Urge frenar la contaminación ambiental | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Mayo de 2014

EL  problema más serio que enfrenta la humanidad es el de la contaminación ambiental. Industrias, vehículos, el consumo; los montones de desechos que se producen, multiplicados en las naciones ricas, donde el desperdicio es general; gastan energía en cantidades ilimitadas, han causado daño irreparable al planeta; condición no reversible. Solo quizá se atenuarían un poco sus efectos letales, si las grandes naciones industrializadas y las emergentes resolvieran disminuir de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Han sido reacias a asumir posiciones concretas frente a esta coyuntura grave para la supervivencia de los seres que pueblan la Tierra, esfera verde azulada, como se observa al orbitarla, privilegio de los astronautas que han observado su belleza y de ‘turistas espaciales’ multimillonarios.

Seguramente el deterioro del entorno terráqueo se inicia a partir de la Revolución Industrial. Aunque el ser humano es el depredador por antonomasia, aquí y en cualquier sitio del orbe. En Colombia en  la época de los colonizadores, éstos abrieron la selva a golpes de hacha, derribando árboles para dedicar la tierra a agricultura y ganadería. En tiempos actuales, también se talan selvas para los cultivos ilícitos. La degradación de los sistemas ocurre cuando se acaba con los bosques, las fuentes de agua se secan y surge la desertización. Es lo que pasa en las áreas rurales que sufren menoscabo por causa de la irresponsabilidad de quienes no respetan la naturaleza, sean taladores, la minería ilegal que usa elementos tóxicos que se van a quebradas, pozos, ríos, haciendo que el agua se torne impotable. De esa manera el campo sufre las consecuencias y va perdiendo esa virtud tan esencial como es la de que allí se respira ‘aire puro’ y el agua que corre libre por las montañas se altere en sus componentes naturales, al ser vertidas sustancias dañinas.

En el área urbana, la contaminación avanza incontenible. La industria, incluso la actividad en los hogares respecto a gasto de energía, aunque tal vez en mínima porción, afecta el aire. Y las mayores fuentes de contaminación, los millones de vehículos que ruedan por las vías de las ciudades, prácticamente están haciendo irrespirable el aire. Se experimenta en horas de intenso tráfico, en cercanías de las grandes avenidas atestadas de carros, una sensación de fatiga, provocada por olas de gases calientes que lanzan automotores que funcionan con diésel, el más contaminante. El más reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo -OCDE- revela que representan a los países industrializados 3,5 billones de dólares  los decesos y enfermedades causados, en un período de cinco años, -2005-2010- por la contaminación. Son muertes prematuras que se han incrementado en un cuatro por ciento en todo el orbe y el índice se va a mantener, si no se toman medidas radicales.

Sin duda el mayor volumen de contaminación es aportado por los vehículos de motor de combustión. Y esto no se va a contener, por el contrario, cada vez va a ser mayor. Las ventas de carros crecen; en algunas ciudades ya no caben, y las congestiones no solo en las vías urbanas sino en las autopistas son monumentales. Hace poco en una superautopista en China, un trancón duró varios días. Este panorama ominoso es preocupante y debe urgir a los científicos en la búsqueda de combustible sustituto verdadero de los actuales derivados del petróleo. Es algo que de manera inevitable tiene que pasar en menos de medio siglo. Este lapso no lo va a soportar el mundo con un aire cada vez más enrarecido. Es posible que ya tengan adelantado el descubrimiento del combustible del futuro, no obstante el proceso de contaminación está ya en la etapa de saturación y es urgente que se disponga pronto de fuentes de energía no convencionales, limpias.