Momentum de la paz | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Agosto de 2012

* El triunfo de las Fuerzas Militares

** La línea coherente del Estado

 

Los grandes avances obtenidos por las Fuerzas Militares de Colombia y la Policía Nacional  han hecho que hoy el país vuelva a hablar de paz. Los tres últimos gobiernos de Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, cada uno con su estilo, lograron una línea de acción de Estado que, por fuera de las incidencias políticas, permitieron la recuperación de la iniciativa en materia de orden público y el viraje de Colombia a escenarios diferentes que los que se avanzaban con las fuerzas irregulares de extrema derecha e izquierda escalando la contienda sin  talanqueras. Era aquel el teatro de 1998, donde guerrilleros y paramilitares, con alianzas narcotraficantes, estaban a punto de quebrar el eje estratégico de la guerra y reducir porciones del territorio nacional a su favor. Los secuestros masivos de soldados y policías, incluidos oficiales y suboficiales, al mismo tiempo que el conflicto armado interno se trastocaba de una guerra de guerrillas en una guerra de movimientos, así como el paramilitarismo profundizaba el éxodo campesino y las masacres, determinaban entonces una eclosión bélica sin precedentes en Colombia. El temor estaba en que contingentes completos de soldados en la selva pudieran trasladarse a las guerrillas, así como los paramilitares hacían lo propio para infiltrar a la Fuerza Pública, casos que después cobraron evidencia.

La línea del Estado, ante semejante reto, se mantuvo, no obstante, coherente a partir del Plan Colombia gestado por Pastrana y la profesionalización de las tropas legítimas, con su infraestructura modernizada, en medio de los diálogos del Caguán con las guerrillas. Ello le permitió a Uribe, terminadas las conversaciones, desarrollar el Plan Colombia, imponer la mayor cantidad de voluntad política posible en la reducción de la subversión y desmantelar al mismo tiempo parte importante del paramilitarismo en los diálogos de Ralito. En ambos gobiernos estuvo presente el hoy Jefe de Estado, llevando a la Fuerza Pública a sus más grandes logros, ya en la gestión presidencial de Santos, con las bajas de los más importantes miembros del Secretariado de las Farc, manteniendo la línea de acción estatal de lustros atrás.

Durante el lapso, en que se fortalecieron efectivamente a las Fuerzas Armadas, se redujeron los indicadores de violencia nacionales, el secuestro bajó sustancialmente y en el exterior se empezó a tener otra visión sobre el país. De ese principio a hoy las Farc pasaron de 16 mil hombres-arma a unos nueve mil hombres-arma, según lo ha dicho el Comandante de las Fuerzas Militares. El Eln, por su parte, aunque no ha sido tocado en su comando central, mantiene unos 2.500 hombres-arma. Ambas organizaciones subversivas han expresado, textualmente, su intención de buscar una salida diferente a la guerra, lo mismo que en su momento los paramilitares golpearon las puertas del gobierno Uribe a los efectos.

Lo anterior indica, como se dijo, que el fortalecimiento de acción de la Fuerza Pública ha sido eficaz en salvar el abismo por el que venía Colombia y cambiar la ecuación bélica. En tal sentido las Fuerzas Militares y de Policía están en mora de proclamar la victoria que han alcanzado. Sea por cautela o pudor, el país en todo caso se lo reconoce en toda la línea. Entrar ahora en una guerra de desgaste, como lo viene haciendo la subversión durante 2012, en que por vía del terrorismo atacan las redes eléctricas y puntos vitales de la infraestructura nacional, es un mecanismo para camuflar el hecho perentorio de la primacía militar estatal. Poner explosivos en torres de energía o puentes demuestra el grado de repliegue en que está la subversión. Ello es igual a lo que recurrieron en enero y febrero de 1991 con la voladura generalizada de torres en la Costa Atlántica, luego de la toma de Casa Verde, en el Meta, antes de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente. Posteriormente se sentaron en Caracas y Tlaxcala.

Todo esto señala la idea de reinstaurar la guerra prolongada de desgaste, que es la peor enemiga del país. Precisamente porque hoy, como nunca, existen unas Fuerzas Militares y de Policía victoriosas es dable hablar de paz. Desconocer esemomentum, entender que el triunfo no está en abatir al último guerrillero, sino en haber derrotado política y militarmente a la subversión en su pretensión de toma del poder por vía de las armas, es donde está el triunfo que puede declararse y que corresponde complementar acorde con las señales que viene dando el Primer Mandatario como comandante supremo de las Fuerzas Militares. Debe ser por eso que el mismo presidente Santos dijo: la victoria es la paz.