Tremor en Parques Nacionales | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Diciembre de 2020
  • ¿Cambio de director…
  • o cambio de política?

 

 

No va a ser fácil que el gobierno Duque mantenga en alto la labor dejada por una funcionaria idónea y perseverante, como Julia Miranda, en la dirección de Parques Nacionales. Como se sabe, tal vez sea este cargo uno de los más estratégicos, no solo en el sector ambiental, sino frente al gigantesco patrimonio de todos los colombianos representado en su biodiversidad.

Acorde con lo que ya se ha dicho muchas veces, suele destacarse que Colombia ocupa un sitial altamente privilegiado en riqueza natural, por kilómetro cuadrado, gracias a su localización geográfica excepcional. De allí también que esté de primeras en el escalafón de aves y anfibios, de segundas en plantas, de terceras en reptiles y permanezca en el quinto lugar en cuanto a mamíferos. Lo cual ciertamente y de abrebocas, pone de presente el tema crucial del que se está hablando.

Esto, como es de suponerse, significa una riqueza enorme que a su vez encarna responsabilidades de primer orden: no solo al interior; también con la humanidad. En efecto, mucho esfuerzo ha tocado al país para hacer entender que los parques naturales son áreas protegidas que, además de su riqueza paisajística, están definidas como reservas infranqueables de los ecosistemas, zonas de protección del recurso hídrico, territorios de salvaguarda de flora y fauna en vías de extinción, garantía para el paso de aves migratorias y lugares de amparo ante el cambio climático. No en vano allí se mantiene el 75 por ciento de ciénagas y lagunas y el 62 por ciento de acuíferos.

Por su parte, son también espacios representativos de los beneficios inmateriales, históricos y culturales que tiene la nación colombiana, además de los servicios ambientales a precaver.

Bajo esta perspectiva se comprenderá cuán lejos puede estar la noción de un parque natural a la de un parque tradicional. Aunque parezca una simpleza, vale la pena reiterarlo puesto que la política de conservación colombiana nace, justamente, de que no se confundan los términos. Una cosa, por demás necesarísima, es una estructura deportiva en una ciudad o vereda, con sus precauciones, pero muy otra el uso recreacional de los parques naturales cuyo propósito es el disfrute de la naturaleza y la biodiversidad, respetando las obligaciones ambientales para los cuales fueron creados. Que entre otras no es el resultado de un capricho, sino parte esencial del espíritu y cláusulas de la Constitución de 1991 y de la línea jurisprudencial que, desde entonces a hoy, han desarrollado sistemáticamente los tribunales y las máximas cortes.

Para quienes quieran disfrutar del contacto con la naturaleza, cada vez más a la orden del día, debe ser fácil entender que el ecoturismo (o sus similares) resulta tanto una actividad grata y recomendable como una experiencia sensibilizadora de los valores naturales del entorno. De modo que no es recurriendo al turismo tradicional, en no pocas ocasiones con su degradación y contaminación, como puede lograrse ese objetivo conjunto y mucho menos implantándolo a rajatabla en los parques naturales.

Ya de por sí estos enfrentan amenazas y depredaciones gigantescas en la voracidad narcotraficante de los cultivos ilícitos, la minería criminal, el tráfico maderero y el contrabando de especies. Faltaría más añadirle a ese panorama ampliamente lesivo otro agente depredador. De manera que por fortuna sigue vigente la resolución del Ministerio de Ambiente de 2013 en la que se sentaron las bases del turismo en las áreas protegidas, respetando el porcentaje de carga humana y en adelante sacando las edificaciones a las zonas amortiguadoras. En especial en parques como la joya universal del Tayrona, donde por la misma época se preservaron remanentes del bosque seco tropical, en extinción, suspendiendo el licenciamiento de algún predio privado siempre en controversia y motivo de multas. Asimismo, procedimiento que ha sido ratificado por sentencia del Consejo de Estado en los últimos días, porque los parques naturales son, ante todo, un bien público. En este sentido, si llegara a confirmarse que la directora de parques salió por cumplir sus obligaciones sería un exabrupto descomunal.

Responsabilidad de gran envergadura, también, le cabe al país en la defensa ambiental de la cuenca amazónica. Caso concreto, entre otros, el del Parque Nacional del Chiribiquete que, por desgracia y aun si fue declarado por la Unesco patrimonio universal, es víctima en la actualidad de todo tipo de presiones, desde el narcotráfico hasta la deforestación, ante la acción impotente de las autoridades. Lamentable sería para Colombia una revocatoria por incapacidad o negligencia.

Por supuesto, el ámbito de Parques Nacionales es muy extenso para tocarlo punto a punto. Sin embargo, mal que bien, el país ha sabido mantener al respecto una política de Estado, aun con las carencias presupuestales y la debilidad estructural. Habrá pues ojo avizor sobre la materia.