Enseñanzas científicas y de vida que dejan los Nash | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Mayo de 2015

Por Giovanni Reyes (*)

UNA  noticia aparece en mi visita cotidiana a los diarios internacionales en horas de la mañana del pasado domingo 24 de mayo.  Uno se sorprende, se acostumbra a que gente a la que ha conocido y estima, siempre esté allí.  Pero la lógica en la vida es inexorable, este es un caso claro al respecto.  La noticia es contundente, John Nash, junto a su esposa Alicia han muerto en Nueva Jersey, en un accidente automovilístico.  Iban en un taxi de regreso a casa.

Lo demás se conoce con amplitud, ha saltado de manera fulminante a los principales titulares de la prensa internacional.

Claro que recuerdo con mucha claridad al Dr. John Nash (1928-2015).  Desde antes del otoño de 1994, cuando le fue concedido el Premio Nobel de Economía, ya el Dr. Herbert A. Simon –Premio Nobel de Economía 1978- había hecho referencia a él en la Universidad de Pennsylvania. 

Eran por demás sobresalientes sus trabajos en particular el “teorema del equilibrio de Nash”, que fundamenta la teoría de juegos –una rama de la las matemáticas económicas que tiene un amplio rango de aplicaciones prácticas, desde economía, teoría de transacciones (que es la esencia de la teoría de juegos) hasta la biología evolutiva, pasando por teoría de negocios, informática, lógica y ciencia política.

Como se sabe, la teoría de juegos partió desde los aportes del precursor de la misma, James Waldegrave, quien en 1723 brinda la demostración de una transacción con dos actores o jugadores.  Otros aportes pioneros de esta teoría fueron dados por Antoine Cournot, economista francés (1801-1877). 

De manera más contemporánea, un libro esencial –“Teoría de los Juegos y del Comportamiento Económico”- fue el publicado en 1944 por los matemáticos y economistas europeos John von Neumann (1903-1957) y Oscar Morgenstern (1902-1977). 

Estos científicos encontraron, al igual que muchos de sus colegas, un aceptable refugio en la Universidad de Princeton. Varios de ellos llegaban huyendo de las amenazas y los horrores que imponían el nacismo y el fascismo en una Europa que inexorablemente se desangraba por las iniciativas de Hitler y Mussolini, en especial a partir del 1 de septiembre de 1939, día del inicio de la II Guerra Mundial.

John Nash formó parte de quienes estructuraron la teoría de juegos que hoy se constituye en uno de los pilares de la economía moderna, especialmente de la microeconomía.  Desde antes de haberse concedido el Premio Nobel era famoso.  Debido a su comportamiento errático y a sus prolongadas temporadas en clínicas de rehabilitación, se le conocía como el “loco de Princeton”.

Es indudable que Nash debió luchar prácticamente toda su vida, contra la esquizofrenia.  Está también fuera de cualquier duda que Alicia Larde Nash, una mujer salvadoreña, fue quien logró heroicamente “sostenerlo” al enfrentar sus graves crisis psicológicas, en especial cuando el joven y anónimo profesor con la carencia de bienes y de ingresos, trataba de abrirse paso en el competitivo mundo de la academia estadounidense.

Es por ello que la escritora Sylvia Nasar (1947 -) autora del “bestseller” “A Beautifull Mind” -que luego fue una multipremiada película- no duda en colocar contundentemente como heroína a Alicia Nash, en toda la sinuosa y trágica vida que acompañó a los Nash, especialmente antes del Nobel de 1994.

Recuerdo a John Nash dándonos en la Universidad una conferencia sobre teoría de juegos.  Comenzó la disertación con timidez, aunque ya tenía el Nobel.  “Para decirles la verdad, estoy loco” dijo, casi como pidiendo permiso o disculpándose por su condición.  “Lo que ocurre es que ahora las medicinas han mejorado mucho y me siento bastante normal”, agregó, “no teman, no voy a hacer un escándalo.  He preparado lo que estimo es una aceptable presentación de teoría de  juegos; trataré también el tema de articulaciones con derivadas parciales y ecuaciones simultáneas”.

Ahora con su muerte, pienso en el profesor Nash, en su lucha constante contra sus limitaciones, en el padecimiento de la pareja al saber que su hijo tiene también esos desafíos mentales.  Pienso ahora dilatadamente en el heroísmo de Alicia Nash.  Un heroísmo como el de las madres, especialmente cuando cuidan siempre de un niño especial, o de un pariente con severas limitaciones mentales. 

Percibo ahora, pienso en ello largamente, que así debe ser el amor de Dios.  Un amor que no espera, que no exige, que no sueña ya, con ninguna compensación.  Que vive un heroísmo mudo, diario, anónimo, pero no por ello, menos trascendente.

La vida de John y Alicia Nash es una vida que queda.  Que está resguardada en sus enseñanzas, en la elocuencia del ejemplo espléndido que han escrito.  Es un legado para la ciencia.  Cierto.  Pero es también un legado de solidaridad.  Se trata de un triunfo auténtico del espíritu humano.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.