COP 26 ¿Última oportunidad climática? | El Nuevo Siglo
Viernes, 29 de Octubre de 2021

* Urge acordar metas vinculantes y obligatorias

* Aterrizar plan de 100 mil millones de dólares

 

“Nos estamos jugando nuestra última oportunidad”. Esa es la advertencia del Secretario General de las Naciones Unidas respecto a la importancia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima COP26 que comenzó hoy en Glasgow (Escocia).

En modo alguno se puede considerar exagerado ese campanazo de António Guterres, titular del ente multilateral más importante del planeta. Por el contrario, hay expertos que sostienen que el fenómeno del calentamiento global, producido principalmente por la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), ya resulta irreversible y, por lo tanto, a la humanidad no le queda camino distinto a contener los efectos adversos del cambio climático que ya hoy es responsable, directo o indirecto, de una gran cantidad de tragedias y catástrofes, que han cobrado la vida de millones de personas en todos los rincones del orbe.

Más allá de ese debate, lo cierto es que esta cumbre climática mundial tiene la obligación de acelerar y concretar la adopción de metas y compromisos más audaces y vinculantes por parte de todos los estados, pero sobre todo de las naciones desarrolladas -que a la vez son las mayores emisoras de gases contaminantes- en cuanto a reformar sus sistemas de producción y las actividades antropogénicas que contribuyen al aumento de la temperatura media del planeta.

Resulta innegable que los compromisos que muchos países suscribieron seis años atrás, luego de la adopción del Acuerdo de París, no se cumplieron. Si bien el impacto de la pandemia es una de las causas que alegan no pocos gobiernos, lo cierto es que esta emergencia no cubre ni la tercera parte de ese lapso. En realidad, como lo concluyen varios estudios de expertos mundiales, el principal motivo de esta falencia radica en la demora de una gran cantidad de países en comenzar el proceso de  diversificación de las fuentes energéticas (es decir, reducir gradualmente la dependencia mayoritaria del petróleo y el carbón) y aplicar políticas de desarrollo sostenible que lleven a avanzar de forma lenta pero sostenida en la descarbonización de sus economías y ajustes en los patrones de comportamiento poblacional.

Por lo mismo, si el concierto de naciones quiere desatrasarse en la meta vital de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles de la era preindustrial, es imperativo que de la COP26 salgan compromisos ambiciosos y de obligatoria ejecución. Las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático son perentorias: si no se toman medidas eficaces las emisiones de GEI seguirán aumentando en esta década y podrían llegar en 2030 a un 16% más que en 2010. Más grave aún, la humanidad podría enrutarse a un aumento de la temperatura global de al menos 2,7°C al final del siglo, lo que pondría en peligro la supervivencia misma del ser humano.

En ese orden de ideas, lo que se espera de esta cumbre climática de Glasgow es menos repetición de diagnósticos, promesas y excusas. Deben culminarse las negociaciones sobre la exigibilidad de las metas nacionales suscritas al amparo del Acuerdo de París. También deben aterrizarse, con montos, fechas y destinaciones presupuestales concretas y a qué países de mediano o bajo ingreso (sobre todo a los 40 más vulnerables al cambio climático), los giros de los 100 mil millones de dólares anuales a que se comprometieron las potencias para ayudar en los planes de contingencia. A ello se suma la necesidad de que los anuncios unilaterales de Estados Unidos, China y otros integrantes del G-20 sobre medidas para alcanzar la carbono-neutralidad antes de la mitad de este siglo se puedan formalizar e incorporar a los acuerdos de esta COP26. Hay que pasar del discurso a los hechos.

No menos urgente es encontrar una fórmula intermedia que permita neutralizar los discursos de algunos gobiernos en torno a que el duro coletazo social y económico derivado de la pandemia obliga a aplazar un quinquenio las metas climáticas planteadas inicialmente hacia el 2030.

Como se ve, la cumbre en Escocia no es una más. Paradójicamente son de tal magnitud las expectativas sobre lo que debe salir al término de las dos semanas de negociaciones, que los escépticos sostienen que por más voluntad política que exista en algunos gobiernos, tardará años que las medidas de limitación de emisiones contaminantes empiecen a contener el aumento de la temperatura media del planeta. Sin embargo, los optimistas señalan que nadie dice que alcanzar los acuerdos será fácil, pero que sin duda la COP26 y la conciencia global sobre la gravedad del cambio climático a corto y mediano plazos, se convierte en el principal incentivo para pasar de los diagnósticos a la acción.