Petro o su verdadera posesión | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Febrero de 2023

* El inédito discurso desde el balcón

* Cuando el tema es la purga ideológica

 

 

Más o menos se estaba esperando el día en que el presidente Gustavo Petro dejara ver su cara auténtica. O quizá mejor el pleno alcance de sus propósitos gubernamentales y políticos como primer mandatario. Pues bien, es bajo esa perspectiva que podemos calificar la encendida oratoria de anteayer, desde el balcón de la Casa Nariño, como el verdadero discurso de posesión. No porque antes no hubiera dejado entrever sus intenciones, ya en la asunción formal del poder o inclusive en la ardiente catilinaria ante la ONU, sino porque fue en la última retórica de hora y media, apenas con una Plaza de Armas semillena, pero en aras de una transmisión mediática cuidadosamente adecuada al lugar y tono inéditos, cuando consiguió dejar más en claro su lectura de las elecciones y el desembozo de su proyecto rupturista.

Lo que se vio, pese a que ciertos medios se decantaron por atenuar las repercusiones del tema, fue pues a un presidente que como tal, y acaso por primera vez en la historia colombiana, pidió textualmente al pueblo levantarse, no arrodillarse, porque su intención, dijo, es la movilización social continua. O lo que también llamó la “multitud consciente”. Y que, asimismo, en términos de erosión de la democracia, y cualquiera sea el adjetivo que se añada al gobierno de la muchedumbre, los griegos denominaban oclocracia. Pero que sea cual fuere la definición que se quiera, precaviendo los cauces normales del sistema representativo, se trata de un mandatario que no cejará en el empeño de imponer al Congreso su visión ideológica a como dé lugar. Y que, por ende, parecería estar a un paso de vislumbrar a la democracia representativa como el “enemigo interno”, en caso de no aprobarse las reformas exactamente y según las concibe en los términos de la ruptura integral expuesta, tesis que por su parte ya había esbozado en otros aspectos.      

En principio, dentro de un análisis benevolente podría pensarse que un discurso así, de cara a las reformas de salud, pensional y laboral, tan solo consiste en presionar a los parlamentarios para que no asuman una posición autónoma, ni reflexiva frente a los perentorios dictámenes emitidos entre las columnas neoclásicas de la residencia presidencial. En esa dirección, bastaría con recordar que la mayoría parlamentaria está de bruces en su coalición, bajo el “toma y dame” clientelista, fórmula adoptada como método redentor por el “gobierno del cambio”. No en vano esas bancadas se declararon oficialistas, en medio de la repartija burocrática a ojos vista de todo el país, lo cual los articuladores políticos de la administración dijeron que se trataba de una adhesión sin reservas, por decir lo menos. Y, a decir verdad, de no ser así estos bloques hubieran podido, bajo la ley, declararse independientes y conservar la autonomía. Pero, claro, no lo hicieron ni lo van a hacer, pensando que se puede mezclar el apetito clientelista con la idea tantas veces dicha de “construir sobre lo construido” que es precisamente lo que al presidente parece saberle a mico.      

En efecto, su idea central sigue inscrita en el desmonte de todas las leyes al respecto, surgidas a raíz de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, fruto de la embestida neoliberal gubernativa como un todo indistinto. Y de este modo retrotraer de un palmo al país frente a las modificaciones que entonces se iniciaron en diferentes aspectos del devenir social colombiano ante la palmaria ineficiencia del Estado. En este caso, como se sabe, se trata del sensible tema de la salud y que servirá de parteaguas para abrir el cauce a las demás iniciativas.

Bajo este criterio lo que se quiere, pues, es que la nación entre a desandar tan dilatado trayecto y poner las cosas donde presuntamente debieron estar hace tres décadas. Es decir, hacer las veces de un borrón y cuenta nueva porque los constituyentes, y en particular tanto el presidente de entonces (César Gaviria) como sus ministros estrella, fueron incapaces de entender lo que realmente estaba en juego. Todo ello se produjo porque a juicio presidencial los artículos transitorios de la nueva Constitución, en su mayoría incorporados por Gaviria de soporte a las nuevas leyes fueron la traición mayor a los postulados populares, la entrega al más crudo materialismo y sinsentido humano producido por su clave compañero de coalición. Quien además se confabuló (esto es cierto frente a los alcances de la revocatoria de entonces) para que el nuevo Congreso fuera apenas su apéndice.

Se trata entonces y ante todo de una purga ideológica. Y de no entender que, así como hay cosas que cambiar en materia de salud, laboral y pensional, también hay otras que preservar. Desde luego, y como en toda purga, esto no cabe. Ese fue el sentido real de su discurso en el balcón… su verdadero discurso de posesión.