En un paso más dentro del pulso comercial, geopolítico y hasta de la industria militar entre Estados Unidos y China, ambas potencias tomaron esta semana medidas para restringir las exportaciones mutuas de materias primas y componentes esenciales para la fabricación de los semiconductores electrónicos, columna vertebral de tecnología de punta en múltiples campos.
El primero en mover una nueva pieza dentro de este complicado ajedrez económico y político, que en los últimos años ha sido cada vez más competido, fue el Gobierno norteamericano, que el lunes restringió aún más la exportación a China de semiconductores y equipos para fabricarlos.
El Departamento de Comercio fue enfático: la medida busca “perjudicar aún más” la capacidad de China de “producir semiconductores (...) que pueden ser utilizados en la próxima generación de sistemas avanzados de armas, en inteligencia artificial (IA) y computación avanzada, que tienen importantes aplicaciones militares”.
Esto implica que toda venta de este tipo de tecnología a empresas chinas, tanto públicas o privadas, será analizada bajo criterios de nivel de riesgo para la seguridad nacional estadounidense.
Como se dijo, este es un pulso de largo aliento en el que desde el primer gobierno de Donald Trump (quien reasumirá el próximo 20 de enero) y el del saliente Joe Biden, Estados Unidos no solo ha incentivado a la industria local para volver a retomar el negocio de los semiconductores (hoy solo domina el 10%), sino que privilegia su manufactura en países aliados como Taiwán y Corea del Sur.
Tras la movida norteamericana del lunes, ayer le correspondió el turno a China, que también anunció restricciones en las exportaciones hacia Estados Unidos de componentes esenciales para semiconductores como galio, antimonio, germanio y grafito. Todas estarán sujetas “a revisiones más estrictas de los usos y usuarios finales” por parte de la industria de la potencia occidental.
Aunque está por verse cuál será el impacto de las medidas adoptadas tanto por Washington como por Pekín, resulta claro que esta es una fuerte ‘batalla’ político-comercial que se intensifica, implicando no solo billonarias cifras en productos para usos civiles y militares, sino que también se extiende a conflictos geopolíticos tan delicados como el asedio de China a Taiwán o las tensiones entre las dos coreas.
Habrá que esperar a que asuma Trump, quien ya ha advertido que seguirá regulando y equilibrando las relaciones comerciales con la potencia asiática.