La falta de actividad física es, sin duda, una de las principales causas de las curvas de morbilidad y mortalidad en todo el planeta. Pese a las múltiples recomendaciones para que las personas de todas las edades hagan ejercicio de forma rutinaria, las estadísticas indican que el sobrepeso y la obesidad siguen ganando terreno en muchos países.
El último campanazo al respecto lo dio esta semana la Organización Mundial de la Salud, según la cual casi la tercera parte de los adultos (31%) de todo el planeta, lo que equivale a no menos de 1.800 millones de personas, no alcanzaron los niveles recomendados de actividad física en 2022.
Lo más grave es que la agencia de la ONU señala que si el sedentarismo a nivel global continúa aumentando, los niveles de inactividad podrían alcanzar un 35% al final de esta década, una circunstancia muy preocupante.
Para nadie es un secreto que no hacer ejercicio es un factor de riesgo para múltiples enfermedades y patologías, desde las complicaciones cardiovasculares, principal causa de muerte en todo el mundo, hasta derrames cerebrales, diabetes de tipo 2, demencia y tipos de cáncer como los de mama y colon.
A ello se suma, que las afecciones asociadas al sedentarismo y el sobrepeso generan un alto costo a todos los sistemas de salud. No en vano, los expertos señalan que la pandemia silenciosa de los últimos años ha sido, precisamente, la obesidad.
Paradójicamente, mientras que hay estudios muy serios y extendidos que señalan cómo aumenta el sobrepeso en la población, otras investigaciones advierten que el hambre se está incrementando a nivel global, golpeando de manera principal a las personas más vulnerables, con alta incidencia en los menores de edad.
La persistencia del sedentarismo está asociada a muchas causas, que van desde la sobrecarga laboral hasta los altos niveles de penetración de las redes sociales y otros contenidos digitales que llevan a que las personas pasen muchas horas al día en frente de los dispositivos y no se ejerciten.
No hay que olvidar que los médicos suelen recomendar que los adultos realicen unos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a la semana, o 75 minutos de actividad física intensa.
Incluso, muchas legislaciones han ido disminuyendo la intensidad de las jornadas laborales o incluyendo sesiones obligatorias para trabajadores de “pausas activas”, esto con el fin de que la actividad física se convierta en un elemento de buenos hábitos diarios.