Ecos del debate | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Junio de 2014

Diferenciación de tesis

La importancia de la televisión

En  ocasión de la justa por la Primera Magistratura de Colombia es de señalar que en el primer debate televisivo entre los dos contendientes que disputan la segunda vuelta, el presidente Juan Manuel Santos y el candidato Óscar Iván Zuluaga, ambos han actuado con  notable responsabilidad y entusiasmo en la defensa de sus respectivas posturas. Ambos candidatos se presentaron frescos y serenos en el estudio, de traje claro el gobernante y su contendor de  oscuro, los nervios apenas se traslucían levemente en sus miradas, a sabiendas de que la televisión es un medio formidable para comunicarse, que puede subir súbitamente la simpatía y el prestigio de un político o dar al traste con su imagen al menor error; detalles de improviso casi imperceptibles, como el  del manejo de cámaras y las luces son clave. Las cámaras de televisión resaltan aspectos casi ocultos para el ojo del común, la barba mal rasurada de Nixon y las medias, lo perdieron frente a un Kennedy, que destilaba seguridad, elegancia y optimismo. Después se supo que la tensión en el rostro de Nixon se debía a una flebitis y el dolor que le causó al golpearse en la pierna al bajar del automóvil para entrar al canal.

Los psicólogos no tienen claro qué es lo que más cuenta en estas polémicas y debates, si los argumentos dialécticos, las promesas o los ataques, puesto que la audiencia no se fija en exclusiva en eso, sino que desarrolla simpatías y antipatías: al parecer, el tono de la voz es fundamental, lo mismo que la mirada, puesto que en realidad la televisión consigue que los candidatos entren a la casa de los que los siguen, lo que determina que el auditorio  pase al contacto directo visual y emocional, con los políticos. A partir de ese momento, sostienen los expertos, se cumple un rito de tipo primitivo entre el que pretende conducir a la multitud y quienes deben decidir por quién votar, puesto que los que ya militan en un partido y son seguidores de uno y otro, rara vez cambian de opinión por un debate. Es decir, se retorna a tiempos antiguos en los cuales el contacto del político era de persona a persona o con multitudes cercanas en la plaza pública, en las que por lo general trataban con adeptos y simpatizantes. En la televisión se habla a todos los públicos, lo que dificulta aún más la intervención y el uso de la palabra, puesto que la audiencia es de diversa condición social, política y edad; se supone que los muy jóvenes que no votan, observan y analizan, tienden a ser más emotivos por lo que son decisivos para influir en los mayores un tanto apáticos.

Se ha establecido que lo que no logran los candidatos durante las maratónicas campañas proselitistas en materia de atraer a los indecisos, de pronto con  un buen debate se vuelca el apoyo popular a su favor. Es evidente que Juan Manuel Santos intervino con la energía de un gobernante que tiene un compromiso ineludible por la paz y que defiende con ardor su obra de gobierno, listo a disputar palmo a palmo con su contendor, en los temas fundamentales de la política económica, social, petrolera, de seguridad nacional o de paz. Esa energía y estado de alerta fueron patentes cuando hizo uso de la réplica para  debatir una cifra o un concepto de su contendor. Lo mismo que Zuluaga, quien mostró que estaba preparado para el debate.

El Presidente-candidato apareció blindado por los resultados económicos a su favor y en materia de orden público por haber abatido a los principales jefes de las Farc. Atacó a Zuluaga en referencia a su falta de compromiso en el  asunto del reconocimiento económico de las víctimas del conflicto, a lo que este ripostó que el decreto en favor de las víctimas lo sacó él. Santos insistió en el tema de la paz: de manera clara se refirió a la negociación con las Farc, para volver a explicar -no tanto a Zuluaga, sino al público-, su agenda de cinco puntos, de la que ya tres cuentan con el compromiso de las partes. Faltan  dos, sobre  víctimas y la terminación del conflicto. En cualquier caso con el compromiso de que lo pactado será sometido a refrendación popular. Zuluaga, a su turno, se refirió en pocas palabras a su política de paz con justicia y sin impunidad.