación de la COP16 puede dividirse en tres capítulos: internacional, interno y el especial de indígenas y afrodescendientes.
En el primero, que tenía de objetivo principal lograr una mayor financiación de los países desarrollados a los de renta baja y media para la protección de la Biodiversidad planetaria, no se alcanzaron los fines presupuestados ni el fondeo de los recursos derivados de los compromisos de la COP15, de Montreal.
En efecto, la Conferencia llevada a cabo en Cali significaba progresar sustancialmente en esta materia, a fin de que se pudiera avanzar con decisión en el propósito de revertir la degradación de la Naturaleza en un 30% de aquí a 2030 y avanzar en las metas establecidas para 2050.
Para lo cual era menester, al mismo tiempo, hacer un balance de los esfuerzos y el seguimiento, país por país, de los históricos mecanismos puntualizados y acordados en la asamblea canadiense previa. Planes de acción, por lo demás, que inicialmente fueron presentados por un porcentaje bastante menor de las delegaciones y, sí mucho, fueron completados paulatinamente por las demás. Indicadores, asimismo, que no solo están en rojo frente a los ecosistemas principales del mundo por salvaguardar y restaurar, y que incluso muestran un deterioro de mayor envergadura en los últimos tiempos.
De hecho, la Conferencia fue levantada por falta de quorum, sin que se hubiera expedido el documento integral en el que, de manera rutinaria, se hace un sucinto resumen oficial de las discusiones. Casi siempre son jornadas extenuantes, pero al cierre ese texto consensuado es el que permite hacer claridad sobre los avances y el estado de la cuestión con miras a pasar ordenadamente la posta a la siguiente Conferencia. En este caso de la Biodiversidad, la COP17, a reunirse en Armenia en dos años, una vez ganó la sede a Azerbaiyán. Según se dice, se tratará de lograr la redacción del documento, con su consenso respectivo, a través de sistemas diferentes al presencial para superar los inconvenientes que se presentaron frente a la expiración del cronograma prescrito.
Hay en todo caso que sopesar los acuerdos que fueron alcanzados en otras áreas diferentes al central de la financiación. Uno de ellos, por ejemplo, la protección de la biodiversidad en las aguas internacionales. Como, por igual, se podrá verificar el alcance de los protocolos sobre secuenciación digital de los recursos genéticos y si se quedaron cortos, como algunas delegaciones han protestado o efectivamente tendrán una base razonable de compensación para los países de donde estos se extraen con fines médicos y otros sectores estratégicos. Un tema, ciertamente, en que el panel de Cali hizo avances considerables.
Por otra parte, Colombia siempre se ha distinguido, a nivel ambiental, por su liderazgo internacional. No solo, en efecto, fue la primera nación en expedir un Código de Recursos Naturales (1974), lo cual fue después imitado por muchos países, sino que más recientemente abrió el debate y fue promotor en la expedición de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En ese sentido, el país y los caleños, así como las autoridades nacionales respectivas, y las regionales y locales, se distinguieron por la organización de la COP16, reconocida por la nutrida participación y el fervor general que despertó el tema de la Biodiversidad, aparte de los buenos resultados turísticos que pudo haber obtenido la ciudad como epicentro de un evento de alcance mundial.
Del mismo modo, son destacables los rubros conseguidos para el sector ambiente nacional, con base en la alianza que Colombia viene manteniendo de tiempo atrás con países como Noruega y Suecia, y que sigue afianzándose.
Por otro lado, un aspecto a relievar consiste en el protocolo y la creación de un organismo específico para atender las inquietudes y aportes de los sectores indígenas y afrodescendientes sobre la Biodiversidad, a nivel mundial, viejo anhelo que no se había podido concretar. Es tal vez uno de los puntos prominentes que se lograron en la COP16, aunque todavía queden temas colaterales eventualmente a discutir en la Conferencia de Armenia.
Así las cosas, y como han dicho sus participantes, la COP16 tiene resultados en su haber y otros que tendrán que sufragarse con urgencia en la siguiente asamblea. En modo alguno, no obstante, es el fracaso que algunas agencias internacionales quieren hacer ver, aunque tampoco pueda dejarse de decir que sigue pendiente el tema que debe preocupar a la humanidad entera: los recursos para la protección de los grandes ecosistemas planetarios en riesgo y que padecen una degradación ya casi irreversible. ¡El tiempo apremia!