¿Una dictadura intocable? | El Nuevo Siglo
/AFP

Lunes, 7 de Octubre de 2024

Una afrenta impune a la democracia, así como un peligroso e inaceptable margen de tolerancia de la comunidad internacional a la dictadura, los crímenes de lesa humanidad y la violación sistemática de los derechos humanos. Así debe catalogarse cada día que pase sin que se reconozca y concrete el resultado de los comicios presidenciales del pasado 28 de julio en Venezuela, en donde el claro ganador fue el candidato de la oposición y, por lo tanto, hoy mandatario electo, Edmundo González.

La satrapía que lidera Nicolás Maduro apuesta a que cada día que pase sin aceptar el dictamen de las urnas le suma algo de terreno a sus maniobras burdas y violentas para tratar de ‘normalizar’ el fraude electoral perpetrado y forzar a las mayorías venezolanas y a los gobiernos de todo el planeta a resignar su cruzada para que cese la tiranía y se dé paso a la transición democrática, la misma que debería tener su punto culminante el próximo 10 de enero, cuando González tendría que posesionarse y dar fin a un cuarto de siglo de mandatos autoritarios chavistas.

Si bien el mandatario electo se vio forzado semanas atrás a salir del país y pedir asilo en España, ya que su integridad física y la de su familia corrían grave peligro, afirmó el viernes pasado que volverá a Venezuela para su posesión, ya que no existe la menor duda de su triunfo.

En ese orden de ideas, resulta clave la presentación que hizo la semana pasada el Centro Carter al pleno de la Organización de Estados Americanos (OEA), en donde exhibió el compilado de las actas de votación registradas por esa veeduría electoral y miles de testigos en las mesas de todo el país el pasado 28 de julio. En las mismas, que tienen el código electrónico QR que prueba su autenticidad, se reconfirma que el candidato opositor ganó con el 67% de los sufragios mientras que Maduro apenas sumó el 31%. Es decir, que la dictadura sufrió una derrota amplia e inapelable.

Tanto González como la máxima e incansable líder opositora María Corina Machado −ahora en la clandestinidad− coincidieron en señalar que el concepto del Centro Carter, una de las instancias de veeduría electoral más reconocidas y creíbles en todo el planeta, debería llevar a que la comunidad internacional redoble su presión para que Maduro y compañía queden sin el más mínimo margen de acción y tengan que aceptar su salida del poder.

No hay que llamarse a engaños: el régimen sátrapa está apostando al desgaste de la oposición y del gran número de gobiernos que no solo han advertido que no validarán el fraude electoral del chavismo, sino que incluso han reconocido a González como presidente electo.

Hemos insistido en estas páginas en que es imperativo que la Corte Penal Internacional adopte medidas procesales más drásticas en los expedientes contra Maduro y el resto de su cúpula dictatorial y militar, todos investigados por delitos graves y de lesa humanidad. No se puede permitir que se continúe deteniendo de forma ilegal a centenares de personas, en su mayoría jóvenes, por el solo hecho de pedir que se respete lo señalado en las urnas. No menos de 2.400 personas han sido recluidas arbitrariamente en prisiones como las de Tocorón (Aragua) y Tocuyito (Carabobo), sin fórmula de juicio ni respeto al debido proceso. Ayer, incluso, la oenegé Observatorio Venezolano de Prisiones advirtió que los capturados están aislados, pasando hambre y solo reciben dos vasos de agua al día.

El mundo no puede seguir tolerando lo que está pasando en Venezuela. La tiranía actúa con total impunidad, confiada en que más allá de las condenas y las amenazas de sanciones políticas, económicas y diplomáticas, al final nada se concreta en su contra. Por el contrario, hace cálculos en torno a que en algunas semanas o meses la presión se debilitará al tal punto que González, Machado y demás líderes opositores irán quedando cada día más solos, lo que seguramente aprovechará el régimen para actuar sobre ellos y sus familias, ya sea encarcelándolos, forzando más exilios o incluso atentando contra su integridad física…

Como se dijo al comienzo, cada jornada que la satrapía chavista sobreviva es una afrenta a la democracia y un riesgo mayor para millones de venezolanos que no han querido o podido huir al extranjero, como ya lo hizo casi una tercera parte de la población. Lamentablemente, las complicadas coyunturas bélicas y geopolíticas en Oriente Medio y en la guerra ruso-ucraniana le han restado prioridad a la urgencia de buscarle una salida a la grave crisis en el vecino país. Pero no por ello hay que bajar la guardia ante la tiranía ni dejar que ‘normalice’ su fraude electoral y violento proceder.