No hay Mundial, hay huelga general en Argentina | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Lunes, 25 de Junio de 2018
Redacción internacional

EL MUNDIAL -más en Argentina- deja en un segundo plano cualquier hecho político, pero los sindicalistas argentinos han sacado provecho de la desatención del Gobierno.  

En una huelga general de 36 horas, que inició ayer en la mañana y culmina esta noche, la Confederación General del Trabajo (CGT) ha paralizado las actividades de numerosos sectores, para protestar contra las decisiones tomadas por Macri que, dicen ellos, van en contra de los derechos sociales de los argentinos.

A diferencia de los demás paros -es el tercero de la era Macri- esta huelga general es, como dice La Nación, de Buenos Aires, “el primer paro general desde la crisis de 2001 que logró la adhesión de casi todo el abanico gremial y que sirvió como válvula de escape para que sectores sociales no sindicalizados expresen también su descontento”.

No es, como se demuestra, un paro cualquiera. Los sindicatos, que pocas veces han tenido una asimetría de intereses, han logrado unirse y ahora marchan contra un gobierno que empieza a despertar algunos fantasmas del 2001, cuando Fernando de la Rúa desistió de seguir en el poder ante la inminente bancarrota de Argentina, en el periodo conocido como “El Corralito”.

Y, ahora, ¿marchan?

Los oficinistas argentinos, reporta la prensa local, ya saben cómo organizarse ante un paro más. Hablan con su jefe, se reparten tareas y, después de unas horas, hacen una llamada para comunicar las tareas realizadas a distancia. Es una rutina conocida y repetitiva, porque en Argentina se marcha casi todos los días.

La semana pasada grupos feministas a favor del aborto colmaron las calles del centro -y del siempre simbólico Obelisco- y unos días antes, la gente despidió la selección de fútbol rumbo a Rusia y, a modo de paro, se paralizaron las calles de Buenos Aires.

Los paros y las marchas, por su carácter rutinario, muchas veces pierden impacto, pero el de esta semana parece estar por fuera de los estándares mensuales. Como toda movilización su nivel se mide por la participación (miles de personas salieron) como por la imagen desolada de las calles: esto sí ocurrió.

Según el diario de izquierda Página 12, al menos un millón de trabajadores se “sumaron a la huelga” dejando al país sin “servicio de trenes, metro, autobuses”, aunque otros medios decían que la convocatoria fue inferior.

El principal motivo de los que se movilizan es el ajuste fiscal que el Gobierno anunció tras la negociación de unos préstamos de 50.000 millones de dólares prestados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en abril.

Los sindicalistas dicen que este rescate obliga a recortar numerosos subsidios que habían sido garantizados por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y su esposo Néstor, durante una década.

No es una discusión nueva ya que desde que Mauricio Macri llegó al poder los sindicatos han criticado el “gradualismo”, una política que busca el recorte progresivo de subsidios para lograr un equilibrio fiscal. Lo que, de momento, no se ha dado. De ahí que cada vez sean más masivas las marchas.

Las bases sindicales critican al Gobierno y dicen que no va lograr la meta de inflación anual calculada en 15%. Expresan que, según los cálculos oficiales, de enero a mayo la inflación fue del 11,2%, por lo que al final del año será del 27%, teniendo un impacto negativo en el poder de consumo de los argentinos.

Para equilibrar la capacidad de consumo con el valor de los productos, piden que el gobierno reajuste el salario, agregando que después del acuerdo con el FMI la “economía se dolarizó, pero el salario es en pesos”, ha dicho uno de los principales líderes sindicales.

En declaraciones a la prensa, Hugo Moyano, uno de los principales líderes sindicales, dijo que el Gobierno los ha “llevado a esta situación extrema, de hambre y ellos mismos nos dicen descaradamente que está todo mejor y eso le da más bronca a la gente”.

El jefe de los camioneros (Moyano) se refiere por “todo va mejor” a las medidas que defendió Macri al principio de su mandato y que consistían en sustituir algunos subsidios por otros.

Hace unos días, luego de llegar de Nueva York, Macri dijo “ahora vamos por menos gradualismo”; meses antes había dicho que “el  gradualismo es el camino para cuidar a los más vulnerables”.

Menos “gradualismo” quiere decir recortar más el gasto público y quitar varios subsidios, la receta básica del FMI para equilibrar la economía. Este tipo de sugerencias, sin embargo, tiene un mal recuerdo en Argentina.

Para muchos, los rescates del FMI sólo traen a colación los problemas cambiaros del 2001. Creen que este tipo de recetas significan un mayor problema que un camino a la estabilidad económica.

Macri ha insistido que este proceso de reajuste ha coincidido con la crisis cambiaria que generó una fuerte devaluación del peso argentino. Haciendo énfasis en este contexto, ha reiterado que está abierto a dialogar con los sectores sindicales bajo la bases de tres propuestas básicas.

Según La Nación, el Presidente estaría dispuesto a negociar la “reapertura de las paritarias” (negociar el salario mínimo), dejaría claro que habrá un reparto “cada vez más discrecional” de subsidios y propondría nuevamente un diálogo sectorial con los gremios incluidos.

La situación entre el Gobierno y los sectores sociales cada vez es más conflictiva. No se sabe si hoy, después del partido y del levantamiento de la huelga, las partes negocien de nuevo o persistan en sus visiones de país. Como siempre, todo termina con los mismos antagonistas: peronistas vs. antiperonistas.