Deforestación cero y reforestación
Concertación en desarrollo de la Orinoquía
Durante el gobierno del presidente Juan Manuel Santos se han realizado esfuerzos para buscar mecanismos que permitan proteger importantes áreas de la Amazonía, como la ampliación del parque del Chiribiquete. La idea entonces era, igualmente, generar un área de desarrollo sostenible adicional, con base en distritos de manejo integrado, en la zona entre esa área protegida y la serranía de La Macarena. Para ello justamente se buscó la ayuda financiera de Noruega, Alemania y el Reino Unido, con el fin de presentar el área como polo de desarrollo contra el cambio climático y la ganadería silvopastoril.
Del mismo modo, se ha venido pensando que, una vez logrado su propósito, se podrían generar corredores estratégicos de defensa de la Amazonía con Brasil y Perú, a fin de crear un área protegida conjunta que, de la misma manera, tuviera sectores en los que podrían crearse distritos de manejo integrado con base en un acuerdo internacional entre los tres países.
Ahora, tiempo después de poner sobre el tapete la iniciativa en la última cumbre en Kenia de ministros de Medio Ambiente y de ratificarla en otras asambleas internacionales, Colombia ha logrado finalmente la financiación de 100 millones de dólares, sin embargo con una condición: reducir en cinco años a cero la tasa de deforestación en el Amazonas colombiano.
El punto, desde luego, es bastante alto. Como se sabe, más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero en Colombia, que producen el cambio climático, provienen de la deforestación, la degradación de los bosques y el sector agrícola y ganadero. Luego viene la siembra de cultivos ilícitos, generalmente establecidos en medio de las reservas forestales. Y a ello se añade la minería, especialmente la criminal, que no solo colabora en la degradación forestal, sino en la contaminación de las aguas de los ríos a través de los remanentes del mercurio. Solo posteriormente, en un escalafón menor, están las fábricas de chimenea y el transporte. Todo ello sumado solo comporta el 0,41 por ciento de gases de efecto invernadero a nivel global, mientras que países como China, Estados Unidos y la Unión Europea aportan alrededor del 65 por ciento de la tasa mundial.
En todo caso, es vital para Colombia proteger sus reservas forestales, que en realidad son patrimonio universal, como sumideros de carbono y recicladores del oxígeno. El país cuenta con unas 114 millones de hectáreas, de las cuales el 60 por ciento son bosques, principalmente en la selva tropical del Amazonas, que es casi la mitad del país. No obstante, desde que se estableció la protección de los bosques en la Ley 2 de 1959, puede decirse que Colombia ha perdido unas diez millones de hectáreas de reservas forestales.
Según un reciente informe del Instituto de Estudios Ambientales y Meteorológicos (Ideam) el país ha perdido más de seis millones de hectáreas desde 1990. De hecho, en el 2014 se perdieron alrededor de 63 mil hectáreas en la Amazonía, fruto de la tala, la ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y la minería criminal.
Tendría Colombia no sólo que llegar a deforestación cero, como se ha propuesto en el acuerdo de París, sino igualmente intentar la restauración de la tierra y la reforestación en aquellos sitios viables para ello, particularmente en la Amazonía.
Como se sabe, es prácticamente imposible lograr la reforestación en aquellas áreas que han sido sustraídas por efectos del crecimiento de ciudades y la interconexión de la infraestructura, especialmente en la zona central del país y parte importante de la Costa Atlántica. Pero la concentración en recuperar la Amazonía es indudablemente uno de los puntos focales para combatir el cambio climático planetario.
No menos importante es la protección en la Orinoquía. Hay allí unas diez millones de hectáreas, en la Altillanura, que podrían desarrollarse con base en una combinación de medidas ambientales con la expansión del sector agrícola. Lo que no parece viable es que un proyecto de semejante envergadura, que podría servir de despensa alimentaria hacia el futuro, se lleve simplemente a cabo con la sustracción de reservas forestales, el taponamiento de humedales y la tala de morichales. Lo que se requiere es una gran concertación, entre el sector público y privado, para que no se cometan los errores ambientales ocurridos en Brasil, pero que al mismo tiempo signifique una sostenibilidad práctica y no solamente una imaginaria y en el papel.