Otro elefante blanco | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Septiembre de 2013

* Insisten en aeropuerto alterno

* Iniciativas antieconómicas y negativas

 

Le Corbusier escribe en sus cuadernos de notas sobre su estadía en Bogotá, la forma como “la ciudad se ha  desarrollado sin orden y razón”. Tras destacar que: ”La ciudad de Bogotá fundada por Jiménez de Quesada en 1538, se había mantenido como una bella ciudad, construida sobre el trazado español y desarrollada de manera armoniosa alrededor de su centro, cuidadosamente ubicado en la Plaza de Bolívar. Dos ríos rodeaban la ciudad de elementos naturales”. Él quiso ordenar Bogotá cuando aún era posible, pero sus ideas quedaron en los archivos, como un monumento a la desidia burocrática colombiana. Y ordenar la ciudad ha sido un gran reto, superior a los esfuerzos de los mejores alcaldes. La violencia, los incendios del 9 de abril, los desplazados, el negocio de politiqueros populistas y  los barrios de invasión, como los especuladores y los que se apoderaron de valiosos terrenos de la ciudad con la complicidad de funcionarios públicos venales, más la pueblerina miopía y el mal gusto de algunos gobernantes locales que resultan fatales para el desarrollo armónico de Bogotá. Por mucho tiempo desde los días de los virreyes la historia de la ciudad se concentró en unas pocas manzanas y en torno de la calle real, donde, precisamente, le disparan a Gaitán. En un lugar de la carrera 7° por el que pasaba el tranvía y apenas a unos pasos en la esquina seguía su curso el río San Francisco. La ciudad pudo haber sido reconstruida siguiendo los planos  de los principales edificios, pero algunos no ameritaban por su arquitectura tal esfuerzo y se prefirió improvisar.

No se aprovechó esa tragedia en un sentido positivo para rediseñar a Bogotá, por lo que las cosas empeoraron y se produjo una estampida hacia el norte y otras zonas, en las que prevaleció la improvisación. A partir de entonces la inspiración de los alcaldes y del Gobierno nacional, como de los constructores signados por la expansión demográfica, han determinado el curso caótico de la urbe. Sin que los bogotanos tengan la oportunidad de opinar o se les consulte sobre las medidas a tomar o el futuro de la capital. Es así como al primer descuido de los vecinos desaparecen los parques o se construye en las zonas verdes y los cerros, conjuntos gigantescos que las autoridades no ven… Y como el Concejo se ha convertido en un remanente electoral que manejan los senadores de otras regiones, son pocos los concejales que tienen un verdadero compromiso con los bogotanos, puesto que su tarea principal es garantizar unos votos para los senadores que los apoyan de otras regiones del país. Es así como  de manera arbitraria se acabó con la fiesta brava en la Santamaría, siendo que la tradición de los toros es una de las más antiguas de nuestros  habitantes por generaciones enteras, casi desde su fundación. En los barrios el pueblo se divertía con los toros y la afición gozaba admirando el temple y habilidad de los diestros.

Bogotá sigue siendo una urbe que crece de manera caprichosa y anárquica. Y, lo que es peor, no se toman las medidas oportunas que reclama con urgencia el desarrollo de la ciudad, como hacer nuevas vías o el Metro, a la espera de que el tráfico colapse.  Lo mismo que se desconoce el parecer de 8 millones de habitantes, a los que se les trata como menores de edad, cuando se toman  las grandes decisiones que afectan su calidad de vida. Es el caso de la propuesta del director de la Aeronáutica Civil, Santiago Castro, un competente y brillante funcionario, que tiene la obsesión de ampliar el Aeropuerto Eldorado, a sabiendas de que el aeropuerto está incrustado dentro de un polo de desarrollo urbano que vuelve peligroso el continuo aterrizaje y despegue de naves. Cuando la mayoría de las ciudades del mundo, incluso algunas que no tienen ni la mitad del tamaño de Bogotá, ni sus problemas de movilidad, se ocupan seriamente de trasladar los aeropuerto lejos de la ciudad, para invertir en terrenos más baratos y favorecer el desarrollo a futuro. Resulta que un aeropuerto complementario, que estaría en Madrid, para trasladar la aviación militar y mejorar las operaciones de Eldorado, demandaría, inicialmente, US$ 1.000 millones, que habría que prestar, sin que se sepa a cuánto subiría como es habitual después la suma ni los  intereses. En Madrid, como tampoco se cuenta con las vías adecuadas se presentarán enormes problemas y muchos otros gastos. Los habitantes de Madrid tampoco han sido consultados. Sin que se tenga en cuenta la importancia estratégica para el Gobierno de tener la aviación militar en Eldorado, ni siquiera por cuenta de lo que pasó en Bogotá con los bloqueos.

Ampliar Eldorado, como trasladar la aviación militar a Madrid es anti-técnico, a sabiendas de que ninguna de las dos medidas soluciona los problemas de Bogotá. Mucho más cuando los expertos consideran que esa medida, que superaría de lejos los US$ 1000 millones sería temporal. La zona  que ofrece mejores posibilidades de  trasladar el aeropuerto de Bogotá, ahora que se avanza en la construcción de mejores vías y autopistas, es Apiay, cuyo aeropuerto en la actualidad es utilizado por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos  y la de Colombia, con excelentes resultados y naves de gran tamaño. Las inversiones que se han hecho y se hacen actualmente en Eldorado demandan miles de millones, sin que la administración de Bogotá ampliara las vías, ni tengamos Metro, lo que es absurdo y antieconómico, conociendo que de todas formas Bogotá necesita de un gran aeropuerto comunicado por autopistas y trenes en futuro cercano.

No dudamos de las buenas intenciones oficiales, ni de la propuesta de la IATA, ni la voluntad de la ministra de Transporte, Cecilia Álvarez Correa, de servir a Bogotá, pero es un deber advertir que ese elefante blanco no le conviene a la ciudad. Expertos internacionales calculan que no tiene futuro  y quedaría en unos 5 años obsoleto.

 

Bogotá sigue siendo una urbe que crece de manera caprichosa y anárquica. Y, lo que es peor, no se toman las medidas oportunas que reclama con urgencia el desarrollo de la ciudad