Dejar la Unión Europea, un problema insular | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 7 de Abril de 2019
Pablo Uribe Ruan
Ubicada al costado noroccidental del continente, Reino Unido permanece sin saber cuál será el futuro del Brexit. May busca otra prórroga hasta el 30 de junio que puede llevar a más fricciones dentro de su partido. Mientras, la participación de este país en las elecciones europeas está cada vez más cerca

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EN UNA pesadilla legal, política y hasta cultural se le ha convertido a Reino Unido la salida de la Unión Europea (UE). La primera ministra, Theresa May, ha intentado que el Parlamento apruebe el acuerdo logrado con Bruselas en tres oportunidades, consiguiendo un no rotundo. Ahora, intenta que el bloque continental extienda la prórroga del acuerdo definitivo para finales de junio. En el entretanto, hay muchas dudas que persisten.

Es claro que el Brexit se ha convertido en un terreno pantanoso e indescifrable, mermando la credibilidad de las instituciones inglesas y su efectividad a la hora de cumplir el mandato del pueblo británico en 2016: salir de Europa.

Para cumplir aquél objetivo, Theresa May ha viajado tantas veces a Bruselas como el número de tasas de té que toma en una semana. Allí ha discutido los detalles técnicos y políticos del acuerdo de divorcio, que en dos oportunidades –casi es sometida a una tercera- ha sido rechazado por el Parlamento, de mayoría gobiernista.

Ante la llegada de la fecha límite de salida, 29 de marzo, la Primera Ministra no ha tenido otra opción que pedir una prórroga, aceptada por la UE y fijada para mediados de abril (12). Pero como el Brexit es un problema interno, cuya resolución está lejos de estar cerca, May le ha apostado esta semana a pedir otro aplazamiento hasta finales de junio.

Desesperada por el círculo vicioso en Londres, la UE ha recibido este ofrecimiento de manera escéptica. Alemanes, franceses y holandeses el viernes han advertido que para que se haga efectivo debe haber mayor claridad en Reino Unido, escenario poco visible de momento.

Desde París, la Secretaría de Estado dijo que otra extensión requiere un plan con “respaldo político claro y creíble”. “Tendríamos que reconocer que el Reino Unido optó por abandonar la UE de manera desordenada”, sustentó. En la misma línea, Ámsterdam y Berlín han insistido en que no aceptarán ninguna extensión mientras May no tenga una estrategia efectiva que conlleve a la aprobación del acuerdo de salida por parte del Parlamento.

Elecciones, gran escollo

Es probable que la UE, luego de sopesar los efectos que tendría un Brexit sin acuerdo o un segundo referéndum, decida concederle la extensión a May hasta finales de junio. Ese escenario significaría que como condición previa Reino Unido deberá participar en las elecciones al Parlamento Europeo, previstas entre el 23 y 26 de mayo.

Como ha solido ocurrir, esta posibilidad también es inconveniente para May. El Partido Conservador, que lidera, saldría muy mal parado en esos comicios, y en las locales del 2 de mayo, a tal punto que el diario de derecha The Telegraph definió ese eventual escenario como  “una amenaza existencial” para los “tories” (los conservadores).

Por su parte Stephan Barclay, miembro de la colectividad y secretario del Brexit, le ha aconsejado a la Primera Ministra “salir” de Europa lo más pronto posible para evitar las elecciones. “Sus súplicas fueron ignoradas”, relató The Time.

En Reino Unido es claro que el principal motivo por el cual el Brexit persiste en este estado de letargo es por la división entre los conservadores. Las diferencias entre May y Barclay son una de muchas muestras de las constantes fricciones partidistas.

Para expertos como Anand Menon, profesor de política europea en King`s College, la prórroga hasta junio significa “una coartada política” frente a los conservadores euroescépticos, quienes buscan una ampliación más larga para lograr un acuerdo “duro” en oposición al que May ha negociado, que, según ellos, es “débil”.

Lo que en un principio fue un éxito a nivel electoral, hoy se le ha convertido al Partido Conservador en un problema de enormes proporciones. En 2015 parte importante de la colectividad hizo campaña para celebrar un referéndum sobre la presencia de Reino Unido en el bloque europeo. En ese entonces, ganaron y se convirtieron en mayoría en el Parlamento. Ahora, divididos y perjudicados, se preocupan por el bienestar del partido.

El letargo del Brexit no solo está determinado por los “tories”. En unión con los nacionalistas irlandeses, ellos han logrado mayorías en el Parlamento, que poco le han servido a May. Al frente, sin moverse un ápice, el laborismo y sus aliados insisten en que se haga un segundo referéndum ante el aparente cambio del electorado frente la “salida”.

Ir de nuevo a las urnas sería reconocer la incapacidad del modelo parlamentario para lograr consensos y firmar un acuerdo de salida que representa la visión mayoritaria de los votantes. La democracia británica, golpeada por una imagen desfavorable acrecentada por la novela del Brexit, generaría un precedente negativo en caso de convocar a un segundo referéndum.

Lejos de lograr un acuerdo entre los diferentes sectores políticos, May inicia una nueva semana sin un horizonte claro. Algunos dicen que, en otro viaje a Bruselas, buscará otra prórroga, para así convencer a los parlamentarios británicos de que hay que aprobar rápido el acuerdo de salida y así evitar las elecciones europeas.