MACERATA, una tranquila ciudad del centro de Italia, se convirtió en la metáfora de las legislativas del 4 de marzo, con el fantasma del racismo rondando y el debate sobre la inmigración como tema dominante de la campaña electoral.
Al contrario de las localidades del norteño Véneto que se atrincheran contra los migrantes, Macerata, como la mayoría de las ciudades italianas, recibe un limitado número de migrantes, de los miles que cada año desembarcan ilegalmente en la península, la mayoría provenientes de África.
Con un 9% de residentes extranjeros -la mayoría europeos- entre sus 42.000 habitantes y una tasa de desempleo del 11%, la localidad de Las Marcas era poco conocida, pese a la reciente quiebra del banco local y los terribles terremotos que arrasaron varias localidades vecinas en 2016.
Pero el descubrimiento del cuerpo descuartizado de Pamela Mastropietro, una romana toxicómana de 18 años, cambió las cosas.
Tras el arresto de un nigeriano en conexión con este crimen, Luca Traini, un militante de extrema derecha y admirador de Hitler de 28 años, decidió vengarse disparando contra migrantes africanos e hirió a seis nigerianos.
Los movimientos de extrema derecha convocaron una manifestación en apoyo a Traini, que terminó con enfrentamientos con la policía.
Los movimientos antifascistas también salieron a la calle masivamente para protestar contra el racismo xenófobo.
Mientras tanto, en los partidos tradicionales, la derecha pedía mano dura contra la inmigración y la izquierda callaba. Así se convirtió Macerata en paradigma de un país dividido.
"Esta historia nos cayó encima sin previo aviso", sostiene Laura, madre de dos gemelos de seis años. "Macerata es realmente una ciudad muy tranquila, no estamos acostumbrados a todo esto", confiesa.
"Yo vivo feliz aquí. Nunca pensé que podría ocurrir algo así", coincide el africano Madu Cisse, quien llegó de Malí en 2011 y ahora es chef de repostería.
"Jamás he tenido problemas aquí. Cuando las personas me ven, me saludan", cuenta Mohamed, un somalí que llegó en 2009 y trabaja en una estación de servicio.
'Demasiados'
Pero cuando se apagan las cámaras de televisión, muchos personas aprovechan para criticar a los migrantes, especialmente de África.
"Son demasiados", "no hacen nada en todo el día", repiten a modo de estribillo. "Cuando salimos por la noche, en algunos barrios donde se juntan en grupos, tenemos miedo", confiesa un joven.
Según las encuestas, la inmigración se ha convertido en el tema principal de las elecciones para más del 30% del electorado, después de la llegada de casi 700.000 migrantes en los últimos cuatro años.
Según el Instituto Italiano de Estadística (Istat), los extranjeros con documentos que residen en Italia son cinco millones sobre una población de 60,5 millones de habitantes, es decir el 8%.
La mayoría son rumanos (23%) seguidos por albaneses (9%), marroquíes (8%), chinos (5,5%), ucranianos (4,5%), filipinos (3,3%) e indios (3%). Trabajan en pequeños negocios, como domésticos o en la agricultura.
En los últimos cuatro años han llegado 690.000 extranjeros, en su mayoría provenientes de África subsahariana. Buena parte de ellos, unos 500.000 según las estimaciones, son indocumentados ya que les han negado la visa o se les ha vencido.
Cerca del 70% de los italianos cree que hay demasiados, según el centro de estudios Eurispes.
El abogado de Traini, Giancarlo Giulianelli, se declara sorprendido por la avalancha de mensajes de solidaridad enviados a su cliente. "Es solo la punta del iceberg de un profundo rechazo", explica.
A Gennaba Diop, de 23 años, nacida en Macerata de padres senegaleses, no le sorprende.
"La primera vez que alguien me llamó negra, tenía 10 años. Desde entonces, las cosas no han mejorado, al contrario, han empeorado", aseguró.
"La gente me dice todo el tiempo que regrese al lugar de donde vengo, a África", cuenta resignada.
“No hacen nada en todo día”
El Estado italiano se demora un promedio de dos años para estudiar una solicitud de asilo, lo que genera rabia y desconfianza tanto de la población local como del inmigrante.
Por ley los inmigrantes no pueden trabajar durante ese lapso de tiempo. Algunas alcaldías han inventado fórmulas para involucrarlos en actividades, con clases de italiano, voluntariado, fútbol, etc. Sin embargo muchos se mueren de aburrimiento y hasta enloquecen esperando la respuesta.
La gran cobertura mediática de delitos atroces cometidos o atribuidos a extranjeros ha alimentado el vínculo entre inmigración e inseguridad. Sin embargo, según el ministerio del Interior, el número de delitos en Italia ha disminuido en los últimos 10 años, si bien el número de extranjeros creció notablemente.
Los presos extranjeros representan actualmente el 16% de la población carcelaria de Italia,según el Ministerio de Justicia.
'Frenar el fenómeno'
Los candidatos de derecha así como aquellos del Movimiento 5 Estrellas han prometido detener el flujo de inmigrantes que llegan por el mar Mediterráneo y organizar su expulsión.
Para frenar ese fenómeno que obsesiona a los políticos de derecha, el gobierno de centro-izquierda firmó unos controvertidos acuerdos con milicias en Libia, país sumamente inestable y al que han denunciado por los malos tratos a los inmigrantes. Gracias a esos acuerdos se redujeron de un 70% en 2017 las llegadas de inmigrantes.
El ministerio del Interior indicó también que las expulsiones de inmigrantes aumentaron, de 5.817 en 2016 a 6.514 en 2017.