La confirmación por parte del Ideam en torno a que en Colombia ya están presentes las condiciones que conllevan a la declaratoria del fenómeno climático de La Niña es, sin duda alguna, un anuncio que obliga a que los sectores públicos y privados coordinen la construcción de un plan de contingencia para hacer frente a una circunstancia meteorológica que se caracteriza, principalmente, por un aumento de las lluvias por encima de los promedios históricos para la época en que se registra.
Desde mediados del año pasado se venía insistiendo en la inminencia de una transición entre el fenómeno del Niño, que afectó al país desde finales de 2023 y hasta mayo de 2024, y el de La Niña. Sin embargo, el porcentaje de probabilidad de este último fue bajo a lo largo del segundo semestre.
En las últimas semanas, por el contrario, las mediciones trasnacionales dan cuenta de un marcado enfriamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico tropical, que es el más claro síntoma de la posible ocurrencia del referido fenómeno climático. Las probabilidades ya están por encima del 60% pero los estudios permiten prever que la intensidad sería débil y su duración corta.
De hecho, para el caso de nuestro país el lapso de mayor afectación se daría entre enero y abril, implicando principalmente un incremento del 10 al 20% en el promedio de lluvias en las regiones Caribe, Andina y Pacífica, mientras que en zonas de la Orinoquía o incluso en La Guajira y una parte del litoral del Magdalena es posible que ocurra lo contrario. Es decir, que llueva menos.
Visto todo lo anterior, resulta urgente que se sienten las bases de una estrategia de respuesta en distintos campos, como el de la atención y prevención de desastres, ya que seguramente habrá más riesgo de inundaciones y deslaves, sobre todo porque el primer trimestre de todos los años suele ser una época seca.
Igualmente, hay que activar un plan para evitar un alto impacto en los niveles de los embalses, represas y ríos que son tanto la columna vertebral del sistema de generación hidroeléctrica como del suministro de agua.
No menos importante es que haya un esquema de contingencia para el sector agrícola, sobre todo por el efecto que el exceso de lluvias o de tiempo seco, según la región, podría tener en los ciclos de las cosechas, la producción de alimentos y el mismo costo de vida.