Con elección de Carlos Alvarado se da un nuevo oxígeno a este país, ejemplo para la región en muchos aspectos. Reducir déficit fiscal es uno de sus grandes retos, pero tiene asidero para ello
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En Costa Rica, el movimiento del cristianismo neo-pentecostal, evangélico, ha estado cerca de hacerse con el poder Ejecutivo en esa pequeña y funcional nación centroamericana. Ha estado cerca, pero no ha podido -de momento- llegar a la rama por excelencia del poder político. El candidato oficialista Carlos Alvarado ha ganado la segunda ronda de votaciones por margen de 61 a 39 por ciento de los sufragios, ante el predicador Fabricio Alvarado, según datos del pasado domingo, 1 de abril.
El desarrollo de las postulaciones y las candidaturas, en general la totalidad de la campaña política, se vio afectada por una consulta que, sobre el matrimonio homosexual, había realizado el gobierno costarricense en cabeza del Presidente Luis Guillermo Solís. La noticia se daba a conocer el pasado 9 de enero y en ella, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ordenaba a Costa Rica “garantizarles a las parejas del mismo sexo, todos los derechos existentes en la legislación, incluido el derecho al matrimonio, sin discriminación alguna frente a las parejas heterosexuales”.
Ese dictamen prendió fuego en las campañas. La candidatura del pastor Fabricio Alvarado optó por la intransigencia. Se trata de movimientos religiosos que tomaron fuerza en general en América Latina a raíz de las modificaciones del Concilio Vaticano II (1963-1965) que afectaron a la Iglesia Católica.
Los gobiernos de Estados Unidos se dieron cuenta que los católicos no eran totalmente confiables en la región, toda vez que las reformas de la iglesia reforzaban la Doctrina Social. Incluso dentro de lo conservador que era Juan Pablo II, él mismo insistía en que “no existiera más divorcio entre fe y vida”, en dar testimonio del compromiso y de la ética hacia el prójimo. Desde Washington se ha dado financiamiento y facilidades para que los neo-pentecostales les disputen la feligresía a los católicos.
Avance evangélico
Prácticamente todos los países latinoamericanos han sido afectados por este factor de incursión evangélica, pero en general se destacan la propia Costa Rica, Guatemala y Brasil. La perspectiva que le compite en creencias dentro del cristianismo a los católicos insiste en lo micro, en lo personal, en que la “gracia es dada por Dios, por Su Voluntad, no por méritos personales” eso es lo que vale. Es la fe, no son las obras, tal y como los representantes de esta corriente lo sostienen.
En suma, la presencia política de estos grupos se deja sentir en varios países. Un ejemplo reciente, fue el papel que jugaron en el rechazo a los acuerdos de paz de Colombia, en las votaciones del 2 de octubre de 2017. Ahora en Costa Rica, no han llegado a la jefatura del Estado pero -vicisitudes y dinámicas políticas de por medio- la situación parece ser de tiempo, para que efectivamente lo logren.
Uno de los factores que incidieron en los resultados de Costa Rica, fue que Fabricio Alvarado tuvo que mantener esencialmente lo radical de su mensaje de oposición a las “concesiones gay”. Esto le hizo consolidar el voto cautivo de sus bases, pero lo alejo del centro político, más moderado, que fue copado por el ahora triunfador Carlos Alvarado.
En el contexto de la situación costarricense, es de reconocer que este país junto con Uruguay, Trinidad y Tobago, además de Chile y Panamá, son de las sociedades más funcionales en Latinoamérica. Tienen aún instituciones del Estado de Bienestar, que se han resistido a ser desmanteladas por las políticas neoliberales, sus sociedades no tienen los desastrosos niveles de inequidad, los índices de empleo formal aún son aceptables. Costa Rica es reconocida por el cuidado de sus áreas protegidas, lo que le permite ser ejemplo, del manejo sostenible de ecosistemas, de recursos naturales renovables.
En el otro extremo en cuanto a la disfuncionalidad social, está el “cluster” de los países que tienen de manera persistente, más retos en lo social, político y económico: Haití, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Guyana, y hasta cierto punto Bolivia; para no mencionar el caso psiquiátrico de la Venezuela que actualmente camina por la cornisa, bordeando una auténtica crisis humanitaria.
La antítesis de varios países
Uno de los mayores y principales retos económicos que tendrá el nuevo gobierno desde San José, es el déficit fiscal. Será aquí en donde se determinarán quienes serán los sectores afectados; quienes, en qué monto y en qué fase de los procesos de ajuste que se demandan, van a pagar por el arreglo de cuentas.
Nadie duda de que el crecimiento sostenible en lo económico, sustentable en lo ecológico y equitativo en lo social, requiere de fortalecer procesos de competitividad, de emprendimiento y de innovación en las empresas. Sólo en las unidades de producción se genera la riqueza.
No obstante, también se requiere de andamiaje institucional que permita ir solucionando las fallas y las imperfecciones de los mercados: información de los agentes socio-económicos, externalidades, bienes públicos, promoción de la libre competitividad. Esto último implica la lucha contra los carteles y los monopolios no naturales.
Bien para Costa Rica, que fortalece de esta manera su desarrollo político representativo, dentro de la concepción republicana. Su caso contrasta como es sabido, con las realidades que asolan a otros países allí, al doblar la frontera. Una prueba de esto último es que el día en que se realizaba la segunda ronda de elecciones presidenciales costarricenses, en Guatemala, sin que tuviera que pagar condena legal alguna, fallecía Efraín Ríos Montt a los 91 años.
En su breve estancia en el poder -23 de marzo de 1982 a 7 de agosto de 1983- el ejército habría arrasado 412 aldeas, miles de asesinatos desembocaron en cerca de 42,000 refugiados guatemaltecos tan sólo en México. Militar y sanguinario, fiel representativo del carácter represivo de los uniformados, se le condenó por genocidio, por crímenes contra la humanidad. La familia de Ríos Mont, lo enterró a las tres horas de haber fallecido. Se temía a las reacciones de las víctimas. Se procedió en el más estricto secreto. Algunos dicen que lo sepultaron en el traspatio de la casa. Lo cierto fue que no se dio a conocer ni siquiera el nombre del cementerio.
Todo ello sería impensable en Costa Rica. Un país que desde 1948 eliminó el ejército y ese gasto lo dedicó a la educación. Con base en una consolidada infraestructura humana, basada en la educación y la salud, en el apalancamiento de los sectores más vulnerables, Costa Rica ha logrado establecer condiciones de inclusión y de mayores oportunidades en su entramado social.
El nuevo presidente electo de ese país, Carlos Alvarado, se ubica más allá de las posturas de los partidos tradicionales, los que -como ha sido la norma en la región y en otros países del mundo- aparecen como instituciones desgastadas, carentes de credibilidad al no ser instancias de intermediación social. En estos tiempos de “modernidad líquida”, donde escasea la esperanza, la política costarricense tiene por ahora un respiro. La expectativa de que las cosas políticamente puedan funcionar aún tiene asidero.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.