Kamala Harris es “la candidata presidencial menos conocida de los tiempos modernos”, escribe la página editorial del periódico conservador “The Wall Street Journal”. Esto no es un tema menor, pues muestra que algunos norteamericanos ni siquiera la conocen y, si saben quién es, la asocian fácilmente con la burocracia de Washington, lejana y equidistante de los problemas de los ciudadanos.
El año pasado, un sondeo de NBC News anunció que casi la mitad de los encuestados tenía una imagen desfavorable de ella, llegando a convertirse en la vicepresidenta más impopular de Estados Unidos desde 1989, cuando Walter Mondale, vice de Jimmy Carter, registró números más bajos. Así que, como era esperable, una semana antes de que Joe Biden renunciara a la carrera presidencial (21 de junio), Harris perdía por más de cinco puntos con Trump.
Hace poco –estamos hablando de meses–, la prensa demócrata llegó a escribir artículos sobre “El problema de Kamala Harris”; “¿Dónde le fue mal?”. En ese, y en otros, se decía que la vicepresidenta daba la impresión de que “le faltaba autenticidad”. Podría ser porque algunas veces copia a los Obama –Barack y Michelle– y otras parece una política que ha pasado por todos los puestos de la administración pública, como Hillary Clinton o el mismo Biden.
Las generalidades
Con todo y que para muchos es una desconocida, Harris está mostrando que esta condición le está sirviendo para entrar con fuerza en la carrera presidencial y pasar a Donald Trump en los sondeos.
En la Convención Nacional Demócrata (en inglés, DNC), el jueves pasado, Harris dio un discurso de 37 minutos lleno de emociones, anécdotas sobre su vida y el pasado de sus padres, y una que otra defensa de las políticas progresistas que hacen parte de la agenda de los demócratas, como el aborto y los derechos de las mujeres. No más que eso, dejando muchas dudas sobre su agenda programática en temas en los que su gobierno (el de Biden) sale mal parado, como la economía, la política exterior o las guerras en el mundo.
A diferencia de los republicanos, o de los demócratas que acompañan a Trump –la disidencia es pequeña, pero existe silenciosamente–, la vicepresidenta candidata no tiene un programa de gobierno. Los republicanos sí lo tienen y lo llevan construyendo desde hace años con base en la propuesta de “Project 2025”, una iniciativa liderada por la Fundación Heritage que Donald Trump ha incorporado a su campaña como base programática; son 900 páginas.
A Harris, sin embargo, le está sirviendo la vaguedad de su candidatura. Jerusalem Demsas, columnista de “The Atlantic”, una revista progresista de Estados Unidos, apunta a que “en cualquier caso, la vaguedad es políticamente útil. Las insinuaciones de populismo económico animan a los progresistas, mientras que los susurros de moderación hacen sentir a los centristas que no hay nada importante en marcha. Todos ganan. ¿Pero cuánto puede durar?”.
En su paso por Chicago, donde fue la Convención Demócrata, Demsas cuenta que “durante los cuatro días que pasé entre los demócratas en Chicago esta semana, no oí las palabras libro blanco o estudio ni una sola vez”. Es claro que, al menos por ahora, Harris y su equipo prefieren las generalidades de la política y atacar al “Proyecto 2025” de Trump. Y les está dando resultado.
Joven
De tanto hablar de los años de Biden, la edad de los candidatos se convirtió en el centro de la política: hasta hace poco favoreció a Trump (78 años), y ya no. Casi 20 años menor que él, Harris (59 años), a pesar de su larga carrera en lo público, hoy es la candidata joven y de esto está sacando ventaja.
Los demócratas, tristes hace un mes, cuando Biden se retiró, hoy están ante la emergencia de una candidata que “a veces parece liderar más un movimiento que una campaña política”, observaba recientemente un estratega demócrata, en diálogo con “The New York Times”.
A la Convención, Harris invitó a influenciadores de la Generación Z, actores de Hollywood y exjugadores de deportes que le ayudaron a acompasar un evento que, antes que ser político, pareció un concierto acompañado de sentimiento y lágrimas como las del vicepresidente Tim Walz o el emotivo saludo entre Biden y su hija.
Es claro que, aunque la candidata demócrata ha sido poco auténtica y algo fría en su vida política, esta forma de ser ha quedado relegada y la Kamala Harris de ahora representa todo lo contrario: algo de “show-woman”, juventud, desparpajo y poco papel o documentos.
¿Durará?
Five Thirty Eight, un portal electoral que agrupa todas las encuestas, dice que a la fecha Harris le está sacando a Donald Trump una ventaja de 3 a 6 puntos y su imagen favorable ya supera a la desfavorable, escenario que no ocurre en el caso del candidato republicano.
Indiscutiblemente, la selección de Harris como reemplazo de Biden ha sido un acierto. Durante esta semana, Trump ha perdido varios puntos en los sondeos porque, por ahora, no tiene claro cómo enfrentarse a una candidata que representa todo lo contrario a un hombre, mayor, blanco y que venía de una clase media acomodada como el actual presidente de Estados Unidos.
Pero, no queda claro todavía si esta entrada poderosa de Harris tiene vocación de permanencia o ha sido en parte un efecto rebote esperado por un electorado que necesitaba un giro y que, fuera quieran fuera el candidato o candidata, iba a reaccionar favorablemente con el reemplazo de Biden.
Si este segundo escenario se empieza a confirmar, Kamala Harris empieza a tener problemas. La vaguedad de su discurso hoy le favorece, pero puede que termine finalmente ayudando a Trump. Él ha visto estas dos últimas semanas como los focos de los medios se han ido con la demócrata y en contadas semanas seguramente van a volver a él ante la escasa iniciativa política de Harris, que puede hablar de generalidades que pueden llegar a no ser suficientes.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.