COMO estaba cantado, fue contundente el triunfo de los laboristas y la debacle de los conservadores en las legislativas británicas, abriendo una nueva era en el Reino Unido que no está exenta de incertidumbre, especialmente en la economía, ante las medidas anticipadas por Keir Starmer, el nuevo inquilino del No. 10 de Downing Street.
"A todos los que han hecho campaña a favor del Partido Laborista en estas elecciones, a todos los que han votado por nosotros y han depositado su confianza en nuestro renovado Partido Laborista: gracias", señaló el líder de los socialistas británicos tras conocer los resultados de los sondeos a pie de urna, según los cuales obtendrían 410 escaños.
Favoritos desde meses atrás por el consabido desgaste de 14 años de gobiernos ‘tories’, los últimos muy golpeados por el Brexit, la pandemia del covid-19 y el coletazo económico de ésta, los laboristas con el proyectado triunfo aspiraban a batir varios récords, entre ellos, superar el número de diputados que logró Tony Blair (418 en 1997), romper el margen de diferencia frente al Partido Conservador, establecido en 1832 cuando el hoy desaparecido Partido Whig casi que duplicó en curules a los ‘tories’ y proclamar una ‘supermayoría’, término acuñado para reconocer los triunfos electorales especialmente holgados.
El sistema político británico concede la capacidad de gobernar a quien logre una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes y eso si logró Starmer con su partido, por lo cual será designado como primer ministro, en reemplazo del conservador Rushi Sunak quien asumió el poder en octubre de 2022 y semanas atrás, ante la división de su partido que frenó sus programas, decidió anticipar las elecciones.
Antes del escrutinio se conocen las proyecciones de los medios de comunicación realizados con encuestas a votantes tras ejercer su derecho, lo que devela una tendencia. Generalmente aciertan y el resultado oficial demora algunas horas, porque realizarse inicialmente en cada una de las 650 circunscripciones (para igual número de diputados): 543 en Inglaterra, 57 en Escocia, 32 en Gales y 18 en Irlanda del Norte.
De confirmarse el sondeo a pie de urna realizado por Ipsos (en 130 circunscripciones) y difundido por las cadenas BBC, ITV y Sky News, el Partido Laborista obtendría 410 escaños (209 más que en las pasadas elecciones), mientras que los ‘tories’ se quedarían con 131, perdiendo 241, su peor resultado en unas elecciones desde el inicio del siglo XX y tan solo cinco años después de que Boris Johnson les diera una mayoría aplastante (365 diputados).
Como tercera fuerza quedaría el centrista Partido Liberal Demócrata, con Ed Davey al frente, que alcanzaría 61 escaños, 53 más que en las últimas elecciones, seguida el partido del ala dura de la derecha, Reform UK, de Nigel Farage, que entra al Parlamento con mayor fuerza de la prevista, ya que alcanzaría 13 curules.
Seguirían el Partido Nacionalista Escocés (SNP) de John Swinney, que pierde 38 asientos, quedándose con 10 diputados; el independentista galés Plaid Cymru cosecharía 4, mientras que los Verdes se quedarían en 2.
Mientras que la exlíder del SNP, Nicola Sturgeon admitió que “no fue una buena noche para nosotros” pero celebró el logro del objetivo de toda la oposición, que era “sacar a los tories” del poder, el ‘reformista’ Farage celebró, gratamente sorprendido, el respaldo ciudadano. “Estamos enormemente agradecidos por vuestro apoyo", escribió el populista en redes sociales.
También se quejó del ‘establishment’, al señalar que pese a ese logro de su partido “la cobertura televisiva es casi cómica. No hay ni un solo representante de Reforma. Los principales medios de comunicación nos niegan tanto como los partidos políticos. Serán más de seis millones de votos. Esto, amigos, es enorme".
Laborismo, al centro
Cuando Keir Starmer asumió el liderazgo de los laboristas, tras su debacle electoral en 2019, tenía un objetivo largo y a mediano plazo: alejar el partido del extremo izquierdista en que lo ubicó su antecesor, Jeremy Corbyn.
Con perfil bajo y trabajo constante, fue reconduciendo la colectividad hacia el centro, y todas sus propuestas económicas y políticas se moderaron, es decir, sin que fueran cambios bruscos o extremos.
De esta forma, el líder laborista prometió en su programa de campaña una gestión cautelosa de la economía, dentro de un plan de crecimiento a largo plazo que incluye potenciar los criticados servicios públicos, en particular el denominado sistema de salud.
"Lo importante es hacer crecer la economía y crear riqueza", dijo esta semana Starmer.
Sin embargo, la alternancia política que se avecina si bien genera expectativa también muchos temores, especialmente en medidas tributarias y ayudas sociales.
Anticipándose a ello, Starmer, a quién hoy encargará el rey Carlos III formar gobierno, trató de tranquilizar a los electores: “no habrá ningún aumento del impuesto sobre la renta, la seguridad social o el IVA…Solo subirán las tasas a ciertos contribuyentes, entre ellos escuelas privadas o empresas del sector de hidrocarburos, pero no a los trabajadores”.
Frente al otro tema de gran preocupación ciudadana, el nuevo premier inglés dijo que abandonará el proyecto conservador de fletar aviones a Ruanda con inmigrantes irregulares para combatir las llegadas masivas de personas cruzando el Canal de la Mancha, que separa Inglaterra y Francia.
En ese sentido, su apuesta es luchar contra las mafias que sustentan esta llegada de inmigrantes irregulares.
Algo de historia
Como reseñamos anteriormente, el Partido Laborista quería imponer nuevos records electorales, lo que no logró pese a su aplastante victoria.
No lograron batir el margen de diferencia en curules con los conservadores, el que permanece desde 1832 cuando se pusieron en juego 658 escaños. En ese entonces, el Partido Whig –ya desaparecido-, liderado por Earl Grey, se hizo con 441, 224 más que el Partido Conservador. Por aquel entonces el Partido Laborista no existía, ya que se fundó en el año 1900.
Los laboristas llegaron por primera vez al poder en 1945 y seis años más tarde, en 1951, alcanzaron el que sigue siendo su techo de votos en términos proporcionales, ya que acumularon el 48,8 por ciento de los sufragios. Este récord no evitó que los 'tories' obtuviesen más escaños.
El récord para los laboristas en cuanto a escaños llegó en 1997, de la mano de Tony Blair, que contó en sus inicios con 418 legisladores afines, 179 más que el Partido Conservador. En el lado contrario se sitúan los 202 diputados de 2019 y el 27,6 por ciento de los votos de 1983, los dos suelos electorales de los laboristas.
Para los conservadores, su mejor resultado en votos data del año 1955, cuando logró el 49,7 por ciento de los votos, mientas que en diputados el récord sigue siendo los 397 logrados en las elecciones de 1983. En cambio, fueron especialmente catastróficos los comicios de 1997, en los que lograron 165 escaños, con el apoyo del 30,7 por ciento de los ciudadanos.
Tampoco alcanzaron la ‘supermayoría’, que si bien no la necesitan por superar el umbral 326 asientos (mayoría absoluta) les habría permitido tener una mayor cuota de poder dentro de la Cámara de los Comunes, por ejemplo, para el control de comisiones, y evita potenciales riesgos en caso de deserciones de diputados o pérdidas de escaños en elecciones parciales -al ser un sistema de circunscripciones uninominales, no corre ninguna lista en caso de que un legislador se retire o fallezca.
El interés político de tener el mayor margen posible quedó palpable en la anterior legislatura, ya que mientras que Boris Johnson obtuvo en 365 escaños, con un margen de 80 sobre los laboristas, el periodo concluyó con una diferencia de 42 entre los dos grandes partidos.