* Elección de infarto
* Los extremos deciden
El electorado francés se encuentra sitiado por el peligro de una eventual crisis económica, que el gobierno de Nicolás Sarkozy no ha logrado despejar del todo, así como por la aparición o el retorno de los viejos fantasmas extremistas y xenófobos que se han agitado durante la campaña. Los esfuerzos del gobernante por congraciarse con la extrema derecha y de agitar el trapo populista, pareciera que no han conseguido su objetivo. Por el contrario, para algunos reconocidos analistas el discurso xenófobo ha tenido efectos negativos y contraproducentes, al desconcertar un tanto al centro y reactivar la apática izquierda que parece recuperar terreno. Es así como la campaña electoral llega a la primera vuelta con un posible final que parece de infarto, en donde algunos vaticinan una suerte de empate entre Francois Hollande, el candidato socialista, y Nicolás Sarkozy, con ligera ventaja del primero. Para el gobernante un triunfo de su contendor sería como empujar a Francia al vacío y elegir un José Luis Rodríguez Zapatero, francés.
Sarkozy ha ensayado su vieja artillería, pese a que en algunos casos da la sensación de que la pólvora está húmeda o que dispara balas de salva, en cuanto su discurso parece un tanto acartonado y envejecido. Lo mismo que la propaganda empleada se asemeja demasiado a la de otras campañas anteriores, incluso una revista mostró imágenes en la que se le ve un par de veces con trajes de pasadas jornadas electorales. Esa sensación de estar viendo la misma película ha perjudicado la reelección, que no ha logrado sorprender a sus seguidores y los indiferentes como en otras oportunidades. A la inversa, Francois Hollande, un antiguo político socialista, tenido por un indeciso y burócrata del partido, que antes se le veía sin ganas por el poder y pasado de kilos, se ha visto transformado por los expertos en imagen, que le exigieron adelgazar y hacer muecas en el espejo para mostrarse más afirmativo y definido, sacando un tanto la quijada. Lo mismo que le templaron la cara y lo sometieron a tratamientos rejuvenecedores, clases de dicción y gestos afirmativos. A partir del cambio extremo, le venden como una suerte de carismático jefe político. Lo que le ha valido en medio de la crisis que la vieja izquierda decepcionada y con el discurso de siempre, se torne un tanto novedosa con esa especie de actor improvisado de la comedia política.
Lo grave es que la situación de Francia en la política europea es clave. Se requiere en estos momentos un hombre de la experiencia y capacidades de Sarkozy, que no aparece. Por lo demás, los temores del electorado centrista aumentan día a día en la medida que la señora Le Pen crece en las encuestas, se teme que no todos los que son de extrema derecha lo digan en las encuestas y que eso determine que ella ponga mas votos de los que la favorecen, lo que aumenta el peligro de una derrota oficial.
Para Sarkozy, no existe alternativa distinta a la que él capitanea y representa, considera que la situación económica de Francia es de las más estables en medio de la tormenta que agita al resto de Europa, con excepción de Alemania y algunos países nórdicos. Al cierre de su campaña en Niza declaró: “Ha llegado el momento de la verdad. Hasta ahora eran nueve contra mí. Ahora podremos debatir más libremente”, aseguró Sarkozy, quien acusó a los medios de comunicación públicos de “no hacer una campaña equitativa”. Y al final de la campaña ha soltado una frase que muestra el peligro latente que amenaza a Francia, al decir que: “podrían seguir el mismo camino al que condujo Rodríguez Zapatero a España”. Hollande, desde Marne, donde cerró su campaña, haciendo forzados gestos de jefe galo, se militó a proclamar: “Tengo confianza porque siento el movimiento a mi alrededor desde hace varios meses, pero el resultado no se sabrá hasta el final, hay que trabajar hasta el final”. Y para la mayoría de los observadores el resultado dependerá de los votos que ponga la derechista Marine Le Pen y el candidato de la extrema izquierda Mélenchon, los dos en disputa por el tercer lugar.
Como todo parece conducir a una segunda vuelta, serán los extremos los que van a elegir. Y es aquí donde la situación se pone más oscura para Sarkozy, puesto que, según los sondeos, la extrema derecha está dispuesta a votar por el socialista para darle un puntapié al juego de ajedrez político oficial. Bajo esa incógnita reina la incertidumbre sobre el porvenir electoral de Francia, así las apuestas aumenten en la medida que se acercan las elecciones.