“América Latina es la región del futuro y siempre lo será”, solía decir Charles De Gaulle. Si uno mira del desempeño de la región los últimos tres años es posible decir que nos hemos quedado en promesa. Esta idea, en uno y otro lugar, se repite, agravada por la percepción generalizada de que enfrentamos “otra década pérdida”.
Podemos fácilmente estancarnos aquí. Razones no nos faltan. Los números, cada vez más accesibles, respaldan que nuestra economía ha tenido un desempeño regular, mientras que tres dictaduras se petrifican en el poder. “Seguirán en promesa”, podría decir De Gaulle, también.
Es sencillo quedarse con este relato, reafirma algo que se ha repetido en décadas. Sin embargo, se da cuenta uno de que esta idea es parcialmente cierta e incluso puede llegar a ser mentira. América Latina no sólo tiene un enorme potencial, sino que ha avanzado en varios frentes en las últimas tres décadas y muchos de sus desafíos son cíclicos y globales.
Bajo esta óptica hay que encontrar de dónde viene cierto optimismo, que puede explicar, por ejemplo, que hayamos registrado un récord de Inversión Extranjera Directa (IED) con 224.000 millones de dólares en 2023, cuando a escala mundial esta se redujo 12%.
¿No será que los inversionistas ven fenómenos que los latinoamericanos no vemos? Puede que sí, puede miremos sólo nuestro ombligo sin darnos cuenta de que ni el mundo es un paraíso para invertir, ni tampoco cuenta con las ventajas que nosotros tenemos. Nos la pasamos encerrados en nuestras coyunturas, únicas e irrepetibles, creemos.
Un artículo publicado en la revista Americas Quaterly, “Un alegato (relativamente optimista a favor de América Latina), propone abordar una mirada distinta de la región. “El contexto exterior de América Latina es ahora tan favorable, en diversos frentes, que está superando otras dificultades”, escribe su director, Brian Winter.
No son especulaciones sustentadas en el deseo de narrar la región con un sentido menos catastrófico. Para afirmar esto, Winter consultó al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Ilan Goldfajn, y él le dijo que la región atraviesa “no fundamentalmente un boom de precios, se trata más bien de un boom de la inversión”, que puede producir un crecimiento menos exponencial al del “boom de los commodities” -2003-10-, pero más sostenible.
Democracia y Estado de Derecho
Ciertas instituciones son ineficaces, pero 74% de los países de la región son considerados democracias en las que prevalece el respeto por los derechos humanos, sin olvidar que por supuesto existen casos en los que se repite la violación de derechos humanos. La democracia es el régimen político en el que confía la mayoría de ciudadanos y esto muestra que un núcleo importante de ellos cree que es la forma de gobierno más conveniente para gobernar y resolver sus problemas.
Aunque el Latinobarómetro vienen mostrando un decreciente apoyo a la democracia en la región, sobre todo en los más jóvenes, esta estadística hay que ponerla en contexto y ver que en el mundo viene pasando lo mismo. El apoyo a la democracia desciende particularmente en Latinoamérica por un ciclo complejo de crisis económica, inflación e inseguridad, que todos los países han experimentado, y probablemente empezará a cambiar por su condición cíclica.
Una democracia fuerte debe conjugarse con un Estado de Derecho que haga cumplir las leyes. En el mundo de los negocios, por lo general, se asume que América Latina la aqueja la imperante inseguridad jurídica, convirtiéndonos en la región donde más se incumplen los contratos.
Si se mira el total de los casos ante el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencia en Inversiones) se da cuenta que el 71% de los casos globales se generaron en las inversiones en minería, gas, electricidad, transporte y banca y finanzas, en donde se concentra la inversión en América Latina. La región sale perjudicada por esta condición, concluyendo que no necesariamente es el lugar donde más se incumplen las condiciones contractuales, aunque haya mucho que mejorar para que se cumplan los contratos.
Geopolítica
Con poca observación solemos ver los fenómenos contemporáneos de desglobalización, relocalización y guerra. América Latina goza de una relativa paz por la carencia de guerras entre dos estados o más y una mano de obra barata, sin dejar de lado los desafíos que representan el crimen organizado y la epidemia homicida en varios países.
Teniendo al menos 5 de las ciudades más peligrosas del mundo, México hoy demuestra que las condiciones geográficas y una mínima estabilidad política pueden potenciar el fenómeno del “nearshoring” o la relocalización de los centros de producción cercanos a los mercados de consumo. Sólo en este país, la IED aumentó un 40% este 2023, llevando a la economía a crecer por encima de 3%.
Es cierto que a México siempre le aplica la frase de Porfirio Díaz: “tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos”. Pero otros países ya empiezan a beneficiarse de la recolalización de los centros de producción. Uno de ellos es Costa Rica y otro Honduras, donde la empresa de tecnología Intel anunció que invertirán más de 1,200 millones de dólares. Según el BID, para el conjunto de América Latina, “el nearshoring” tiene el potencial de sumar 78.000 millones de dólares anuales a las exportaciones de la región.
En una era volátil, América Latina también juega un rol determinante por sus recursos estratégicos. Es el mayor exportador neto de alimentos del mundo, según la CAF, en momentos en que se prevé un aumento de la clase media en Asia y África, demandando alimentos como nunca antes. Igualmente, cuenta con una matriz energética limpia que viene de fuentes renovables como la energía eólica, hidráulica y solar. Brasil, por ejemplo, se convertirá en 2027 en el cuarto productor de energía eólica.
Estabilidad macro
“Toda una generación ha crecido ya con una inflación baja y relativamente estable”, dice un reporte de El Instituto El Cano, de Madrid, España. A pesar de las tasas de inflación de ahora y la hiperinflación de Argentina y Venezuela, América Latina se ha destacado en los últimos 40 años por tener unas políticas macroeconómicas y fiscales adecuadas y serias, y prolongadas en el tiempo.
Según los investigadores Laevan y Valencia, el 80% de las crisis macroeconómicas en las economías emergentes del siglo XXI se han producido fuera de América Latina. Antes de que comenzara este siglo, la mitad de estas sucedían en la región.
La estabilidad macroeconómica de las últimas décadas se debe a una serie de temas que van desde la independencia del Banco Central (en 13 países se registra total independencia) y metas de inflación claras -al menos 11 países que han adoptado este este régimen- hasta tipos de cambio flexibles y soft pegs (tipos fijos) y un aumento exponencial de las reservas en moneda extranjera (400% en la actualidad).
América Latina podrá tener numerosos desafíos, sin embargo, son indiscutibles los avances en varios frentes. Los inversionistas lo saben, seguirán llegando.