El centro de la política | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Junio de 2014

*Reseña sobre la gobernabilidad

*¿Caben todos en el mismo saco?

 

Se  supone que los países  situados en la zona tropical tienden por naturaleza a irse a los extremos en política, lo cual es relativo. En Colombia, se decía en el pasado que el calor liberalizaba y que el frío de las montañas favorecía lo conservador. Lo evidente en el pasado muestra que Bogotá, que debía ser conservadora si ese postulado fuese cierto, por largo tiempo al final del siglo XIX y en el siglo XX se mantuvo a la izquierda en los sectores populares, así tuviese una elite política local apadrinada por Rafael Núñez, quien era el que tenía los votos. Zipaquirá era la capital liberal y Cartagena la del nacionalismo; Núñez llega al poder y  se retira al Cabrero, deja a sus vicepresidentes, bogotanos, conservadores  por nacimiento o adopción, para que ejerzan el poder. Esos jefes  se emparientan entre sí, sin importar que vengan de la frontera norte o del Valle del Cauca y otras regiones, son los que organizan el Partido Nacional y lo convierten en una fuerza conservadora  invencible para ganar elecciones. Fuerza  que se movía en el centro de la política, teniendo en cuenta que en el extremo opuesto estaban los radicales nostálgicos  partidarios del alzamiento y la guerra civil, que condenaban a los liberales independientes, en alianza con los godos.

Lo conservador del Partido Nacional facilita la rotación de las elites, mediante el procedimiento de becar  a los mejor dotados y abrirles las puertas del partido para que subiesen por méritos hasta donde su talento y ambición los pudiese llevar. Eso se daba por cuanto la influencia del clero católico en la mentalidad de los conservadores les mostraba que esa práctica dentro de la Iglesia, le había permitido a esta sobrevivir por siglos, viendo caer las testas coronadas, las revoluciones contra la nobleza y los gobiernos republicanos engolosinados con el poder y la corrupción.  Esa aristocracia conservadora culta, que  asombra a los historiadores, contrastaba con la pasión  de algunos jefes radicales por  el poder del dinero en tiempos del libre cambio y el utilitarismo. Lo que derivó en una rara estirpe o elite de gramáticos y juristas, que gobernaron civilmente el país cuando en la región su sucedían los dictadores y las revoluciones.

En los estertores de la Regeneración los conservadores divididos en históricos y nacionalistas, van a una campaña suicida que le permite al liberal Enrique Olaya Herrera acceder al poder en minoría. Con el aumento de la natalidad y la llegada de gentes del campo a las ciudades, principalmente a Bogotá, Alfonso López Pumarejo agita la bandera de la Revolución en marcha y, posteriormente, Jorge Eliécer Gaitán se empeña en ganarse las masas populares   para tomarse al poder. El conservatismo se mantiene fuerte en provincia y en los campos, en tanto se esfuerza por defender su influjo en la capital. La lucha entre los antagonistas partidistas se torna visceral no tanto por las ideologías, sino por cuenta del atraso. Entonces capturar el poder era vital para sobrevivir, puesto que el Estado y el café eran los principales empleadores. En lo político lo conservador con Laureano Gómez se mantuvo en el centro, mientras  Gilberto Álzate y un puñado de jóvenes conservadores lucían la camisa negra. El liberalismo deja el centro olayista para ir a la Revolución en marcha con López, Eduardo Santos navega en dos aguas,  en el segundo gobierno López tambalea agobiado por el desgaste en el poder. El salirse del centro de la política  lo perdió. El presidente Mariano Ospina, por temperamento busca el centro y le da una gran cuota de poder a Gaitán, éste rompe con el Gobierno y lleva la política a los extremos demagógicos y antioligárquicos. Laureano Gómez, al llegar al gobierno intenta conformar una coalición centrista, que sus contrarios no aceptan. La división de las elites civilistas conduce al golpe militar del 13 de junio. Alberto Lleras y Laureano Gómez aprenden la lección y pactan el Frente Nacional. La coalición del partido conservador y liberal estimula el crecimiento económico y consolida la paz ente los viejos antagonistas. Hasta que Cuba exporta la revolución.

En nuestros días el pueblo ha votado varias veces por la paz o por derrotar militarmente a las Farc. Hoy los dos candidatos a la segunda vuelta, Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga, enarbolan la bandera centrista de la paz; apoyados ambos por los conservadores se disputan el poder. La suma de conservadores definirá el pugilato. Es la oportunidad excepcional para que las Farc se desmovilicen e ingresen a la civilidad. La pregunta es ¿caben tantos en el centro?