Obispo Álvarez, ¿inamovible piedra en zapato de Ortega? | El Nuevo Siglo
Foto: AFP
Lunes, 13 de Febrero de 2023
Redacción internacional

EL diccionario de la Real Academia Española define mártir como una persona que sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias, convicciones y/o se sacrifica en el cumplimiento de sus obligaciones. Bajo estos lineamientos, el obispo católico nicaragüense Rolando Álvarez lo es.

Blanco desde hace cuatro años del régimen de Daniel Ortega, que lo acusó al igual que a decenas de sacerdotes de apoyar desde el púlpito con sus sermones y en las calles con sus acciones sociales, el fallido “golpe de Estado” en 2018, cuya represión segó la vida de 355 personas y forzó al exilio a centenares más.

Ese año, en cumplimiento de su vocación y convencido de que se podía a través del diálogo nacional solucionarse la grave crisis política que comenzaba a gestarse, el obispo Álvarez hizo parte de la comisión mediadora de la Conferencia Episcopal, fallida labor tanto por el rotundo no de Ortega al anticipo electoral propuesto como por la mano dura con que el dictador comenzó a perseguir y encarcelar a sus detractores.

El diálogo nacional tiene un solo fin: el cambio. El cambio es inevitable, no hay otro camino, no hay otra finalidad. El cambio viene y con él la democratización de la República de Nicaragua”, precisó el obispo en la antesala de la instalación de la mesa de diálogo lo que lo puso, de inmediato, en la mira del régimen y meses después, tras vetarlo, le inició una persecución implacable, la que acaba de concluir con una condena de 26 años de cárcel por presunta traición a la patria y el despojo de su nacionalidad nicaragüense.

De los señalamientos de avivar las “hordas antidiálogo y desestabilizadoras” cuando encabezó una delegación de la Iglesia Católica para intermediar en la rebelión en Masaya, ciudad sureña que el 19 de junio se declaró en rebeldía contra el gobierno Ortega y los vetos a varios de sus proyectos sociales, entre ellos centros médicos para ayudar a sortear la crisis del covid, se pasó al cerco policial a su vivienda parroquial en Matagalpa, donde en la madrugada del pasado 20 de agosto fue sacado violentamente y trasladado a su residencia familiar en la capital nicaragüense.

Allí permaneció el obispo en “detención domiciliaria” hasta el pasado viernes cuando fue recluido en la cárcel Modelo para cumplir la mencionada condena tras negarse a ser ‘desterrado’ a Estados Unidos.

Un tribunal de Nicaragua, sin cumplimiento de juicio ya que tras designarle un defensor público había programado una primera audiencia para el pasado 10 de enero que no se verificó, sentenció al prelado católico a 15 años de cárcel por menoscabo a la integridad nacional, cinco años por propagación de noticias falsas a través de las tecnologías de la información y de la comunicación, cinco años y cuatro meses por obstrucción de funciones agravadas y un año por desacato a la autoridad.

"Por encontrarnos en presencia de un concurso real de delitos, las penas de prisión impuestas serán cumplidas en forma sucesiva, por lo que el condenado Rolando José Álvarez Lagos deberá de cumplir 26 años y cuatro meses de efectiva prisión", informó a los medios oficialistas el presidente de la Sala Penal Uno del Tribunal de Apelaciones, Octavio Rothschuh, agregando que también el obispo fue privado de su nacionalidad nicaragüense y de sus derechos ciudadanos a perpetuidad. Adicionalmente pagará una multa de 1.600 dólares.

Monseñor Álvarez se convirtió en el chivo expiatorio del régimen nicaragüense y en el primero en enfrentar una condena tan injustificada como desproporcionada. Su ‘pecado’ fue expresar en público lo que la mayoría de nicaragüenses piensan en privado: la constante violación a sus derechos humanos, la falta de libertades, grave situación económica, múltiples injusticias y la descarada persecución a Iglesia Católica con cierres de emisoras, captura de decenas sacerdotes y el exilio forzado para varios más.

¿Voz interior?

Por razones que sólo él conoce, el obispo llegó hasta las escalerillas del avión que con otros 222 ‘presos políticos’ el jueves pasado fueron conminados al exilio tras quitarles su nacionalidad y derechos políticos. Sin aviso del intempestivo viaje a Estados Unidos, los hombres y mujeres de diferentes profesiones y oficios, desde excandidatos políticos, dirigentes y periodistas hasta religiosos fueron llevados al aeropuerto internacional de Managua.

Y fue precisamente allí, en el momento que se estaba a dar el paso hacia el primer peldaño de esa escalera que representaba su libertad, que el obispo Álvarez, seguramente absorto en la oración y reflexión profunda decidió que no se iría sin antes hablar con los obispos, integrantes de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.

Seguramente una voz interior, al igual que la que cuando tenía 20 años le resolvió su entonces gran dilema de vida, si “Dios lo llamaba a la Iglesia para casarse con su entonces novia o para casar a los demás”, como años atrás lo relató a la revista La Prensa, fue la que escuchó ese jueves al caer la tarde. Era consciente de que su exigencia lo devolvería a la reclusión, pero con la claridad de conciencia y la certeza de no haber cometido delito alguno optó por quedarse en tierra.

El presidente Ortega explicó que el obispo, a quien otrora había tildado de ‘diabólico’, ‘agitador’ y ‘terrorista’, entre otros calificativos para rechazar las fuertes críticas a su gobierno, estaba entre el grupo de excarcelados y expulsados del país, pero que a última hora decidió no irse, por lo que enfrentará la sentencia judicial.

“Estaba en la fila -para abordar el avión- y empieza a decir que él no se va. Álvarez no quiso acatar lo que manda la ley, lo que manda el Estado de Nicaragua y por ello fue de vuelta a la cárcel", sostuvo Ortega enfatizando que esas decisiones no se cuestionan.

 “No sé qué piensa este señor (Álvarez), que frente a una decisión del Estado nicaragüense, él dice que no acata, una resolución de un poder del Estado que lo está mandando a irse de país”, reprochó el autoritarista mandatario.

Indicó que, en cambio, una decena de sacerdotes, diáconos y seminaristas abordó ‘voluntariamente’ el vuelo que llevó a los 222 opositores excarcelados y que ahora solo quedan tres religiosos presos en Nicaragua: dos sacerdotes "por delitos comunes" y el obispo por "terrorismo".



Vale recordar que, desde las protestas ciudadanas de 2018, nacidas inicialmente de un inconformismo con la reforma pensional pero que mutaron casi que de inmediato a un rechazo al tándem gobernante (Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo) por las evidencias fehacientes de querer de perpetuarse en el poder, la represión escaló de nivel: de la armada se pasó a la política y religiosa.

Con datos fiables pero incompletos, la abogada e investigadora Martha Patricia Molina, reseño que desde el año en mención hasta finales del pasado, la Iglesia Católica en Nicaragua ha sufrido más de 250 agresiones por parte del régimen y sus simpatizantes, que van desde profanaciones de templos, incendios a los mismos, ataques armados a sacerdotes y laicos hasta detenciones arbitrarias y condenas, como la del obispo Álvarez, hasta la expulsión (agosto del  año anterior) del nuncio apostólico, Waldemar Sommertag, cuando también  ilegalizó la Asociación Misioneras de la Caridad, de la orden de la madre Teresa de Calcuta, cerró varios medios radiales y televisivos católicos, entre ellos el canal de televisión de la Conferencia Episcopal.

Todos esos hechos evidenciaron la guerra abierta del régimen por creciente temor que tiene a que se canalice el descontento social, ya que como lo argumentó la socióloga Elvira Cuadra “La iglesia católica es la (institución) más creíble, de confianza y credibilidad en la población. El sitio al obispo Álvarez es un episodio más en el forcejo y represión que Ortega y Murillo están ejerciendo para que se pliegue a sus posiciones".

Conscientes de los riesgos contra su integridad y futuro, fueron decenas de religiosos como el obispo Álvarez que mantuvieron en alto su voz de denuncia por lo que, desde entonces, fueron blanco de allanamientos, persecución, detenciones y hasta atentados contra su vida como el que cometió un grupo de paramilitares contra el obispo Abelardo Mata, quienes balearon su automóvil cuando se dirigía a Masaya (agosto de 2018).

Rechazos, pero…

El grave deterioro de los derechos humanos y las libertades –con cientos de opositores en la cárcel, así como la guerra abierta contra la Iglesia Católica fue analizada por la OEA en una sesión extraordinaria el pasado 12 de agosto. La resolución de condena no fue firmada por Colombia, aduciendo el gobierno izquierdista de Gustavo Petro “razones estratégicas y humanitarias”, que no mencionó.

El papa Francisco se dijo estar "preocupado" y "entristecido" por la situación. Al final del Ángelus el domingo manifestó: "no puedo dejar de recordar con preocupación al obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, a quien quiero tanto…también a las personas que han sido deportadas a Estados Unidos".

Tras asegurar que rezar por todos ellos y "por quienes sufren en esa querida nación", instó a los responsables políticos a seguir la senda de "la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, y se alcanza mediante el ejercicio paciente del diálogo".

Por su parte el cardenal nicaragüense y arzobispo de Managua, Leopoldo Brenes pidió rezar por el obispo Álvarez. “Orar, esa es la fuerza nuestra, orar para que el señor le dé la fortaleza, le dé el discernimiento en todas sus acciones". Sin embargo, desconcertó al pedir que "no exista odio ni rencor" porque el cristiano "tiene que amar y tiene que perdonar intensamente".

Se desconoce si esa breve declaración es para buscar un acercamiento con el régimen para que reduzca el castigo judicial al obispo Álvarez y cese la creciente persecución a los religiosos católicos. En su mira continúa el arzobispo auxiliar de Managua, Silvio Báez a quien lo acusa de conspiración golpista; al padre Uriel Vallejo, a quien por los mismos ‘delitos’ pidió a Interpol capturarlo y a decenas de sacerdotes que han elevado su voz para denunciar atropellos, discriminación e injusticias.

El objetivo de Ortega es acallar la oposición y su autoritarismo no tiene límite.  Ejemplo de ello es el obispo Álvarez, perseguido, encarcelado y condenado. Pese a ello es y será su inamovible piedra en el zapato. /Redacción internacional.