YA no se trata de aspirar a mejoras. Eso sería lo más racional y lo que dictarían mínimos niveles de sensatez en el escenario internacional. Sería lo mínimo a pedir, a partir de la participación de naciones que se empeñan en mejores niveles de desarrollo, tan sostenible en lo ecológico, como eficiente en lo económico, como equitativo en lo social. Pero no. Ya no se pide ni lo mínimo. Lo que se demanda ahora, al filo de las angustias, lo que se requiere escasamente, es un poco de estabilidad en las condiciones internacionales. Es algo imperativo en el actual proceso de globalización.
Pero los desastres con epicentro en la Casa Blanca no dan tregua. Apoyado por sus seguidores, Trump es un destructor nato. Solo alguien que no desee ver, permanece peligrosamente en la ceguera. Esta semana fue el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén -y la matanza ya anunciada, que hasta el momento de escribir esta nota, se salda con más de 60 palestinos muertos y cerca de 2.300 heridos-.
Eso del traslado de la embajada, repito, fue el miércoles. Hoy es la ruptura del pacto que se había logrado con Irán. Para mañana se fortalece el abierto saboteo que Trump hace de la acordada reunión con el liderazgo de Corea del Norte.
Las mentiras son cotidianas, las distorsiones de hechos, las desinformaciones, o como se dice ahora la “posverdad” se vuelve moneda de uso diario. ¡Qué paradoja!. Ahora nos ahogamos de datos e información y nos mantenemos sedientos de conocimientos consistentes. En todo esto, es de reconocer por otro lado, que nuestra capacidad de malabarismos lingüísticos no parece tener fronteras.
Es por ello, en medio de actores que van imponiéndose en el escenario internacional -tal y como están las cosas- que se requiere de la contribución europea. La evidencia muestra ciertamente, dinámicas complicadas. Allí están actores que exhiben mayor grado de asertividad como China –con todo y lo que la agenda de la potencia asiática implica- con casos en los que siempre parece un ganador. Esta sería la condición de la Rusia de Putin. Con esos rasgos principales, es Europa la que puede representar un factor que ayude a recobrar los escenarios indispensables de convivencia.
Oportunidad
Es en el Viejo Continente en donde puede haber algo de esperanza a partir de democracias maduras, curtidas a lo largo de la historia occidental, lejos de la retardataria condición política que impone Trump, desde Washington. Nótese este año y medio de desastres, de rupturas y de echar por la borda procesos y resultados producto de largos y laboriosos consensos, tal el caso del Acuerdo Climático de París.
Significativamente también han resultado lesionados grandes acuerdos comerciales. Es de olvidar que así con estos factores, se pueda avanzar en una Ronda de Negociación en pro del desarrollo y la convivencia internacional.
¿Alguien recuerda alguna vez que a partir de noviembre de 2001, la Organización Mundial de Comercio lanzó la Ronda del Desarrollo o Ronda de Doha? Bueno al menos quedan las esperanzas, pero esta diatriba de distorsiones no da mucho margen para expectativas con optimismo. El rosario de descalabros populistas del trumpismo se ha cobrado ya incluso tratados más cercanos como los sostenidos con Canadá y México.
Los europeos deben ahora transformar en acciones constructivas, de beneficio sostenible, la sorpresa y la estupefacción que ha causado el dardo mortal de Trump al acuerdo con Irán. A medida que los estudios se profundizan y los debates, siempre necesarios, van teniendo más cobertura, se perciben con mayor claridad los efectos multiplicadores que es ir contra ese acuerdo. Que ha emergido como una pieza clave, vital, en el mantenimiento de la frágil estabilidad de Medio Oriente.
Sin embargo el berrinche del mandatario estadounidense no es de gratis. Los intereses de la industria petrolera se están viendo satisfechos, al menos en el corto plazo. Los precios se están elevando. Rondan ya, las referencias Brent y West Texas, los 80 dólares por barril, cuando, como se sabe, tenían mínimos de 28 dólares en diciembre de 2016, y se habían descolgado de los precios de 100 dólares por barril en septiembre de 2014. Y Trump y sus amigos tienen intereses en el sector de energía. Recuérdese que no sólo es un “exitoso” dueño de casinos.
Esas especulaciones financieras hacen subir acciones. Otro tanto ocurre con los tambores de guerra que se ponen a tronar con las estridencias desde la capital estadounidenses. En este último caso son las empresas armamentistas las que se frotan las manos. Saben que los negocios crecerán producto del anuncio de belicosidades. Qué mejor que un clima inestable, para tener cada vez más y mejores armas, más costosas, más competitivas, para eso también sirven las deudas de los países pobres, para que se armen y con ello desvíen fondos para el desarrollo.
Nuevas relaciones
Uno de los daños mayores que se está teniendo en el escenario internacional, es la repercusión en el entramado de relaciones multilaterales. Se está teniendo cada vez más un sistema de relaciones multi-bi-laterales. Un conjunto de relacionamientos de tú a tú entre las naciones. Con ello, no sólo se tiene el riesgo de perder una perspectiva de largo plazo, sino que se hipotecan también, las probabilidades de acuerdos basados en la confianza, la cooperación internacional y el apoyo recíproco.
Para las organizaciones multilaterales, construidas con tanto esfuerzo y no exentas de burocracia, es tiempo de resistencia, de repliegue de velas, mientras se esperan vientos de popa que puedan ser favorables en lo internacional, al menos un clima que reduzca los altos niveles de beligerancia que se tienen ahora. Curiosamente, este escenario le permite cierto respiro al régimen de Maduro, a quien ya no le preocupa, al parecer, cualquier grado de legitimidad que se pueda poseer en Venezuela.
En ningún caso el Acuerdo con Irán era “el peor de la historia” como lo indica Trump con ese discurso suyo tan exhibicionista de paupérrimas capacidades y alcances mentales. Se pudo frenar el enriquecimiento de uranio, se ha llegado a tener control sobre actividades de generación, manejo y uso de energía nuclear en Irán, se tiene a pesar de todo, un sistema de control.
Como es ya costumbre, Trump tiene toda la intención de derrumbar lo que había logrado Barack Obama. El problema es que no tiene propuestas de mejora, ni iniciativas de substitución siquiera, mucho menos planes novedosos que repercutieran en las innovaciones que siempre se necesitan. Europa, se repite, tiene ahora en particular, un requerimiento notable. En sus políticos y estadistas se conserva la esperanza. Alguien debe amortiguar el torbellino de la jauría. Es de esperar, que no haya tiempo para que nos defrauden.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.