EU en el avispero de Medio Oriente | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 4 de Agosto de 2018
Giovanni Reyes

Un análisis aun siendo rápido del mundo islámico evidencia la complejidad en la conformación del mismo, con dinámicas que incluyen enfrentamientos tan sangrientos como recurrentes, con grupos que guardan entre sí, divisiones acérrimas. Esto repercute, entre otras consideraciones, en lo político, lo geoestratégico en Medio Oriente, enraizados como están estos conflictos, en siglos de añeja raigambre religiosa.

Un dato ilustrativo de la complejidad de los grupos religiosos que hacen parte del Islam y su enfrentamiento: los chiítas tienden a ser mayoría en casi todos los países donde predomina esta religión, con excepción de Irán e Iraq.  Allí son los sunitas a quienes les pertenecen las mayorías poblacionales. 

Esto, por ejemplo, lleva a no caer víctimas de análisis superficiales en el conflicto entre Iraq e Irán (1980-1988).  En realidad el apoyo y la nutrición del conflicto, incluía el respaldo mutuo que se daban entre chiítas de Irak e Irán.  Más que un conflicto entre países, se trataba de una confrontación entre grupos religiosos islámicos.

En el caso que nos ocupa, Estados Unidos con Trump a la cabeza continúa participando en el avispero musulmán del Medio Oriente. Tomando en cuenta lo anterior, Irán tiene serias discrepancias con Arabia Saudita. Se trata de problemas entre un país de mayoría chiíta y la intransigente monarquía suní de Arabia.  En esta situación es evidente, desde hace muchos años, que Estados Unidos apuesta por el apoyo a los sauditas, en lugar de propiciar un equilibrio que pueda traducirse en cierta estabilidad para la región.

Tal y como lo documenta el investigador Doug Bandow desde Europa, durante la campaña de Trump, éste insistía en que los saudíes se “comportaban contra los intereses de América”. Los señalaba de apoyar a grupos de radicales islámicos, lo que contribuía notablemente al clima de hostilidades en la región, en especial en Siria e Irak.  Por momentos, analistas políticos señalaron que de ganar el hoy mandatario se podría tener un cambio en la política exterior de Washington. 

No obstante, es de considerar que Trump ha evidenciado encarnar un manojo dinámico de contradicciones, y que por otra parte el manejo de los temas ha distado mucho de ser consistente, para decirlo de forma ligera.  La actual administración desde la Oficina Oval ha reforzado los vínculos con Arabia Saudita y las amenazas sobre destrucción de los acuerdos con Irán se han tornado recurrentes. 

 

 No es de olvidar en este sentido, que este logro del acuerdo, el cual permitió cierto control sobre el programa nuclear iraní, fue producto de intensas y escabrosas negociaciones que incluyeron a la administración Obama y países europeos.

Los saudíes

Entretanto, Arabia Saudita es en realidad un país no democrático en donde el totalitarismo se impone, además de lo que han sido visibles nexos de financiamiento con grupos que operan en otros países.  Como ocurre en muchas regiones musulmanas, se carece de libertad política o religiosa.  Ha sido todo un logro histórico, como se recuerda recientemente, que las mujeres hayan tenido autorización para conducir vehículos.

En su nexo con Estados Unidos, los saudíes no han dejado de utilizar a las propias fuerzas norteamericanas para resguardo de sus plantas petroleras, de sus inversiones e incluso como componentes de defensa personal de la realeza saudí.  Washington por su parte se asegura de tener la dotación de petróleo sin mayores problemas, situación que le hace depender menos de otros proveedores, tales como otras monarquías “menos confiables” o bien de Venezuela en Latinoamérica.

Medios internacionales insistentemente han manifestado que los saudíes, por otra parte, han apoyado a grupos radicales que son parte del por demás complejo entramado del Medio Oriente.  Por ejemplo se ha puesto de manifiesto lo que habría sido el apoyo a grupos islamistas que intentaban acabar con el régimen de Bashar Al-Asad en Siria. Tómese en cuenta que el cruento enfrentamiento que trágicamente ha desgarrado a este país, se cobra más de 300 mil víctimas y, aunque disminuyendo, ha impuesto su dinámica de sufrimiento sin descensos, desde abril de 2011.

Por otra parte, el apoyo de Estados Unidos a la monarquía saudí se relaciona con la posición totalitaria del régimen. La represión del gobierno no se ha hecho esperar al presentarse el sólo intento de “contaminación” de lo que se ha conocido como la “primavera árabe”: grupos de población civil presionando para abrir espacios de participación ciudadana. 

Este movimiento, como se recuerda, ha sacudido el mundo árabe promoviendo mecanismos de elección y representatividad que contrastan con el tradicionalismo. El inicio de la “primavera” ocurrió el 17 de diciembre de 2010 en la ciudad de Túnez, cuando un vendedor ambulante Mohamed Bouazizi fue víctima de la policía, al arrebatarle ésta última sus mercancías y ahorros.  En respuesta el joven se inmoló. 

Es notorio que las repercusiones de este movimiento no han afectado a los mandatarios saudíes.  Es más, desde Riad -la capital saudí- se llegó a intervenir militarmente en Bahrein, pequeño estado insular al este de Arabia Saudita, monárquico también, y con 760 kilómetros cuadrados de territorio.  El apoyo saudí en este caso, respaldó a los jerarcas suníes frente a la población chiíta que protestaba.

Apoyar a naciones o grupos étnicos de manera excluyente, puede erosionar, aún más, la credibilidad que tiene Washington en especial con el impredecible Trump.  Con ello en general, tiende a descartarse el proceso de negociación, de negociación que redunda en mecanismos de estabilidad y convivencia política y social más estables, forjados a partir de consensos y apropiación de medidas. Mediante estos mecanismos unilaterales se puede “vencer mas no convencer” y las estabilidades pueden resultar efímeras, muy frágiles.

La recomendación para una estabilidad duradera, más basada en el desarrollo que en la coacción permanente, sería más bien como lo tiende a hacer hasta cierto punto Europa, o Putin desde Rusia -al menos parcialmente- o bien como es el diseño político desde China con el Presidente Xi Jinping: apoyo a diferentes actores y conformación de dirigencias incluyentes o corporativas en la toma de decisiones.

Sería maximalista la pretensión de lograr ya mismo, democracias en muchas sociedades cerradas. Pero en medio de la volatilidad, al menos Estados Unidos podría dar un apoyo más equilibrado entre Irán y Arabia Saudita.  Pero bueno, formar consensos está ahora fuera de la lógica de la capital estadounidense.  Las posiciones de fuerza se imponen, para satisfacción de los mercados armamentistas.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.