¿Asesinato de Khashoggi alterará panorama en Oriente? | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Martes, 23 de Octubre de 2018
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

EL SILENCIO de la administración Trump terminó: el crimen de Jamal Khashoggi fue perpetrado por Arabia Saudita. Recep Erdogan, presidente de Turquía, así lo confirmó, lo que de inmediato desembocó en una reacción del vicepresidente norteamericano Mike Pence, quien dijo que Washington responderá ante este “brutal asesinato”.

En The Washington Post, diario en el que escribía el periodista saudí, Pence calificó el asesinato de Khashoggi como un “asalto a la prensa libre e independiente” y dio a entender que la Casa Blanca tomará las acciones respectivas.

Era claro, después de conocer detalles de la desaparición del saudí, que habían sido dados a medios locales en Estados Unidos y Turquía, que Washington iba a criticar la conducta del régimen que gobierna en Riad. Lo que aún no se sabe, pese al reclamo aireado del vicepresidente Pence, es cuál será la posición de la administración frente a su aliado más importante en Medio Oriente luego de Israel.

De ahí que surja una serie de dudas a nivel geopolítico. ¿Estados Unidos, teniendo en cuenta la expansión nuclear de Irán, renunciaría a su alianza con Arabia Saudita para frenar al régimen de los ayatolás? ¿Cuáles serán las implicaciones a nivel económico frente a unos de los principales productores de petróleo del mundo?

Una relación sólida

No se trata de cualquier alianza. Riad y Washington han consolidado una relación por décadas sobre la base de intereses económicos y de seguridad. Además del petróleo, estos dos países coindicen en que la principal amenaza regional es Irán y su extensión en Siria y Líbano.

En los últimos encuentros bilaterales, Trump ha insistido en la importancia de consolidar un bloque, que incluye a Israel, para combatir las entrañas de Irán en Medio Oriente. El régimen de los ayatolás no solo se ha expandido por la parte de arriba de la península, sino que también ha apoyado a los rebeldes hutíes en la guerra de Yemen, que ha causado la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial según la ONU.

En Siria, Irán ha sido el principal ganador de la arremetida de Bashar al-Ássad contra los rebeldes opositores, incluso más que Rusia y Hezbolá, quienes han apoyado al régimen en la contraofensiva contra sus opositores. Los Guardianes de la Revolución Iraní -las fuerzas armadas de ese país- han sido los principales responsables de que Assad se mantenga en el poder. Sin ellos, hace unos dos años Damasco hubiera caído en manos de los rebeldes.

Estados Unidos ha sido consciente de los movimientos de Irán en la región. Aparte de retirarse del Acuerdo Nuclear firmado por la administración Obama, Washington ha insistido en que Teherán mantiene su plan nuclear pese a las numerosas sanciones que le ha impuesto la comunidad internacional y la Casa Blanca.

Para contener a Irán, Trump ha decidido fortalecer su relación con Arabia Saudita y su principal aliado, Israel. Por primera vez en la historia, estos dos países han logrado tener un objetivo común: frenar el expansionismo de Irán.

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, se ha dedicado en los últimos dos años a hacer una campaña contra el Acuerdo Nuclear de 2015, logrando, como se ha sabido, el retiro de Estados Unidos de este, que también incluye a Francia, Alemania, Rusia, China y Reino Unido.

En la escala regional, como se ha dicho, los saudís se han enfrentado de forma indirecta con Irán en Yemen, donde financian de lado y lado al gobierno central y a los rebeldes, respectivamente, en una guerra fratricida.

También Estados Unidos ha construido un centro en Riad para combatir el islamismo radical, una idea que surge en el lugar donde han nacido la mayoría de grupos radicales inspirados en el wahabismo, una versión del Islam que entiende los textos sagrados sesgadamente llevando a la creación de grupos como Al Qaida y el Estados Islámico. Algunos senadores en Washington han dicho que Arabia Saudita ha estado detrás de la financiación de estos grupos, pero nunca se ha confirmado esta tesis.

 

Lo último de Khashoggi

Se ha confirmado que Arabia Saudita estuvo detrás de su homicidio y que para cometerlo usó un doble que aparentó salir del consulado. También se ha sabido que el cónsul de ese país salió como una maleta grande rumbo Riad. Pero lo principal, el paradero de Khashoggi, siguen sin saberse.

Estados Unidos decidió enviar a la Directora de la CIA a Estambul para que se ponga al tanto de la investigación adelanta por las fuerzas de seguridad de Turquía. Trump ha dicho que tiene “un gran grupo de gente en Turquía y un gran grupo de gente en Arabia Saudita”, por lo que ha confirmado, que “sabremos muy pronto qué ocurrió con Khashoggi”.

Ayer, en conferencia de prensa, Erdogan reveló una serie de datos importantes dentro de la causa, como que el “asesinato fue premeditado” y que los equipos saudís, según Anadolu, “exploraron el bosque Belgrado de Estambul y la provincia noroccidental de Yalova antes de asesinar a Khashoggi”. “Vamos a seguir los hechos. Vamos a exigir que los responsables rindan cuentas”, agregó.

Todos los indicios recaen en el príncipe heredero a la corona, Mohammad bin Salman, señalado como el autor mediato del asesinato. La ONU anunció que, de ser posible, la organización está en capacidad de abrir una investigación sobre la muerte de Khashoggi.

La investigación, que avanza de forma vertiginosa, no necesariamente representará un desmejoramiento en las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita. La amenaza de Irán es, sin duda, una prioridad de Washington. Y cómo contenerla, también.