El Presidente ha lanzado una reforma estructural. Ha cortado los subsidios y ha subido el costo del agua, la luz y el combustible. Pero no ha podido modificar los salarios, por la oposición del principal líder sindical, Hugo Moyano, quien anunció que podría citar a un “paro general”
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A FERNANDO ARAMBURU le dijeron que le llaman “la grieta”. Una separación, partida en dos partes casi iguales, que llega a lo social, lo histórico, lo futbolístico. Es un todo. “Divide y malquista. País de dos valvas, Argentina”, escribe el escritor español.
La “grieta, setenta años después de Perón, sigue manifestándose en cada calle, en cada relato. El miércoles, en una marcha más (de muchas que puede haber en una semana), Hugo Moyano -peronista, directivo del fútbol e ícono de los camioneros- convocó a sus bases para protestar, por enésima vez, contra las reformas que intenta pasar Mauricio Macri. Y, por algo más.
“El Negro”
A Moyano le dicen “el Negro”. Es un hombre bajo, de palo cano y aficionado a Independiente de Avellaneda, club que dirige desde hace años. Dicen en Argentina que es tan poderoso que “si se contara con una mano a las personas más poderosas de la política argentina en la última década, Moyano entra en el quinteto”, según la BBC.
No es para menos. Maneja peajes, distribución de gasolina, camiones y recolección de basuras. Si Moyano hace un bloqueo, Macri -o cualquier presidente, gobernador o alcalde- se resigna a la inmediata parálisis de un sector; es la “grieta, activada”.
Convencido, el “Negro”, quien maneja la CGT (Confederación General del Trabajo), le probó a Macri que puede sacar a la calle 200.00 personas, pese a la división del triunvirato en el sindicalismo argentino.
Después de filtrarse que el gobierno estudia su detención, ayer dijo que “no le importa ir preso” e insinuó que el siguiente paso, después de las marchas registradas el miércoles, sería un “paro general”, situación a la que le tiene pavor cualquier presidente no peronista, como Macri.
¿Todo poderoso?
El peronismo es un movimiento –no sólo político- inmodificable con el paso del tiempo. Los presidentes pasan, la hiperinflación vuelve y los cacerolazos suenan en la 9 de Julio como en el 2001; mientras, sigue intacto, representado en banderas del general y petrificado en la imagen de Eva Perón, un ídolo de la Argentina maradonezca, que vive del gol a los ingleses y las Malvinas.
Por convicción o interés -o la dos-, Moyano defiende ese pasado, no glorioso para algunos, pero sí recordado por todos, sea cual sea del lado de la “grieta” en la que se esté.
La epopeya de Maradona en México sigue intacta en la memoria colectiva. Unos la interpretan como parte del folclor gaucho; otros, como el ídolo del pueblo que, como Moyano, luchó, y lucha, por reivindicar el legado de esa Argentina sufrida, de barro, por la que luchó Perón.
Entre los segundos, por doce años, Néstor Kirchner y Cristina Fernández reunieron al peronismo en la izquierda; también hay peronismo de derecha, de centro, de centro izquierda…
El paro general se avecina. Un escenario donde las imágenes de Evita, Perón y las Malvinas vuelan en banderas ondeadas por sindicalistas, opuestos a la nueva Argentina de Macri.
Durante gobiernos calificados como “populistas”, gobernaron con y para las bases sindicales, adeptas a Perón y encargadas de sacar a Fernando de la Rúa de la presidencia, tras la declaratoria del “corralito”.
Moyano se volvió más poderoso con los Kirchner, pero la capacidad de movilizar a miles de personas venía tiempo atrás, desde los tiempos de la post-dictadura, cuando Raúl Alfonsín renunció a la Casa Rosada, pese a haber liderado la transición a la democracia.
Víctimas del descalabro económico, De la Rúa y Alfonsín trataron en el plano político de luchar contra el peronismo, pero les fue mal. Macri evita, de todas las formas, terminar igual que ellos: acorralado por los cacerolazos, el nacionalismo de las Malvinas. Porque él “no va en tren, va en avión”, dicen sus opositores (no Charly).
Los salarios
El objetivo, desde que llegó con un grupo de tecnócratas, ha sido reformar los subsidios y los salarios. Empresario y defensor de la “tercera vía”, Macri ha rebajado la alta carga de subsidios, ha subido el precio del agua, gas y combustible, pero no ha podido modificar los salarios.
Desde la tribuna de sindicalista, desde el estadio, desde la calle, Moyano ha dicho que se opone a este plan. Los años del kirchnerismo -y los anteriores- lo acostumbraron a exigir un salario con base en “la inflación de supermercado”; precios al mercar.
Este modelo, simplemente, no le funciona a Macri, quien hereda una vasta burocracia, encargada de los subsidios y unas tasas salariales que se ajustan a las peticiones sindicales. Busca, por el contrario, que los salarios mejoren al ritmo de la productividad, algo que parece innegociable, pese a un posible paro general.
No sólo sindicalismo
Al “negro” no sólo le importan los derechos colectivos. Con 74 años y dos ciclos en prisión, lo investigan por enriquecimiento ilícito en la gestión del sistema de salud de los camioneros y lavado de dinero a través de su equipo, Independiente.
De momento, ningún juez lo ha llamado; otros dos sindicalistas ya fueron procesados. Moyano dice que se trata de una persecución del gobierno por su oposición a las reformas, lo que ha sido desmentido por la Casa Rosada.
Macri defiende sus reformas y dice que sin ellas Argentina seguirá estancada en esa vieja nostalgia destructora, aprovechada por el nacionalismo de los Kirchner y el poder de los sindicatos.
La obsesión reformista ha mermado su popularidad. Según Isonomía (una de las encuestadoras más respetadas), la imagen positiva de la gestión de Macri está entre el 49 al 53 %. Sigue siendo uno de los presidentes más populares de la región, con Piñera y Moreno, pero la tendencia de los sondeos es desfavorable.
El paro general se avecina. Un escenario donde las imágenes de Evita, Perón y las Malvinas vuelan en banderas ondeadas por sindicalistas, opuestos a la nueva Argentina de Macri.