¿Santos centro-izquierdista? | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Mayo de 2012

* La derecha y la centro-derecha

* Importación de ficciones internacionales

 

La influyente y única revista sobre temas nacionales de actualidad, con la primera carátula del Álvaro Uribe  como expresidente, califica en la edición de esta semana intempestivamente, entre los párrafos, al presidente Juan Manuel Santos de centro-izquierdista. O mejor sostiene que el mandatario desarrolla algo así como el ideario del liberalismo de centro-izquierda. La referencia, ciertamente, parece más una forzada consigna que el trayecto de las realidades políticas.

 

No es, en modo alguno, el presidente Santos un centro-izquierdista, ni nunca lo ha sido. Santos, en efecto, es en primer lugar Presidente avalado por el partido de La U y en segunda instancia líder de una coalición donde precisamente el Partido Liberal no ocupa los primeros lugares. Por el contrario, la mayoría de los proyectos en el Congreso se debe a las votaciones conservadoras y de sus correligionarios partidistas de La U. Lo que no quiere decir que el liberalismo, en su progresión de centro radical, no sea evidentemente clave en la ampliación de la coalición que viene gobernando al país en los años recientes.

 

Lo cierto, en el país, si se va a hablar en estos términos, es que la nación duró afiliada políticamente, en las instancias de poder, a una derecha férrea representada por Álvaro Uribe. Ahora Santos lo que ha hecho es tratar de mover el país hacia la centro-derecha, sin pasar ningún límite del centro hacia la izquierda. Y es que las diferencias entre la derecha y la centro-derecha son infinitas, aunque parezcan ramas de una misma naturaleza. Y eso es lo que causa el estremecimiento.

 

La Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, que la revista cataloga en el espectro de izquierda, no tiene en manera alguna tal sentido. No es más que leer el relevante discurso del presidente Santos ante los militares, en el Teatro Patria, la semana pasada, para entender que ello hace parte de su estrategia de consolidación de la seguridad. Tan es así, precisamente, que su desarrollo corresponde en el Gobierno al conservatismo, tanto en cuanto ello se comprende, no sólo como un acto de justicia social, sino de recuperación de la soberanía. Y eso, desde luego, no es izquierdista, sino constitucional.

 

Es claro, por ejemplo, que uno de los fundamentos de la plataforma izquierdista, en Colombia, propone bajar el presupuesto y las nóminas militares a cambio de supuestas inversiones sociales, o por lo menos ese es el discurso. No está Santos precisamente en ello, sino que por el contrario ha sido protagonista, tanto de Ministro como de Primer Mandatario, de todas las leyes y formalidades que han permitido modernizar, consolidar y orientar a los organismos castrenses y policiales, con presupuestos superlativos.

 

Tampoco, claro, está Santos en ninguna idea que modifique los criterios económicos con base en postulados izquierdistas y antes que nacionalizaciones o estatismos, se mantiene en liberaciones accionarias privadas como las de Ecopetrol. El avance de la economía colombiana, con base en la libertad de empresa y la redistribución del ingreso a través de las tasas tributarias, se conserva de horizonte plausible. No hay desde luego ofertas como las de un centro-izquierdista como Hollande en Francia de castigar en 75 por ciento las utilidades empresariales. Inclusive, exenciones tributarias con miras a mejorar las inversiones y el empleo no han sido derogadas. E invertir los excedentes de capital estatal en obras sociales, como la vivienda gratuita o la baja del precio de la gasolina, no tienen un argumento político, sino de equilibrio frente a los índices de Gini.

 

Mucho menos, además, trabajar la paz en Colombia es el resultado de un pensamiento de sustrato izquierdista. Al contrario, en el país, son los conservadores en sus diversos mandatos los que más se han jugado en el tema, aun a costa de gastar buena suma del capital político.

 

Lo que hay, ciertamente, es una división de Uribe y Santos, es decir, entre estridencias como las chuzadas, la confrontación abierta con la justicia y la polarización sin talanqueras, entre otros, y los postulados centro-derechistas de monopolio de la fuerza por parte del Estado, la resolución del conflicto dentro del Derecho Internacional Humanitario y el consenso como método de acción gubernamental. Que por todo lo último, Santos sea un centro-izquierdista no corresponde ni a la realidad ni al gran espectro del centro hacia la derecha en que se viene moviendo y está afincado el país con sus matices. Y esos son los tremores, en el interior de ese corpus, los que hoy determinan la política colombiana. Un poco al estilo de Jean Marie Le Pen con Nicolás Sarkozy en Francia, o en la época de la transición democrática española Blas Piñar con Adolfo Suárez, con dos interpretaciones totalmente divergentes del franquismo.