La conquista de la paz | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Septiembre de 2013

*Formidable ejemplo del general Reyes

*Falta garantía conservadora

 

La  alternativa colombiana no puede ser orden y caos, ni injusticia y paz. Lo que se busca es acabar con la hostilidad armada, que azota el país desde hace más de medio siglo. Con una violencia que se inició después de que el presidente Miguel Abadía Méndez entregó el poder a su sucesor Enrique Olaya Herrera, quien ganó las elecciones en minoría. Lo que desató una especie de reacción espontánea y revanchista de sus partidarios, más allá de la voluntad presidencial. Es de anotar que al culminar la Guerra de los Mil Días, el presidente José Manuel Marroquín pronunció uno de los discursos más importantes sobre la paz, que hoy día le habría dado para la candidatura al Premio Nobel de la Paz. Ese discurso se encuentra en el Diario Oficial de la época. Pese a que por la victoria militar hizo la paz y cumplió sus compromisos con los vencedores, nadie recuerda esa formidable apología oratoria por la concordia. Se rememora  a Marroquín, por la pérdida de Panamá, por el manejo funesto de la diplomacia y se ignora por la gran mayoría de tratadistas, que los que proyectaron y  dirigieron el despojo del Istmo a Colombia, fueron los banqueros Seligman de Nueva York, que financiaron la operación en la que los Morgan, apenas participan en un segundo lugar y ellos intrigan y consiguen su objetivo desde la sombra.

Sucede a Marroquín el general Rafael Reyes. El general Reyes es el que forja la más larga época de paz de nuestra historia, precisamente hasta el final del gobierno de Abadía. Muy poco recuerdan las medidas que tomó el general Reyes para restablecer el orden en el país. Lo que hizo después que los liberales alzados en armas, durante gran parte siglo XIX, desafiaron el Estado, hasta que, finalmente,  fueron derrotados en el campo de batalla. Siendo el propio Reyes vencedor de la revolución en el gobierno de Rafael Núñez y en el de Miguel Antonio Caro. No era Reyes un gran orador, ni dado a la palabrería. El famoso general prefería el lenguaje de los hechos, en país de políticos parlanchines y las más de las veces banales. Para consolidar la paz les ofreció a sus antagonistas vencidos la oportunidad de integrarse al poder. Profesionaliza la carrera de las armas. Les pide a los jefes políticos de distinto signo que apoyen a sus hijos para que ingresen al Ejército regular. Consolida la moneda a la par del dólar, organiza el Banco estatal en un país quebrado, convoca a los mejores al gobierno, persigue a los que intentan conspirar contra el gobierno. Antes de Roosevelt y de las teorías de Keynes,  promueve  el desarrollo de la infraestructura del país, las obras, el empleo y la industria. Construye más vías de ferrocarril que sus antecesores juntos. Se esfuerza por fomentar la educación y hacer crecer la economía, en el convencimiento de que esa es la vía para consagrar la paz. En su testamento político dejó diseñado el país adelantado que soñaba, sin que sus sucesores consiguieran seguir su ruta, dado que se había convertido en un caudillo insustituible, mas su herencia de 1904 a 1909 es imborrable. Nadie hizo tanto por movilizar las energías nacionales como el rudo general y empresario, nos había salvado en el gobierno de Núñez de perder a Panamá.

Por estos días vienen de todas partes del mundo expertos de paz, consejeros de paz, que no dicen qué medidas tomar para alcanzarla. La mayoría de esos personajes bien intencionados ignoran que el general Reyes consagró la etapa más duradera de paz de nuestra historia. En tanto que comprendió que el principal factor que conspiraba contra la paz era el atraso del país y la barbarie imperante entre la población. Al combatir esos dos factores y fortalecer el Estado se invertía la situación. Por lo mismo, dentro de un criterio ortodoxo conservador promovió la intervención del Estado para el desarrollo. Hoy tenemos que el país cuenta con un desarrollo desigual, dejamos de ser país agrícola, en cuanto se dejó de pensar en la misma como un arma primordial para salir del atraso, ignorantes de que el primer rubro de la economía de los Estados Unidos proviene de la agricultura. Nos estamos desindustrializando, entre otras cosas, por falta de tecnología de punta  e investigación, como por la competencia desigual. Sin percatarnos de que involucionamos a país minero como en la Colonia. País que hoy vende sus materias primas sin valor agregado y quiere feriar  las empresas estatales estratégicas que producen grandes dividendos. Al invocar las hazañas del general Rafael Reyes por la paz resulta sorprendente que los conservadores estén por fuera de ese proceso, cuando debieran ser los primeros en replantear el tema y garantizar en La Habana que ni la soberanía nacional se negocia, ni se transa la ley para construir la paz.