Los Libertadores en Guayaquil | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Septiembre de 2013

Mientras  el general Simón Bolívar luchaba por la independencia de Venezuela y la Nueva Granada, el general San Martín hacía lo propio desde las Provincias Unidas. El ilustre caraqueño era un aristócrata mantuano, que había llegado hasta teniente al servicio del Rey de España en su tierra natal. San Martín, nativo del Virreinato de La Plata, sigue la carrera militar al servicio de la Corona, llega a general y se destaca en la guerra de liberación de España, en lucha contra la ocupación de las tropas de Napoleón. En sur del continente, la guerra de Independencia no tiene las características de la guerra en la zona tropical, en cuanto al ser expulsadas las tropas de Napoleón y recobrar el trono Fernando VII, la expedición que se envía a Hispanoamérica para pacificar la región, en vez de escoger a Lima o el puerto de Buenos Aires, se dirige a Venezuela y la Nueva Granada. Así que la guerra en el sur no tuvo las sombrías dimensiones sangrientas que se dieron en esta parte de la región, con hechos tan conmovedores, terribles y heroicos como el sitio de Cartagena, los fusilamientos de parte de la clase dirigente granadina en Santa Fe de Bogotá o la guerra social y de exterminio que acaudilla Boves en Venezuela.

El general San Martín tuvo la iniciativa de liberar el norte de Hispanoamérica y seguir al centro del antiguo Imperio de los Incas, para liberar el rico Virreinato del Perú. El ilustre general cruzó los Andes enfermo y llevo sus armas hasta Lima, que le abrió sus puertas y lo recibió como héroe y libertador. Colmado de honores y reconocida su pericia militar, perdió mientras estaba allí el apoyo político del gobierno de La Plata. Cuando aún se mantenía una gran parte del Virreinato del Perú en poder de las autoridades españolas y gozaban del apoyo popular, que estaba en gran parte con la monarquía. San Martín, en el que prevalecía una mentalidad de orden al estilo europeo, acariciaba la idea de un monarca que se estableciera en estas tierras, que en lo posible no fuera de la familia real española. En esos tiempos numerosos criollos tenían la misma idea de restaurar la monarquía, espantados con la inestabilidad de las nuevas repúblicas.

La guerra de independencia en Hispanoamérica cuando el Rey de España y su familia estaban presos en Bayona, en consecuencia acéfala la monarquía, se explica por la fidelidad que sentía el pueblo por el Rey. Dado que la monarquía española se distinguía como defensora de los indígenas y neutral en cuanto a las disputas locales por el poder, lo que aumentaba la autoridad y el prestigio del Rey. Como lo demostraron los realistas venezolanos que expulsaron a Bolívar de Venezuela.

Apenas unos pocos funcionarios españoles y criollos aceptaban a regañadientes el gobierno de Napoleón, siendo que la mayoría estaban por la Junta  de Cádiz, en donde la Nueva Granda tenía dos de sus nativos más representativos de la nobleza hispano-criolla, Joaquín Mosquera y pedro Agar, que fueron regentes del Imperio Español que se derrumbaba. Lo cierto es que, inicialmente, el vacío de poder que se produjo aquí deriva en una guerra civil, que sólo se explica por el decidido apoyo popular a la monarquía. Es de anotar que la Constitución de Cundinamarca de 1811 proclama su estirpe  monárquica. Así, posteriormente, varios de los aristócratas granadinos que la firmaron como Jorge Tadeo Lozano o Miguel de Pombo, fuesen ejecutados por Morillo que no entendió que al ejecutar a lo más representativo de la nobleza y de los dirigentes criollos, cavaba la tumba de la  monarquía y abría un abismo entre las partes en conflicto.

Sin los fusilamientos del general Morillo, el papel de Bolívar como Libertador habría encontrado obstáculos casi insalvables entre el pueblo adicto a la Corona. Incluso, después de esos dolorosos episodios  gran parte de la poblada de la Nueva Granada seguía siendo monárquica. Y no se debe olvidar que  los 13 muertos que cayeron en la Batalla de Boyacá, eran realistas criollos, que murieron como héroes. Por lo que no tiene sentido negar el papel que tuvieron los partidarios de la Corona en esos tiempos e incluso después en la formación de los partidos políticos.

Pretender negar los méritos del general San Martín o demeritar su figura histórica como Libertador es absurdo. Como  lo es el intento repetido de algunos comentaristas e historiadores de atentar contra la memoria de Simón Bolívar o de Antonio José de Sucre. En especial, cuando los que escriben sobre estos héroes lo hacen desde la visión localista, sin entender que son tres personajes de tipo continental y universal. El general Bartolomé Mitre ha sido uno de los más notables entre los que han escrito sobre San Martín, Bolívar y Sucre, a los que conoció y por cuanto combatió con arrojo bajo las órdenes del mariscal Sucre en la memorable Batalla de Ayacucho.

Y es por cuenta de los escritos del general Mitre, como de algunas sugerencias del general Tomas Cipriano de Mosquera, lo mismo que de otros personajes cercanos a los dos libertadores  que se han tejido toda suerte de consejas sobre la famosa entrevista de Guayaquil. Comenta Mitre que: “En el salón de honor, el Libertador presentó sus generales al Protector. Enseguida empezaron a desfilar las corporaciones que iban a saludar al ilustre huésped, presente el que hacía los honores. Una diputación de matronas y señoritas se presentó a darle la bienvenida en una arenga, que él contestó agradeciendo. Enseguida una joven de dieciocho años, que era la más radiante belleza del Guayas, se adelantó del grupo y ciñó la frente del Libertador del sur con una corona de laurel de oro esmaltado. San Martín, poco acostumbrado a estas manifestaciones teatrales y enemigo de ellas por temperamento, a la inversa de Bolívar, se ruborizó, y quitándose con amabilidad la corona de la cabeza, dijo que no merecía aquella demostración, a que otros eran más acreedores que él; pero que conservaría el presente por el sentimiento patriótico que lo inspiraba y por las manos que lo ofrecían, como recuerdo de uno de sus días más felices”. Lo que no sabía Mitre y no tenía por qué saberlo es que Bolívar había sido informado por Manuelita Sáenz, en Quito, que conocía las intimidades  de la política en Lima, del proyecto de San Martín de incorporar Guayaquil al Perú.  Y al conocer la noticia de labios de la dulce quiteña, tomó la resolución de incorporar Guayaquil a sus dominios. A partir de ese hecho la entrevista de Guayaquil no paso de lo protocolar, la partida la había ganado Bolívar, gracias al amor que como el rayo despertó  en la fogosa heroína.